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Fernando Vivas

Las imágenes de en vivo y en directo tienen la elocuencia de un meme. El jueves 14 fue la gutapercha en la boca. Mientras se discutía lo que la ‘bankada’ llamó modificación al reglamento del Congreso (y él, más escueto, ‘ley mordaza’), quiso representar, sin decir palabra, la tensión del disidente frente a una máquina autoritaria.

Por cierto, ya era tan áspera la relación con su grupo que ni siquiera pidió la interrupción a un correligionario –única posibilidad de hablar para quien no está anotado por su vocero–, sino a la izquierdista Marisa Glave (la conoció en el colegio La Recoleta, aunque no eran patas, pues le lleva un par de años. Sí compartió aula con Miki Torres, quien ahora, en reemplazo de Luz Salgado, estará junto a Úrsula Letona y Karina Beteta en el tribunal del nuevo proceso disciplinario que le abrió Fuerza Popular el lunes 18 y que debe culminar en 15 días hábiles; o sea, en los primeros días de octubre. Este jueves han citado a Kenji Fujimori para oír las razones de su rebeldía y en FP dicen que podrá llevar un abogado, pues les preocupa que se respete el debido proceso).

Si las imágenes son fuertes, es porque el relato también es fuerte: Keiko es la protagonista de un melodrama en el que ella y su entorno aparecen apabullados por una pesada herencia; mientras Kenji soporta el mismo peso como un anime ligero, tierno, abstraído, que no teme desbaratar la telenovela turca que lidera Keiko, aunque lo expulsen en el intento.

Todo esto no es en blanco y negro. Aunque menos, también hay humor en la otra parte. Luis Galarreta, presidente del Congreso, pidió saludar a una reina de belleza en la galería mientras Kenji Fujimori cumplía su ritual. En realidad, la mudez dejaba cabos sueltos, al igual que el deambular por Palacio de Gobierno el domingo 17 en la juramentación del Gabinete Aráoz; y por eso, Kenji lanzó, no una imagen, sino 2.400 caracteres bajo el título “Gritos desde el silencio” (El Comercio, miércoles 20), acusando a Keiko de estar “secuestrada”, y ahí, sí, la pradera pasó de naranja a rojo vivo.

—Alberto y Ollanta—
He conversado con más de una fuente cercana a Kenji que insiste en que él no busca la ruptura. “No me quiero ir, es mi casa”, me cuentan que dice cuando le hablan de una expulsión probable; aunque, por otro lado, no cede en su real gana de hacer públicas sus posiciones discrepantes. Las fuentes añadieron que, entre quienes reafirman a Kenji en la posición de no dejar el partido, está, vaya sorpresa, Ollanta Humala. Cuentan que en uno de sus varios encuentros con el otro célebre huésped del penal de Barbadillo, este le recomendó no dejarse expulsar de aquello que costó tanto esfuerzo fundar.

Cuando indagaba por la relación de Kenji con Humala, me enteré de algo menos anecdótico que un consejo partidario; más bien, dramático. Me contaron que Humala pidió a Kenji interceder ante la ahora ex ministra Marisol Pérez Tello para ver una forma de flexibilizar el régimen de visitas de Nadine Heredia y que esta pudiera recibir con más frecuencia y comodidad a sus hijos. Fuentes del Ministerio de Justicia cercanas a Pérez Tello confirmaron que, en efecto, Kenji se reunió con ella, pero que difícilmente le podría haber pedido algo que violara la ley, pues ella es cuadriculada en ese sentido. O sea, si hubiera un cambio en el régimen de Heredia, tendría que basarse en consideraciones de seguridad u otras que no impliquen vulnerar la igualdad a la que obliga la ley.

En estos dramas carcelarios, la política pierde sentido, o cobra otro, en el que los extremos se juntan. Por supuesto, la angustia penal que más pesa sobre Kenji no es la de los Humala, sino la de su padre y ni un día deja de pensar en el indulto, a pesar de los obstáculos que ve dentro y fuera del fujimorismo. Cuando describe a su hermana ‘secuestrada’, por ejemplo, apunta a las personas que, en su visión de las cosas, no quisieran ver a su padre libre, pues este amenazaría el poder que han alcanzado junto a Keiko. Esas mismas personas, según su visión desde el otro lado de la naranja, son las que alientan interpelaciones y censuras. Otra razón para reforzar su buena onda hacia PPK.

Las fuentes dicen que Kenji habla del indulto con más de un oficialista (por lo menos dos ppkausas lo han confirmado), pero callan cuando pregunté si ha hablado con el presidente. He preguntado sobre otro diálogo importante, el de Kenji con Keiko, y dicen que los hermanos se ven algunos domingos en Barbadillo, pero no conversan de política. Son distendidos encuentros familiares en presencia de nietos y sobrinos.

Al preguntar por la posibilidad de que el padre medie entre ellos, dicen que, más bien, Kenji cree que un careo a solas con su hermana podría resolver la tensión que ha escalado a niveles de quiebre. Si bien reiteran que él no se quiere ir, también dejan en claro que no cejará en defender a voz en cuello temas que le vienen de convicción aunque saquen roncha al ala conservadora del partido.

Su rebelión tuitera pidiendo investigar el Caso Sodalicio fue el punto de partida de sonoras discrepancias que pusieron de manifiesto, además, que en el fujimorismo hay temas que no se debaten ni deciden en las reuniones de ‘bankada’, sino, con poca difusión interna y, quizá, acatando presiones externas, en la comisión política.

Aunque no ha renunciado formalmente a su cargo de secretario nacional de medio ambiente y recursos naturales del CEN de FP, Kenji es un dirigente inactivo. Cuando preguntamos por un futuro presidenciable dentro o fuera de FP, las fuentes callan o niegan sin convicción. Lo que podemos decir con certeza es que el visitante asiduo de los dos ex presidentes presos del Perú que le piden interceder por gracias y flexibilidades está en un nuevo curso de colisión con su hermana, que aspira a la presidencia y lo ha puesto en disciplina. Kenji es un personaje en régimen de excepción.

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