Keiko Fujimori prefirió pasar al ataque y acusar de populista a la reforma política e implícitamente al propio presidente. (Captura: Difusión)
Keiko Fujimori prefirió pasar al ataque y acusar de populista a la reforma política e implícitamente al propio presidente. (Captura: Difusión)
Jaime de Althaus

pudo haber dicho lo mismo de una manera que le permitiera no seguir perdiendo piso. Pudo haber dicho: vamos al referéndum ahora para la reforma judicial, pero la reforma política requiere más debate, hay puntos inconvenientes y no tiene sentido convertirla en urgente cuando los problemas urgentes son otros. Todo lo cual es puro sentido común. Prefirió, sin embargo, pasar al ataque y acusar de populista a la reforma política e implícitamente al propio presidente. Y es cierto, el presidente está haciendo populismo a costa del repudiado Congreso, para afianzar su “legitimidad” (primer ministro dixit). Es, sin embargo, populismo del bueno si lleva a mejorar –con las reformas– el Congreso. Pero es malo si lleva a degradarlo, si es institucionalmente destructivo. Y así va a ser si no se discute bien, efectivamente, el tema de la no reelección de los congresistas.

Es cierto que la tarea principal del presidente es la reconstrucción, combatir la anemia, la delincuencia, etc. Si dejara de lado esas prioridades para distraerse en la discusión de la reforma política, Keiko Fujimori tendría razón. Pero, de otro lado, la reforma política era tarea del Congreso, y este había avanzado poco. Fuerza Popular jamás propuso algo al respecto. Y es un tema insoslayable. Nada impide que el Ejecutivo avance en la solución de los problemas urgentes y el Congreso avance en la discusión de la reforma judicial y política. Cada uno en lo suyo.

También es cierto que lo que no se plantea como urgente, no se hace. Se pierde en medio de lo realmente apremiante. Tiene sentido, entonces, que la reforma política gane su sitio entre lo urgente si es posible asegurar un mínimo de calidad en las soluciones planteadas.

El proyecto de bicameralidad está bien pensado. Pero el de la no reelección de congresistas –el más demandado– sería negativo. ¿Hay manera de salvarlo para que no lleve a la imposibilidad de consolidar nunca una clase política experimentada? Quizá –siendo positivos– si encontramos mecanismos para fortalecer los partidos de modo que quienes dejan de ser congresistas puedan ser absorbidos por el partido en tareas programáticas, de asesoría parlamentaria o de capacitación. La idea de “partidos X impuestos”, propuesta por Carlos Meléndez para financiar ‘think tanks’ en los partidos, serviría para eso. También podría haber fondos concursables para estudios de políticas públicas por los partidos, reclutando académicos y especialistas. O deducciones tributarias a las empresas que presten a sus ejecutivos por cinco años para que vayan al Congreso…

Luego del mensaje de KF, podemos prever que el Congreso no aprobará los proyectos de reforma política, y no habrá referéndum sobre ellos, sino solo sobre la reforma judicial. Pero ella también ha dicho que FP “no pondrá trabas ni postergará ningún debate”.

Entonces serían buenas unas reuniones a fondo entre los técnicos de la PCM que han elaborado las propuestas y la Comisión de Constitución, para ver si se alcanza un consenso e ir a referéndum en diciembre, o si será necesario más tiempo. Un poco de buena voluntad, de ambas partes.