Lo hemos reiterado más de una vez: una de las más importantes tareas que debe afrontar el nuevo gobierno es restaurar la paz, para lo cual tiene que erradicar los remanentes del terrorismo, hoy aliados del narcotráfico.
Es en este contexto que se debe analizar la entrevista concedida por el cabecilla senderista ‘Artemio’, en el “corazón del Alto Huallaga”, a un grupo de periodistas peruanos (de IDL-Reporteros) y extranjeros, donde reconoce laderrota del senderismo por parte del Estado Peruano, pero a renglón seguido plantea una serie de inaceptables condiciones para deponer las armas.
Con un discurso ambiguo, por un lado declara: “No tenemos la mínima intención de blandir las armas de la guerra, de la lucha armada”, pero, por el otro, insiste en mantener “una fuerza armada en aras de garantizar la postura nuestra”.
Luego, llega a plantear una solución política, una “tregua militar” y la posible desmovilización, pero poniendo condiciones que la harían inviable. Así, indica que se avendría a entregar las armas, pero entendiendo por ello solo su destrucción pública. Y, lo que es un absurdo y una amenaza, alude a una aparente “cuestión de principios” que no es más que dejar la puerta abierta para patear el tablero: primero, su sujeción ideológica y operativa al cabecilla mayor, Abimael Guzmán; y luego, su supuesta lealtad a sus compinches presos y libres, para lo cual dice: “Estamos dispuestos a inmolarnos”.
Ante todo esto, subrayamos que el orden, la tranquilidad y la paz son objetivos trascendentales, que están en la base del Estado de derecho. Sin embargo, recordamos también que fueron los grupos terroristas los que iniciaron una espiral de odio y destrucción que desangró al país por dos décadas y causó decenas de miles de muertes. Y si bien ‘Artemio’ reconoce su derrota, no expresa ni una palabra de arrepentimiento ni de perdón. Tampoco se menciona que hoy los remanentes terroristas son muy pocos; que se han convertido en despreciables aliados y mercenarios de las mafias criminales del narcotráfico, a las que protegen a cambio de financiamiento; y que siguen enlutando al país, pues son responsables directos de arteros y sangrientos atentados contra las fuerzas del orden que garantizan la presencia del Estado en zonas tan difíciles como las del VRAE.
¿Cómo tomar, entonces, las palabras de ‘Artemio’? ¿Cómo se le puede creer su anuncio de que “no va a haber ningún tipo de ataques”? ¿Cómo podría pensarse en una amnistía, y menos generalizada, si ni siquiera hay visos de arrepentimiento ni perdón?
Alentamos los esfuerzos del Estado para promover el diálogo y la desmovilización de grupos subversivos, como se hizo en Colombia. Pero ello pasa por una rendición incondicional y la entrega de las armas, más aun si reconoce su derrota. Lo que no se puede hacer es caer en su juego dialéctico, quizá para ganar tiempo y seguir recibiendo fondos del narcotráfico. Queremos la paz, pero no a cualquier precio. Los terroristas no son fuerzas beligerantes con las que el Estado puede negociar treguas, ni menos aceptar condiciones absurdas.
Existen, sí, mecanismos como la ley de arrepentimiento y colaboración eficaz para quienes quieran ponerse a derecho. En tanto, el Gobierno tiene que revisar y afinar su política antiterrorista y antinarcotráfico, evaluando presupuestos, logística y, sobre todo, estrategias de inteligencia y operativas para terminar de erradicar esta lacra que tanto daño, sangre y confrontación sigue causando al Perú.