(Editorial) Orgullo, Fe y Alegría
(Editorial) Orgullo, Fe y Alegría
Redacción EC

No hay pistas asfaltadas que lleven al Colegio No. 58 de Fe y Alegría, en Jicamarca. La escuela tampoco tiene agua potable ni desagüe. Sus profesores reciben los mismos sueldos y condiciones que el resto de maestros del sector público y varios enfrentan la incertidumbre de si las autoridades estatales aprobarán la renovación de su contrato el siguiente año. El gobierno no le asigna personal de servicio, por lo que las labores de limpieza y mantenimiento las suelen asumir los padres de familia. Pero nada de eso ha impedido que el Colegio No. 58 logre el gran orgullo de ser y el primer lugar de todos los colegios Fe y Alegría de América Latina en comprensión lectora.

Fe y Alegría trabaja en lo que en la práctica es una asociación público-privada con las escuelas estatales, encargándose de su gestión con cierta mayor independencia que la que tienen los directores de los colegios públicos. Esta mayor independencia le ha permitido introducir cambios en las instituciones que gestiona que han generado mejoras educativas muy importantes (en promedio sus instituciones obtienen mejores resultados que las administradas por el Estado).

El colegio de Jicamarca, por ejemplo, ha logrado que el 80% de los alumnos de segundo de primaria alcance un rendimiento satisfactorio en la evaluación de comprensión lectora en parte gracias a una metodología creativa. Se hizo un sistema de biblioteca abierta, con un diseño acogedor, y que permite que los niños se lleven los libros a casa. Además, por cada libro leído, los niños reciben un punto, y por cada cierto número de puntos reciben una pulsera, lo que ha fomentado la lectura. El mejor desempeño en comprensión lectora, además, ha permitido que mejore el razonamiento matemático, pues los niños entienden mejor las preguntas de las evaluaciones matemáticas.

Asimismo, en el Colegio No. 58 se ha logrado un sistema interesante para seleccionar profesores. La directora organiza una clase modelo y contrata solo a los profesores que han sabido captar la atención de los alumnos (cosa que no pueden hacer los directores de escuelas públicas administradas por el Estado).

Por otro lado, los docentes de esta institución coinciden en que ella tiene algo que es difícil de medir pero que puede hacer toda la diferencia: mística.

Así como las experiencias de Fe y Alegría, hay otras más de cooperación con el sector privado que también están generando resultados impresionantes. Una de ellas es el programa Leer Es Estar Adelante de la Fundación BBVA Continental y que es gestionado por el Instituto de Estudios Peruanos. Este proyecto, que llega a 935 escuelas públicas y que incluye casi a 53 mil alumnos, busca elevar los niveles de comprensión lectora de los estudiantes de tercero a sexto grado de primaria. Sus resultados son sorprendentes. Entre ellos, en cuatro años, la proporción de alumnos que alcanzan los niveles esperados de compresión de lectura aumentó de 6% a 30% en las instituciones de las cinco regiones donde se desarrolla el programa.

En este caso, según la misma fundación, el éxito del programa radica en los materiales educativos diseñados para alumnos y profesores (que han sido diseñados según las necesidades de cada región) y en el acompañamiento pedagógico que se les da a los docentes.

Como se ve, no hay una receta única para mejorar los colegios públicos y hay muchas iniciativas importantes que se vienen poniendo en práctica. Pero, lamentablemente, nuestro sistema educativo hace que la regla sea que la administración de los colegios públicos dependa de una burocracia centralizada que impide que florezcan nuevas iniciativas educativas y que los recursos se dirijan hacia las escuelas que obtienen mejores resultados. Por eso, es importante una reforma que le dé más autonomía a los directores, que explore más asociaciones público-privadas con las instituciones que están haciendo bien las cosas y que permita (por ejemplo mediante un sistema de ‘vouchers’ educativos) que los recursos lleguen ahí donde sean mejor usados. Y es que el orgullo que genera el Colegio No. 58 no debería ser privilegio de solo unos cuantos niños en el Perú.