Dos calvos peleando por un peine, por Aldo Mariátegui
Dos calvos peleando por un peine, por Aldo Mariátegui
Redacción EC

El esperpento es un género teatral creado por el autor español Ramón del Valle-Inclán, donde prima lo grotesco, donde la realidad es una burda pesadilla caricaturesca, los humanos se animalizan y la muerte posee protagonismo.

Esta reciente asonada en  refleja una vez más la condición estructural de esperpento que tiene nuestro país: masas vandálicas –agitadas por el violento líder etnocacerista Chavarría, aun más indocumentado mentalmente que ellos a juzgar por sus creencias políticas disparatadas y por su participación en el estrambótico ‘andahuaylazo’– atacan a una empresa, a la que acusan de “contaminar”, cuando estaba solo haciendo sísmica, y de la que quieren básicamente dinero (“indemnizaciones”), cuando Pluspetrol no iba a explotar nada allí, dado el desplome del petróleo y el gas por la técnica del  ‘shale’.

Este esperpento aumenta con un “ejército” que permite que esos vándalos entren a su cuartel a quemar cosas, una policía que dispara alocadamente en su eterna desesperación e incapacidad para imponer orden, y un ministro Mayorga que se baja inmediatamente los pantalones y echa a Pluspetrol y tira abajo toda seguridad jurídica.

Como cereza del esperpento tenemos de presidente a un ¡militar! que se muere de miedo de aplicar la autoridad –¡gracias a Dios no hemos tenido una guerra, porque cualquier invasor, hasta los haitianos, llega al toque a la Plaza Mayor de Lima a instalar su bandera si el resto de nuestros oficiales son como Humala!–, a un pobre joven muerto y a unos chiquillos limeñitos que hacen otra marchita infantil como protesta...

¿No es todo esto un esperpento absoluto (hasta el nombre “” es lisérgico), una demostración más de que somos un país de “desconcertadas gentes” (frase genial de Piérola), de que todo lo ocurrido es tan delirante como dos calvos peleándose por un peine?

Y en este esperpento es el ministro Mayorga el actor principal: un señor lleno de acusaciones por cruces de intereses, que está resucitando al desastroso Petro-Perú, que nos está haciendo dilapidar US$ 3 mil millones  en la cafetera vieja de la refinería de Talara y US$ 7 mil millones en un absurdo gasoducto al sur (leer “Futuro Gaseoso” en “Semana Económica” N° 1456), que encima va a ser construido por un forzado y afortunado postor único, que resultó nada menos que Odebrecht, una de estas polémicas constructoras brasileñas, como nuestra conocida OAS, que está siendo investigada por sobornos en su país: el jueves pasado el directivo de Petrobras, Roberto Costa, acaba de confesar que recibió US$ 31 millones de esta.

Pero lo más tragicómico es que le suceda esto a Humala, que fue el principal agitador del país desde el ‘locumbazo’, que basó su discurso político en la demagogia más ramplona y estuvo acompañado de agitadores políticos provincianos muy agresivos, como Nancy Obregón y Elsa Malpartida, porque Humala y su gente fueron los que empobrecieron terriblemente el debate político nacional.

De ser Pluspetrol, me largaría de aquí a buscar gas a EE.UU. o Canadá, a un país civilizado, de reservas más accesibles, cercano a los circuitos importantes y sin Chavarrías ni Mayorgas ni Humalas ni vándalos.