Nos cuenta que el presidente Francisco Sagasti le ha pedido que el Acuerdo Nacional (AN) estudie un enfoque para acordar políticas públicas sobre salud mental. Gran tema, a la vez acuciante y de largo plazo, que a él le concierne especialmente como psicoanalista y como ciudadano en tiempos de la peste. Pero más acuciante es hablar de los candidatos por los que votaremos el 6 de junio y de la posibilidad de arrancarles algo bueno a los dos.
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Como secretario ejecutivo del AN, y ya que hay voces como las del partido APP que lo ha pedido, ¿ve pertinente y posible fomentar un acuerdo en defensa de la democracia que involucre a los dos candidatos?
Por supuesto, y si yo pudiera decir el marco en el cual sitúo esta pasión por el acuerdo más allá del AN; es porque tengo la impresión de que si bien en los aspectos político y mediático se ha instalado una polarización muy radical, una escisión en dos grupos extremos en sus propuestas, creo que la sociedad no está polarizada, está muy angustiada, temerosa, deprimida y con mucho anhelo de un cambio; pero un cambio que consiga que se hagan cosas en lo inmediato. ¿Y qué cosas tenemos que hacer en lo inmediato y que debieran estar en el compromiso que podrían suscribir luego de un diálogo? No se trata tampoco de arrinconar a los dos candidatos y decirles ‘firmen esto’, sino ‘aquí hay un conjunto de puntos que la ciudadanía considera que son fundamentales, ¿están dispuestos a hacerlo, creen que lo van a poder cumplir’?
Veamos algunos de los puntos. APP, por ejemplo, dice que por ahora no se debe plantear una nueva constitución, pero eso es lo que pide Pedro Castillo.
Creo que si uno lee no solo las encuestas sino lo que ha pasado en el Perú y el mundo se ve que hay necesidad de renovar el pacto social. Eso no significa hacer un referendo y una asamblea constituyente, sino iniciar un gran diálogo acerca de qué significa esta renovación del pacto social, porque si vamos a tener como referentes fundamentales la Constitución del 93 y la del 79, no vamos a pensar en otra cosa que en elegir una asamblea constituyente que marche en paralelo con el Congreso o que el Congreso se transforme en asamblea constituyente, lo cual quiere decir que vamos a entrar en un proceso electoral nuevamente para luego entrar al proceso electoral de gobiernos locales. Es decir, nos la vamos a pasar eligiendo, en la fantasía de que cada elección trae la solución. Lo importante es decir, ‘sí señores, sí señoras, creemos que es importante renovar algunos de los puntos de nuestro pacto social tal como están expresados en la constitución y es importante que se pueda producir esa gran conversación nacional’.
Eso suena mejor que decir que se olviden por un año a los que piden nueva constitución. O sea, primero debe haber un debate nacional y no precipitarse.
De acuerdo. Si nos referimos a nuestra historia republicana vamos a darnos cuenta de que en 1821 se declaró la independencia ante el cabildo de Lima. En 1822 se sentaron y discutieron las bases para una nueva constitución y en 1823 se vio la nueva constitución que lamentablemente no se puso en práctica porque vino la presencia radical, carismática y hegemónica de Bolívar. Entre la independencia, las bases para la constitución y esta, se dieron 3 años. ¿De qué nos sirve apurarnos para una constitución pensada en un clima de crispación y desesperación?
Otro punto de un posible acuerdo, que ha surgido en el debate electoral, es la independencia de poderes. Se ha hablado de disolver el congreso para dar paso a una constituyente y de hacer algo parecido con el TC.
