Kuczysnki  (Foto: Difusión)
Kuczysnki (Foto: Difusión)
Juan Paredes Castro

El presidente ha sacado una carta de la manga que seguramente sorprende a muchos, pero que no tiene que incomodar, y menos enfadar, a la siempre serena y responsable presidenta de la Comisión del Congreso, Rosa Bartra.

La novedad es que el mandatario ha hecho pública su decisión de contestar por escrito la temática planteada por esa comisión parlamentaria y, consiguientemente, dejar fuera de agenda un interrogatorio in situ que hubiera sido la delicia de sus convocantes, a costa, naturalmente, de la exposición de su cargo e imagen a un innecesario zarandeo político.

Queda a salvo el derecho de la Comisión Lava Jato de conocer el grado de participación ministerial de Kuczynski, entre el 2001 y 2006, en las concesiones de tramos de la carretera interoceánica a la empresa brasileña Odebrecht, que habrían derivado en el soborno de US$20 millones al ex presidente Alejandro Toledo. Y a salvo también el derecho del propio Kuczynski, en tanto presidente de la República y jefe del Estado, de reservarse el espacio adecuado a su investidura para responder a todo cuanto quiera saber la Comisión Lava Jato, sin restarle a esta, como es de regla, la oportunidad de acudir a él las veces que quiera y con los requerimientos que quiera.

Lamentablemente, nuestro sistema político ha creado abundantes mecanismos para el tratamiento de fondo en las relaciones Ejecutivo-Congreso, pero no para el tratamiento de las formas, generalmente rodeadas de recelo y tensión. Así, vivimos casi siempre a expensas de acuerdos en la cumbre (Kuczynski-Keiko o Aráoz-Galarreta) para nivelar las aguas abajo, devolviéndolas a sus cauces racionales.

Pero no solo necesitamos enlaces políticos y burocráticos que hagan llevaderas y eficientes las relaciones entre poderes del Estado. Necesitamos una urgente comprensión y reconocimiento de nuestras jerarquías institucionales, como la Presidencia de la República y la jefatura del Estado, más aun en tiempos como el presente en que nos vamos quedando sin reservas de liderazgo y referencia en la vida política.

Con el ex presidente Ollanta Humala en prisión preventiva y Alejandro Toledo penalmente encausado y prófugo, preocupa que el tercero del mismo rango, Alan García, atraviese ahora una investigación fiscal paralela a la de la lideresa de la oposición y aspirante a la presidencia, Keiko Fujimori. Ambos con acusaciones de crimen organizado que colocan al Ministerio Público en la disyuntiva de estar en posesión de evidencias absolutamente serias o de andar peligrosamente en una cacería de brujas que no deje solos a Humala, Toledo y Villarán como trofeos de investigación, sino que termine metiendo a todos en el mismo saco.

Respetemos, pues, a la persona, figura e investidura de Kuczynski. Es el primus inter pares de nuestro sistema político. El primero entre iguales. Lo que quiere decir que no es solo el jefe del Ejecutivo –como lo es Luis Galarreta, del Congreso, y Duberly Rodríguez, del Poder Judicial–, es el presidente de la República y el jefe del Estado.
Kuczynski merece, pues, el trato que merece, por estar, como debe ser, por encima de los demás poderes.

Si Bartra puede entender que esta sola diferencia no hace el fondo de las cosas, nada ni nadie detendrá lo que la Comisión Lava Jato quiera investigar.

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