¡A dejarse de vainas!, la columna de Juan Paredes Castro
¡A dejarse de vainas!, la columna de Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

L os principales responsables de la futura gobernabilidad del país, y , parecen llevar el gran tema de la reforma política al peligroso juego de la ilusión perdida.

Esta es la impresión que nos da un Kuczynski abrumado por otras prioridades en su cabeza, muy propias de la etapa de toma de riendas del gobierno, y una Fujimori que deshoja margaritas, entre cuatro paredes, sobre el comportamiento de su mayoría parlamentaria y sobre el destino político suyo, de cara al 2021.

Kuczynski se equivoca si piensa que la reforma política es un tema enteramente legislativo y que por consiguiente estará más en la cancha fujimorista que en la suya. Pero si quiere tener éxito en enfrentar la inseguridad ciudadana, la corrupción y el narcotráfico, en una dimensión más estructural que coyuntural, no podrá dar un solo paso, desde ahora, sin propiciar cambios y ajustes importantes en el Ministerio Público y en el Poder Judicial.

Tampoco podrá avanzar hacia medidas tributarias y otras reactivadoras de la economía y la inversión ni resolver la enorme brecha entre el crecimiento presupuestal del Estado y el bajo nivel cuantitativo y cualitativo de la gestión pública y sus resultados, poniendo a un lado las reformas que estos problemas calientes demandan a corto y mediano plazo.

Contra lo que algunos creen, Kuczynski no solo necesita del Congreso para gobernar sino para hacer gobernable el país, tornándolo sostenible en sus reformas democráticas antes que en los pies de barro de la actual débil separación de poderes.

Keiko tiene en su mayoría parlamentaria la oportunidad histórica de promover la gran reforma política, es decir el shock institucional que recuerde, en su fortaleza, el shock económico y financiero que su padre, Alberto, sacó adelante en 1990, con la paradoja actual de que ella y su partido tendrían que reivindicar, para la democracia, aquello que el autoritarismo de entonces dañó, distorsionó y postergó. 

La última campaña electoral hizo más evidente que nunca el desgaste profundo de nuestro sistema político y la necesidad de practicar en él lo más parecido a una operación quirúrgica a tórax abierto, capaz de remover muchas cosas de fondo, que no sea la sola obsoleta estructura electoral.

PPK y Keiko saben perfectamente lo que tienen que hacer en el Gobierno y en el Congreso, más allá de estos y aquellos modales. La realpolitik los pone a ambos en el horizonte de responsabilidades únicas e impostergables con el país.

Mirarse por un momento en el espejo del Alan García del 2006 podría darle a Kuczynski la lección de que no puede vivir esperando el saludo de su rival (la pataleta de perdedor de Humala fue entonces terrible) ni asustado por una mayoría parlamentaria con la que llegada la hora no tendrá más remedio que trabajar mediante buenas cuotas de inteligencia y otras tantas de cintura.

¡A dejarse pues de vainas!

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