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Fuerza Popular: el centro de la naranja. Crónica de Fernando Vivas sobre la estrategia fujimorista para el 2026
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Por cuatro años, los fujimoristas cumplieron una promesa. No una de esas hechas ante el país, que se pueden replantear con un poco de cinismo y un tantito de franqueza. Fue una promesa hecha para sí mismos, naranja pura, que no consta en documentos públicos, que no fue un acuerdo formal y por lo tanto dejaron de lado lavando los trapitos en casa. Si la conocemos es porque la tuvieron que compartir con sus aliados del llamado ‘Bloque’ y admitirla a quienes se lo preguntábamos en off. ¿Cuál fue?: ‘No presidiremos el Congreso en este quinquenio’.
No es difícil explicar semejante promesa: Fuerza Popular (FP) no quería impregnarse de la endémica mala imagen congresal, como le pasó cuando tuvo la mayoría absoluta entre el 2016 y el 2020. Mucho menos quería hacerlo durante el gobierno de Castillo, que les ganó en la segunda vuelta por tan poco que ellos alegaron fraude. Querían ir estratégicamente por el desquite sin excitar su antivoto al responsabilizarse por el Congreso de los ‘niños’ y de los ‘mochasueldos’. Le cedieron su turno a Acción Popular (Maricarmen Alva), Avanza País (José Williams), Alianza Para el Progreso (Lady Camones, Alejandro Soto y Eduardo Salhuana) y finalmente a Somos Perú (José Jerí).
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Lo que es difícil de explicar es porque se rompió la promesa justo cuando cobra más sentido mantenerla (tanto, que se la han copiado otros partidos). Empecemos. En primer lugar, ellos no se la buscaron, les cayó porque Jerí pasó a presidir el Ejecutivo y Fernando Rospigliosi, primer vicepresidente de la mesa directiva, pasó a encargarse automáticamente del Congreso. En segundo lugar, mi tocayo Rospigliosi quiere quedarse y no entra en vainas. ‘Él no va a renunciar llorando como Manuel Merino y Luis Valdez [quedó de presidente del Congreso, la semana que Merino pasó a Palacio] para que otros entren por la ventana’ me dijo un correligionario suyo que lo conoce bien y que no le hizo gracia que la transición del 2020 al 2021 la presidiera Francisco Sagasti.
En tercer lugar, FP rompió su promesa no escrita porque empezó una confusión y contradanza. Un comunicado del partido dijo que FP no iba a presidir ni el Ejecutivo ni el Congreso; pero ello no reflejó la posición oficial encarnada en el secretario general del partido, Luis Galarreta. Para atizar el fuego, el vocero de la bancada, César Revilla, dio un paso más allá y dio a entender que se elegiría una nueva mesa directiva para que Rospigliosi fuera reemplazado por alguien de otra bancada. Elegir mesa implicaba echarse abajo a Jerí, un efecto traumático que no buscaba FP ni de lejos.

Galarreta hizo el control de daños aclarando al comunicado y a Revilla y que, en rigor, Rospigliosi no preside el Congreso sino que está encargado de hacerlo. Por cierto, Rospigliosi no ha pasado a ocupar la oficina de Jerí ni cuenta con el aparato que este tenía; sino que se mantiene en su oficina de vice y trabaja con su mismo equipo. Pero, para todos los efectos de la percepción política, Rospigliosi y Fuerza Popular presiden el Congreso. Hablé con Revilla, fujimorista disciplinado, y se ha alineado con su secretario general: “Para ser sincero, no comuniqué bien, no estuve bien asesorado. Queremos evitar más inestabilidad y Fuerza Popular asumirá su responsabilidad”.
También hablé con Galarreta, que no solo es la máxima autoridad del partido luego de Keiko sino también expresión del ala dura, más cercano a Rospigliosi que a otros de la bancada. “Fernando es la persona indicada para conducir el Congreso en este momento en que se necesita enfrentar la inseguridad con el respaldo de las Fuerzas Armadas y la Policía. Incluso, si no hubiera estado encargado porque Jerí fue a Palacio, ya era un buen candidato a presidente del Congreso”, me dijo el secretario general. ‘Pero corren un riesgo electoral’, le digo. “Sabemos que presidir el Congreso tiene un costo y lo asumiremos con responsabilidad, en la confianza de que Fernando Rospigliosi va a poner orden y firmeza. Por ejemplo, se verá con este incidente de la congresista”, replica Luis, aludiendo al caso de la ‘cortauñas’ Lucinda Vásquez. Le recuerdo que Rospigliosi dijo, provocador y confrontacional, que el difunto Eduardo Ruiz Sánz ‘se hacía llamar terruco’ [porque a veces su nombre artístico se escribía ‘T-ruco’], lo que motivó una aclaración de la familia sobre el inocente origen del apelativo. “Todos sabemos, en la interna, que algo así no debe pasar, tuvo una mala información”, me dijo Galarreta. Keiko Fujimori, cuando le preguntaron por el mismo tema, dijo: “Un lenguaje con tolerancia y con respeto es lo que necesitamos en este momento. Construir y no dividir a los peruanos”. Busqué a Rospigliosi pero está en cura de silencio en todo lo que no sea el manejo del Congreso.