Estoy absolutamente de acuerdo con la firma de un pacto y por eso hay movimientos que los están promoviendo. Me parece que hay puntos absolutamente importantes que se pueden plantear porque son esenciales para la preservación de la democracia. Pero un primer punto tendría que ser la prioridad absoluta de la lucha contra la pandemia, asegurar la vacunación, atender el impacto económico en los más necesitados, ese es el punto más urgente porque de otra manera estaríamos pensando absurdamente que podemos hablar sin tomar en cuenta la pandemia. Es necesario descartar la posibilidad de que quien quiera estar en la presidencia se quiera mantener más allá del 2026. Esa es una condición sine qua non. Con todos los avatares, brechas, baches y momentos peligrosísimos de nuestra democracia, hemos podido mantener las elecciones. Se ha llegado a una presidencia desde el congreso, pero eso es anómalo.
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Ahora, el riesgo no es que los presidentes se quieran quedar sino de que no lleguen a concluir su mandato. Se han usado las armas de la vacancia y la disolución, tan peligrosas, ¿Cabría un acuerdo para no usarlas irresponsablemente?
Estoy de acuerdo. El único punto es que los dos candidatos pueden decir ‘no voy a disolver si soy presidente’, pero me pregunto: ¿tienen los dos presidentes posibles, el control del parlamento o cuando menos de su propia bancada para decir no vacaré al presidente? Sí creo que está en manos del Ejecutivo decir ‘no voy a disolver el Congreso’, por supuesto; pero no creo que haya la posibilidad de parte de los candidatos a la presidencia de decir ‘no voy a vacar al presidente’. Lo que tendrían que decir es ‘no quiero que me vaquen’. Ellos tendrán que decir ‘no voy a hacer uso de una fuerza in extremis’ y el Congreso tendría que decir ‘no vamos a producir condiciones de vacancia por quítame esta paja’. ¿Cuál es el primer poder, el legislativo o el ejecutivo? En nuestra constitución eso es lamentablemente muy ambiguo.
¿Qué hacer frente a la indisciplina de bancadas que no responden ni a sus portavoces ni a sus líderes partidarios y reclaman el voto de consciencia para todo?
Preferiría no usar la palabra disciplina y reemplazarla por responsabilidad. No es un asunto puramente semántico. En nuestro país se ha instalado la idea de que los responsables de todo son los que están ejerciendo una posición de autoridad. No hay autoridad respetada, no hay una autoridad que les parezca respetable. Si el Congreso cree que con una ley resolvemos todo y si el presidente no se alinea hay que vacarlo; mientras se siga pensando de esa manera no hay posibilidad de disciplina porque no hay una real responsabilidad. Si planteas que la responsabilidad solo la tiene quien gobierna, entonces no estamos entendiendo qué cosa es la democracia representativa. No hay la conciencia de que todos somos representados por nuestros jefes de estado y por nuestros congresistas. Entonces, el funcionamiento de los balances tan cacareados no puede existir porque solo hay una pugna de poderes no un equilibrio de poderes. Y en tiempo de pandemia las cosas se agudizan in extremis. La pandemia nos ha puesto frente a la posibilidad de morir, ha hecho que cada uno de nosotros vea incluso en los más cercanos un potencial agente de contagio. Esto por supuesto que tiene reverberaciones en el mundo interno y afectivo de cada quien. En una condición así se activa la ansiedad hasta niveles de pánico, nos hunde en la depresión, entonces es una situación muy seria. Lo primero que tendríamos que preguntarle a los dos candidatos es como se ven, no el 28 de julio, sino después. ¿Van a decir ‘el cargo era hecho a mi medida’ o se van a dar cuenta de que en este momento el cargo de presidente le queda grande a cualquiera?
¿No nos equivocamos de prioridades? Hemos planteado la dicotomía salud y economía pero no salud y democracia. Nadie pensó que se postergaran las elecciones. Hay un respeto muy grande por la democracia, entonces, que nos llevó a votar con un ausentismo tolerable.
