Pablo Sánchez, el fiscal inescrutable [PERFIL]
Pablo Sánchez, el fiscal inescrutable [PERFIL]
Fernando Vivas

Es como si la película del juicio tuviera un giro inesperado. De pronto, todas las miradas que estaban clavadas sobre el procesado se clavan sobre el fiscal. El acusador pasa al banquillo de los acusados.

El Ministerio Público atraviesa su más duro bache de credibilidad. Se cuestionó a un ex fiscal de la Nación José Antonio Peláez Bardales; la OCMA suspendió a otro, Carlos Ramos Heredia; y el encargado de sucederlos y de limpiar la casa es un hombre demasiado tranquilo, demasiado discreto. Si no fuera por el respaldo que recibió del IDL y de las ONG anticorrupción que han corrido firmas para dar fe de su honestidad, no sabríamos a qué atenernos.

es inescrutable. Pero esa no es su naturaleza vital, sino su estrategia procesal. Él mismo me lo advierte, apenas me ve acompañado por fotógrafo y camarógrafa. Me cuenta, con una anécdota, que las cámaras lo inhiben. “Cuando interrogué a la señora Jacqueline Beltrán en la Base Naval, en uno de los procesos contra Montesinos, yo sabía que había cámaras por todos lados. Como es una mujer muy guapa, en todo momento la miré a los ojos, nunca bajé la vista, para evitar que dijeran que estaba distraído”.

¡Dura lex! Qué difícil es interrogar, perdón, entrevistar, a un fiscal ‘poker face’. Sánchez responde todo sin inmutarse. Su sí, su no o su ‘está en investigación’ se confunden en el mismo gesto con el que responde mi pregunta más coyuntural. ¿Apelarán el hábeas corpus que ordena parcialmente archivar la investigación sobre el dinero recibido por Nadine Heredia. “El fiscal [Ricardo Rojas] tiene derecho a hacerlo. Yo presumo que si ha mostrado interés en investigar y la decisión le ha sido adversa, va a apelar” [la apelación ocurrió el jueves].

MIOPE E INCISIVO
Ningún niño quiere ser fiscal, pues no entiende de qué trata tal oficio. ¿Cuál fue el caso de Sánchez? “Mi hermano Víctor era policía. Me motivó a seguir sus pasos, me preparé, pero antes de presentarme me hice un examen de vista y el médico me dijo, ‘usted ni para vigilante’. Así que deseché la idea y postulé a San Marcos a Derecho. Y no me quejo”. ¿Entró a la universidad con esa idea que uno saca de las películas, de grandes alegatos en las cortes? “Yo era mudo en la universidad. Ahí conocí a mi profesor José Hurtado Pozo y él influyó en mi especialidad. Comencé a practicar en la fiscalía en 1981 con el doctor Federico Kahatt”.

Como todo ayudante de fiscal, Sánchez cosió expedientes y se zambulló en ellos. ¿Algún caso lo marcó? “Marcado no, pero sí me llamó la atención el caso de Marita Alpaca”. ¡La asesinada belleza del útero desaparecido! “[Por eso] se caracterizó como homicidio simple. Si se hubiera probado el embarazo, había un agravante y hubiera sido homicidio calificado”. Hay un caso que sí lo conmovió, pues su gestualidad se altera casi imperceptiblemente al evocarlo: “Hubo un descuartizamiento. Era la primera vez que veía en fotografías un cuerpo cortado en pedazos. Era un enfermero del Hospital Naval que practicó un aborto y se le murió la chica”.

Le pregunto por la época de los jueces sin rostro. ¿También hubo fiscales sin rostro? “Sí. Nos recogían en un vehículo con lunas polarizadas y nos llevaban a un penal. No usábamos terno, íbamos con casaca. No nos gustaba, pero había que cumplir con la ley. Nos ponían seudónimos [...] Era una etapa difícil, porque desde el punto de vista procesal no se justifica la impartición de justicia ante jueces que no se dan a conocer”.

La historia roja del país pasa entera ante los ojos y el dedo acusador de un fiscal. Y desfilan, en su hora más bochornosa, famosos de polendas. “Un caso que me llamó la atención”, me cuenta Sánchez, “no por su complejidad, sino por la persona, fue el de Chumpitaz. Resulta que soy hincha de la ‘U’. Me costó mucho acusarlo”. Le replico que ha quedado en el imaginario popular que el crack fue víctima de su ingenuidad. “Lo acusamos porque difícilmente una persona recibe un dinero en su casa enviado por un tercero, 10 mil dólares en un sobre”. La variedad de casos de primera plana me abruma: “Acusé el Grupo Colina, eran 57 procesados; interrogué a Montesinos, a Nicolás Hermoza y a otros generales. En la Base Naval teníamos un espacio para el fiscal, almorzábamos allí”. ¿Si los delincuentes acumulan un prontuario, qué acumula un fiscal? Experiencia.

Tras el careo de oficio con la infamia y la mendacidad nacionales, con el terror y con el escándalo; no dudo de que Pablo Sánchez se las sabrá ver con las presiones que soporta de todas las judicializadas tiendas políticas, empezando por la que ocupa Palacio. De todos modos, la suma de llamadas, tarjetazos y advertencias declaradas en los medios fatiga a cualquiera. “Es parte de la función. Cuando era fiscal supremo, estaba tranquilo. Ahora que estoy en el despacho asumo el activo y el pasivo”.

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