El ataque a la “derecha”, la columna de Jaime de Althaus
El ataque a la “derecha”, la columna de Jaime de Althaus
Jaime de Althaus

Martín Tanaka y Carlos Meléndez han aprovechado el enorme boquete abierto en la gestión económica de los últimos lustros por los casos de megacorrupción descubiertos para pasar a la ofensiva ya no solo contra la tecnocracia, sino contra el modelo mismo y contra la “élite de derecha del país”.

Tanaka anuncia “el final del sueño tecnocrático neoliberal”, que creía ilusamente que decisiones técnicas, libres de nefastas interferencias políticas, aseguran el mejor uso de los recursos públicos. Así, activando el piloto automático, los gobiernos de Paniagua, Toledo, García y Humala delegaron la toma de decisiones importantes a la tecnocracia. Pero resulta que esa tecnocracia también era corrupta porque “los privados tenían capacidad de amarrar con los funcionarios las bases de los concursos para beneficiar a postores específicos”. Los grandes empresarios secuestraron a los tecnócratas para sus fines. Y sentencia: “Estamos ante la falla de la élite de derecha, cómplice y complaciente con el mercantilismo que proclamaba denunciar”.

Es cierto que nuestra élite económica no califica aún como clase dirigente y  que algunos proyectos de Pro Inversión fueron lanzados con estudios inmaduros para facilitar chanchullos. Pero debe precisarse que las grandes empresas corruptoras eran brasileñas, ejecutoras de un perverso plan expansionista que usaba a la como instrumento. Y, sobre todo, que los casos de megacorrupción ocurrieron a pesar de, y en contra de, la opinión de la tecnocracia. Ocurrieron cuando los gobernantes decidieron no delegar las decisiones sino asumirlas como decisiones políticas precisamente. Cuando apagaron el piloto automático y tomaron ellos el timón.

Es el caso de la Interoceánica, el más grande hasta ahora. Gustavo Guerra García enumera la cantidad de vallas tecnocráticas que fueron barridas (al poderoso impulso de US$20 millones): esa obra no estaba priorizada en el plan del MTC, se le exoneró del SNIP, se licitó sin estudio definitivo de ingeniería, y con tramos muy grandes para excluir a empresas nacionales. Tecnócratas distinguidos como Luis Carranza renunciaron. También es el caso del gasoducto del sur, un proyecto político que según los economistas no es rentable, y que registró la presión directa de Nadine Heredia.

Pero también tuvimos muchas buenas APP, en las que no hubo interferencia política ni corrupción conocida: Muelle Sur y Norte, LAP, Tisur, Aeropuertos del Perú, hospitales IBT, carreteras, etc.

Carlos Meléndez llega a afirmar que “la derecha, especialmente la tecnocrática”, es la responsable del crecimiento sin instituciones (que prevengan la corrupción). Esa derecha cree que el crecimiento resuelve automáticamente los problemas estructurales (informalidad, desafección, centralismo) y tiene desprecio (o ignorancia) por el desarrollo de instituciones políticas.

Pero es un axioma que no hay mercado sin instituciones y hasta el malhadado Consenso de Washington reclamaba “seguridad jurídica para los derechos de propiedad”. Pregúnteles a De Soto y a Vargas Llosa. Sin seguridad y justicia no hay inversión. Las reformas del servicio civil, de la educación y las fallidas  para reducir la informalidad fueron gestadas en el MEF, no en la izquierda por supuesto. En cuanto a la reforma política, no se les puede pedir a los tecnócratas que la propongan. Esa es chamba de los partidos y los politólogos, y ya vemos los resultados.

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