Congresistas de diferentes agrupaciones políticas se pronunciaron tras el mensaje  del presidente Vizcarra en el que exhortó al Legislativo a poner “celeridad” en los proyectos de la reforma de justicia. (Foto: Presidencia)
Congresistas de diferentes agrupaciones políticas se pronunciaron tras el mensaje  del presidente Vizcarra en el que exhortó al Legislativo a poner “celeridad” en los proyectos de la reforma de justicia. (Foto: Presidencia)
Juan Paredes Castro

Quienes creímos que el presidente tenía bien puestos los pies en la tierra, así no supiera adónde ir en muchas cosas, no salimos de la sorpresa de verlo instalarse cada vez más en una muy alta y errática nube.

Quizás hasta hace un par de meses hubiera sido comprensible que Vizcarra quisiera seguir envuelto en esa masa atmosférica vaporosa de las encuestas mensuales, cuyas seductoras cifras de aprobación y popularidad tienen también la ingrata suerte de que, pasado un tiempo, sobre todo en la política, se desvanecen, como ahora.

Tal parece que el presidente no es muy consciente de que la anticorrupción sin estrategia no funciona, que las reformas sin diálogo ni debate no van a ninguna parte y que el gobierno tiene que servir urgentemente a la sociedad con resultados concretos en salud, educación, seguridad y transporte, con más empleo y menos pobreza.

¿Quién tendría que remover las estructuras mafiosas de Transportes y Comunicaciones, por ejemplo? Si no lo hace el ministro Trujillo, tendría que irse. El mortal terminal de Fiori sigue siendo la mecha de una bomba de tiempo que alcanza a todo el transporte interurbano y provincial, en el que se va la vida y el tiempo de millones de peruanos, torturados a diario en atascos, buses sin aire y carreteras infernales.

Es cierto que el presidencialismo peruano concentra tanto poder que no hay nada que no pueda hacer Vizcarra, como igualmente el sistema concentra tanta ineficacia que no son pocas sus frustraciones. De lo que sí podemos estar seguros es de que en esas alturas del poder y sus marcados contrastes no es nada extraño que quien lo ostenta pierda fácilmente el sentido de la realidad.

Vizcarra, como Alberto Fujimori, quisiera que sus proyectos de ley salieran como por un tubo a través del Congreso, sin más revisiones ni debates. Si por él fuera ya lo hubiera disuelto, y posiblemente conservaría más popularidad de la que ha podido conservar después del referéndum. Le cuesta entender y respetar los cauces democráticos, eso que hace precisamente difícil gobernar.

De ahí que no renuncie al discurso confrontacional, que usó muy bien para poner en vereda a un fujimorismo parlamentario envalentonado, pero que ahora le sirve de poco o nada, porque todo lo que vaya a hacer en adelante como gobernante requiere de diálogo, negociación, acuerdos y concertaciones. La crisis de Las Bambas es un severo llamado al gobierno para aprender a manejar territorio, soberanía, ley, Constitución, Gobierno, Estado y nación. A no despertar un día diciendo que se trata de una crisis entre privados para luego despertar otro día asumiendo todos los costos. La comunidad demandando todo, el Gobierno cediendo en todo. El país perdiendo autoridad y confianza. ¿Y la minera haciendo mutis en todo?

Por cómoda que le parezca, baje de la nube, señor presidente, y póngase a gobernar. Su reencuentro con la realidad le permitirá ver mejor lo que tiene a este lado y al otro lado de la esquina del país, esquina en la que usted necesita madurar.