Cito a uno de mis grandes maestros, Donald Winnicott. Él decía que la esencia de la democracia estaba en la cámara secreta, porque en la soledad absoluta de la cámara secreta cada ciudadano está enfrentado a sí mismo y a la posibilidad de que pueda contribuir a cambiar las cosas. Es una de las razones absolutas por las que el pueblo peruano ha desafiado la pandemia y ha hecho colas, porque ese momento del voto se hace con unción patriótica y democrática. Eso lo hemos logrado instalar en el imaginario político peruano. Lo que creo es que esta dicotomía, esta partición radical que se ha instalado mucho más en el universo político y mediático que en el universo social; puede hacer que la persona sienta que va a la cámara secreta no a reflexionar sino a poner el aspa en un cuadrado particular. Lo que quiere la democracia es que uno diga ‘con mi voto puedo cambiar el sentido de las elecciones’. Las estadísticas hacen que el ciudadano sienta que es un número y no tenga la ficción democrática de que su voto es el que cambia las circunstancias.
Comprendo que no se pida cambiar la fecha de las elecciones, pero no que dejemos que los candidatos provoquen aglomeraciones. Ellos deben ser ejemplo de prevención y respeto a la vida.
Es la especie de brecha, de abismo entre discurso y acción. Puedo decir ‘voy a tomar todas las precauciones’ y sin embargo voy a un mitin y me abrazo con todos, y grito y digo que no se está haciendo nada contra la pandemia. Ese divorcio brutal entre el discurso y la acción es algo que la sociedad quiere evitar que sea nuestro modo natural de comportamiento. Habría que decirles a los candidatos, ‘señores, el país entero les está pidiendo que den el ejemplo’.
¿Ha tenido, de las fuerzas que participan en el AN, pedidos para promover un acuerdo?
Por supuesto, he tenido diversas llamadas y una carta formal del decano del consejo de colegios profesionales para ver la manera de que el AN como espacio dialógico, podría ser lugar simbólico para esta posibilidad de construir consensos mínimos que no impidan a las dos candidaturas que lleven propuestas que creen que son importantes. En un momento hemos tenido la idea de tener una reunión del foro del AN en la que estén presentes los partidos nuevos que serían parte del legislativo, para establecer un puente.
Que el decano de los colegios lo pida, lleva a pensar que ante los partidos débiles y sin cohesión, podemos ver a los colegios y otras instituciones con nuevos ojos.
Ahí andaría con sumo cuidado. La idea de la cual surgió el AN fue la participación de la sociedad civil, los partidos presentes en el parlamento y las instancias de gobierno, nacional, regional y local. Tampoco se trata de que la sociedad civil le diga a las instancias de gobierno que le digan a los políticos lo que tienen que hacer. Hay una organización tripartita a manera de un triángulo equilátero. Los colegios profesionales han dicho ‘secretario, vea la forma de convocar a los dos candidatos y a los nuevos partidos que están en el Congreso’. Vamos a entregarles una carpeta con todo lo hecho en el último quinquenio. Nos estamos llevando la impresión de que los últimos años fueron de vacancias, disoluciones y ataques ad hominem; pero también se hicieron buenas cosas. Pero hay un inmediatismo que me lo explico porque tenemos a la muerte tocándonos la puerta y hay que hacer algo para ahorita. ¿Y que va a pasar después de ahorita?
Entonces, ¿en los próximos días el AN podría convocar a los dos candidatos para hablar de la vida y la democracia?
Una cosa que hemos aprendido en el AN es que la sociedad civil y la sociedad política, con ese pequeño grado de autoridad que nos da, nos hace consultar mucho la posibilidad de lo que se puede hacer. Te podría decir que el secretario del AN en acuerdo a decisiones de un sector importante de la sociedad civil y política, estaría encantado de hacer esa invitación, pero tendríamos que acercarnos con una delegación a ambos candidatos y preguntarles. Decirles, que esta es una propuesta que está surgiendo del AN, que tengan por favor en cuenta que hay cosas que garantizan un intercambio respetuoso. Estamos en una situación de emergencia y la construcción de una luz de esperanza es fundamental.