‘No quedaba nadie’
Hablé con fuentes de la bancada fujimorista para preguntarles porqué se rompió la promesa ‘anti Congreso’. La posición de Galarreta no fue unánime y Revilla no habló por sí solo, sino que encarnó el pensamiento de varios de la bancada, quizá temerosos de que la presidencia de Rospigliosi contradiga el tono de sus campañas electorales. Me dijeron que cuando evaluaron la posibilidad de reemplazar solo a Rospigliosi, temían que la oposición aprovechara el momento para forzar la elección de un izquierdista; sobre todo, teniendo en cuenta que las bancadas del ‘Bloque’ no querían meterse en la mesa, mucho menos los de Renovación Popular. Doy nombres de congresistas ajenos a la izquierda, que podrían estar en lugar de Rospigliosi. Por ejemplo, Roberto Chiabra, que ya se había ofrecido en lugar de Jerí, y que tiene prestigio fuera del parlamento. Sin embargo, dentro no goza de la simpatía de muchos congresistas de regiones, que se sienten víctima de algunas generalizaciones despectivas que este hizo de ellos en el pasado. A Gladys Echaíz tampoco la ven tendiendo puentes entre bancadas. ‘No quedaba nadie’ me dice una fuente desde su esquina y detrás de su cristal naranja.
Un dirigente fujimorista me dijo que el partido percibe que la emergencia de Rafael López Aliaga los empuja hacia el centro. No se trata de una voluntad política centrípeta, sino del efecto que la radicalidad de ‘Porky’ puede tener en la percepción de los espacios políticos que ocupa cada fuerza. O sea, se trata de cómo un partido corresponde a esa percepción peleando por espacios electorales que otras fuerzas y líderes, viejos y nuevos, se los pueden arrebatar. Galarreta, derechista convicto, es más bien centrífuga y frasea la situación de FP de otra manera: “Es la ocasión de buscar orden y un futuro diferente”. Según mis fuentes, Keiko es más centrista o centrípeta que Galarreta e, incluso, que Miki Torres. En la plancha lanzada el jueves en Trujillo y compuesta por los tres está la gama de opciones electorales. Veremos cuál gana y qué ganan (o qué se pierden).

Recordemos que Keiko, en la campaña del 2016, hizo un visible guiño al centro cuando viajó a Harvard y en esa cuna de demócratas gringos mostró simpatía por causas liberales. Qué tanto lo hizo por convicción personal o qué tanto lo hizo como un intento de disminuir la furia de su antivoto, no lo sabemos; pero podemos asegurar que ambos factores estuvieron presentes en FP como no lo están hoy. Ese pequeño viraje del 2016 fue dejado de lado luego de la primera vuelta y nunca sabremos si fue determinante en su derrota el haberlo intentado o el haberlo abortado. La próxima campaña podría ser la ocasión para reintentarlo y salir de dudas. Por ahora, no vemos ni condiciones ni ganas de que lo hagan. El debate previo sería mucho más intenso e incierto que el que acaban de procesar para que se quede Rospigliosi en el timón del poder que Alberto disolvió en 1992.
Para relativa suerte naranja, la sorprendente -para nuestros estándares de los últimos años- aprobación de Jerí (45% según cifras de la última encuesta de IPSOS), ha arrastrado a un aumento, más discreto, en la aprobación del Congreso (19%) y de su presidente Rospigliosi (24%), superior al dígito que tenían un mes atrás. Dina valía más vacada que por vacar. Estas cifras pueden, por ahora, tranquilizar a los fujimoristas; hasta que nuevos crímenes, escándalos y protestas alteren todo. Respecto de las últimas, las de la ‘Generación Z’ parecen haberse desinflado o pasado a un laborioso reagrupamiento. Respecto de los atentados a la seguridad, sí preocupan a todos, al punto que Galarreta los menciona para hacer un bucle histórico: “Estamos volviendo a los orígenes del fujimorismo, cuando vencimos al terrorismo con el apoyo del pueblo y de las Fuerzas del Orden”. Le comento a Lucho que los orígenes en 1990 fueron más bien de centro, como alternativa a Vargas Llosa, con evangélicos y pequeños empresarios. Él replica que se refiere a los orígenes de la gran historia que define al fujimorismo.
Respecto de los escándalos, FP confía en que sus congresistas, más disciplinados que otras bancadas, no los perpetren; ¿pero cómo garantizar que los 130 no se desbanden? El caso de Lucinda Vásquez, la ‘cortauñas’, será una ocasión para mostrar firmeza pero se presentarán otros de dispendio, frivolidad y escándalo que retarán a Rospigliosi. Más retadores serán los casos del ‘Bloque’ que los de la izquierda. Por cierto, no es solo con aquella, sino con López Aliaga y RP, con quienes los fujimoristas se suelen trenzar en puyas y discrepancias, de esas que se dan entre quienes pelean el mismo espacio vital.
Hasta ahora hemos descrito a un fujimorismo más reactivo que propositivo, tomando decisiones sobre la marcha de las cosas. De esa forma se han quedado con la presidencia del Congreso. La decisión de vacar a Dina fue gatillada por que RP lo hizo primero. La decisión de que Keiko ‘ningunee’ la invitación al CADE fue gatillada porque Carlos Álvarez lo hizo primero. Falta ver, ahora, si las propuestas de FP hacen guiños no solo a su electorado ‘natural’ o núcleo duro sino al que pelean con otros tops de la aún prematura y rala intención de voto (‘Porky’ y Álvarez) e, incluso, con ese centro que les produce sentimientos de atracción y rechazo. Por ahora, ‘M.Vizcarra’ se posiciona en ese espacio. En la última encuesta del IEP, al preguntar por la identificación ideológica del elector, el 38% se identifica con la derecha, otro 38% con el centro y el 24% con la izquierda. Ello podría prefigurar una segunda vuelta en la que alguien se percibirá de derecha y otro de centro. ¿Qué papel jugaría FP, el de siempre o uno nuevo? ¿Acaso llegará a la gran final?










