Cecilia Valenzuela escribe sobre Julio Guzmán y César Acuña
Cecilia Valenzuela escribe sobre Julio Guzmán y César Acuña

ha crecido como niño obediente que se toma toda su leche, se ha pegado un estirón temprano. Como el que se pegó Ollanta Humala en el 2006. Pero la diferencia que observo entre uno y otro está en el discurso. El actual presidente hacía entonces uso y abuso del verbo radical y antisistema que un importante sector del electorado, sobre todo en el interior del Perú, quería escuchar en ese momento.

Su fracaso como líder, el estancamiento en el que se encuentra el país y el desencanto que su gobierno ha provocado entre sus seguidores y aliados ha desgastado también ese discurso pendenciero e intemperante que enarbolaba y que, desgraciadamente, le rindió frutos.

Pero Julio Guzmán no querría repetir las poses altisonantes de Humala, esas ya no le quedan ni siquiera a Daniel Urresti, el militar que ahora representa al nacionalismo.

El candidato de la “ola morada” ya no podrá entrar al mar por la izquierda, sabe que solo puede hacerlo por el centro porque ahí está el grueso del electorado; su problema, sin embargo, es que ahí también está el grueso de los candidatos. Ante tanta oferta, la demanda se tornará más exigente y una vez contrastados los discursos, el público informado que ahora lo ve con entusiasmo, le exigirá, además de rostro nuevo, ideas nuevas; y entonces la partida de caballo podría terminar en parada de borrico.

Los asesores de Julio Guzmán deben estar preocupados, su candidato aporta novedad, pero no puede seguir incurriendo en contradicciones gordas como lo hizo en las dos semanas anteriores, de lo contrario el público lo verá calato y ni su exitosa imitación de José José al lado de Los Chistosos lo recuperará.

Aun así, ningún asesor debe estar más preocupado que Favre; ya tuvo que pasar por el vértigo de indicarle a que no asista al foro anticorrupción convocado por Proética: dos días antes del evento la plana mayor del acuñismo se había enterado de que el plagio de la tesis doctoral se estaba verificando en los medios, la medida de urgencia fue enviar al candidato a la presidencia a visitar mercados limeños y a la candidata a la vicepresidencia a atarantar a los organizadores del debate.

Pero el bochorno no fue tal hasta que en la conferencia de prensa para justificar el plagio, su candidato no pudiera pronunciar la palabra bibliografía en frente de toda la televisión. Y a eso se le suma el dolor de cabeza de tener que cargar con un César Acuña malhumorado, irritado por el silencio de los que recibieron el honoris causa de la Universidad César Vallejo que ahora se hacen los locos y no salen a defenderlo. ¡Cómo es posible! Recuerdan al interior de la organización que a muchos de ellos se les otorgó el reconocimiento acompañado de cincuenta mil dólares y a la hora de la hora, ¿esta boca no es mía?

APP se ha convertido en una olla caliente que, aun antes de que llegue el fallo de la Complutense de Madrid, podría reventar.

En todo caso, lo nuevo de esta contienda es que las sorpresas se han adelantado demasiado, tanto que les darían tiempo a las candidaturas “tradicionales” para ajustar sus campañas y remontar.

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