(Ilustración: Víctor Sanjinez García)
(Ilustración: Víctor Sanjinez García)
Fernando Vivas

Una semana atrás, en una entrevista en El Comercio, Kenji Fujimori, tras enumerarme los cargos que le hizo Fuerza Popular en su proceso disciplinario, exclamó: “¡Esto no es Pyongyang!”. Luego, me enteré de que ese era el nombre en clave con el que se refería al cuartel naranja de la calle Morochucos, en Surco. Al proyectar esa analogía geográfica a la de su hermana Keiko con el histérico Kim Jong-un, no se puede dejar de reír. Kenji es afecto a hipérboles y referentes fantásticos con los que pretende esbozar un fujimorismo pop adaptable a la movida nacional.

Por supuesto, si se enfrentara de veras a Pyongyang, podría correr la suerte de Kim Jong-nam, asesinado en el aeropuerto de Kuala Lumpur por dos mujeres que le lanzaron una sustancia letal. Su hermano Kim Jong-un, como bien saben, tiene una conocida afición por las armas químicas.

Pero nuestra historia naranja discurre por cauces bastante civilizados. Sus polos están en Surco y en el Cercado, donde Kenji tiene dos oficinas: una en la sede del Congreso y otra en el vecino edificio Santos Atahualpa. Y el bloque mayoritario de FP, leal a Keiko, busca ser el sobrio de la historia, restregando a los espontáneos ‘avengers’ el peso institucional del partido.

Por eso, mientras Kenji prodiga su onda pop en redes y medios, Keiko replica con su maquinaria silenciosa, además, claro, de algunos portavoces dispuestos al careo. En su lógica, en el enfrentamiento con el hermano rebelde, el papel vale más que el gesto y que el discurso.

Según todos los antecedentes, es fácil adivinar que Kenji apuntaba a algo parecido a un duelo con su hermana en una calle central del ‘far west’, con el fujimorismo en pleno colmando las tribunas. Quizá, al momento de votar la recomendación del comité disciplinario, que era previsible fuese la expulsión, la bankada se volvía a romper como se rompió el 21 de diciembre al votar la vacancia de PPK. Esta vez hubiera sido sin cámaras de TV, pero los smartphones de los ‘avengers’ hubieran registrado todo. Pero nos perdimos ese espectáculo. FP interpretó el renovado reglamento de la bankada asumiendo que, al no haber apelación –Kenji, Bienvenido Ramírez y Maritza García, decidieron no apelar en gesto displicente–, la decisión del comité, que fue la expulsión, se daba por consentida sin elevarla a la bankada.

Los ‘avengers’ se perdieron el duelo en la calle central, pero aprovecharon la ocasión para otro gesto y hasta para un discurso programático, pronunciado con las dramáticas pausas de Kenji. El desacuerdo final con su ex bankada se convirtió en los 10 puntos de un “acuerdo de gobernabilidad”. ¿Pero cuál es, más allá de ser enemigos de Pyongyang, la identidad de los ‘avengers’?

Al tratar de responder esto, uno repara en que, junto a insoslayables cálculos y negociaciones, hay mucha espontaneidad y solución sobre la marcha en este bloque que –hasta que no se logre cambiar el reglamento del Congreso– tendrá que amontonarse con los disidentes de otras tiendas.

—En busca de una definición—
El uso reiterado y subrayado de la palabra ‘gobernabilidad’, presume una coincidencia con el Ejecutivo (bueno, tienen que agradecer el indulto y su defensa ante la Corte IDH, ¿no?), pero también una voluntad de desmarcarse del estigmatizado obstruccionismo naranja.

Por supuesto, la gobernabilidad no abarca cualquier tema. El grupo, según el acuerdo leído por Kenji, privilegiará la seguridad, la reconstrucción del norte y la reactivación económica. También hay agenda propia: la siembra y cosecha de agua, la reforestación y la ejecución de obras de agua y desagüe (puntos 4 y 5). Son caballitos de batalla de Kenji. También, la bicameralidad (punto 8) que, además, le da un matiz de lejanía histórica respecto al papá autoritario.

El último punto reza así: “Defender los derechos fundamentales de las personas, las libertades que la Constitución reconoce y de todos los parlamentarios a la libertad de conciencia, la libre expresión y el principio de no estar sujeto a mandato imperativo”. Aquí hay un punto autodefinitorio, porque la rebelión ha sido contra el mandato imperativo de la bankada. Ahora bien, afirmar esa vocación a la desobediencia también delata que cada uno podría dispararse caóticamente.

Pongamos un solo ejemplo de indefinición: el último punto habla de derechos fundamentales, sin señalar específicamente a la unión civil, por la que Kenji ha expresado su abierta simpatía. Pero sucede que algunos ‘avengers’ no comulgan con ese soplo liberal de su líder.

Los ‘avengers’ y su ‘maestro zen’ (oí esta chapa sobre Kenji a alguien de su entorno) no las tienen todas consigo, pero sí tienen un sombrero lleno de ocurrencias del que pueden echar mano mientras se construyen un nombre y una identidad. Lo que sí hay es un aparato, con bases y dirigentes intermedios, de fujimoristas en los bordes de FP, que reconocen a Alberto y Kenji como líderes. Ellos organizaron, por ejemplo, manifestaciones a favor del indulto. Está pendiente, eso sí, la pertenencia de Kenji a Fuerza Popular. Que quede claro que está fuera de la bankada, mas no del partido. Ese será un proceso con otro reglamento, otros cálculos y otras sorpresas.

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