Ese otro poder del que nadie habla, por Juan Paredes Castro
Ese otro poder del que nadie habla, por Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

Ni en la primera vuelta electoral ni ahora en camino a la segunda hemos escuchado decir nada a los candidatos sobre ese otro poder que está por debajo del presidencial, y que, según cómo se use, puede determinar el éxito o fracaso del gobierno.

Se trata de la Presidencia del Consejo de Ministros, ambiguamente puesta en la Constitución, pero que bien podría ser el motor del gobierno del día a día; una pieza administrativa más de segunda; o el envenenado espacio abierto a la intromisión política, como ha sido en el último período presidencial.

Lo que ha demostrado la experiencia de los pocos gobiernos demócratas que han intentado asignar a la  un papel fundamental es que esta, en efecto, puede funcionar, en la práctica, como una jefatura de gobierno, para dejar que el presidente de la República dedique un mayor tiempo a una jefatura de Estado casi inexistente y a políticas de largo plazo generalmente descuidadas.

Sea cual fuere el estilo que le impriman a su gobierno Keiko Fujimori o Pedro Pablo Kuczynski, la PCM tendría que suscitar en ella o en él una importancia especial, por dos razones: una, porque durante el gobierno de Ollanta Humala ha sido usada como poder delante del trono de la primera dama Nadine Heredia; y porque un cargo de esta naturaleza puede más bien vigorizar, descongestionar y abrir políticamente más la gestión presidencial hacia concertaciones y consensos imprescindibles.

Hay que liberar, pues, a la presidencia de la República y a la PCM de los poderes oscuros que tienden a coparlas, manipularlas y degradarlas. Keiko Fujimori sabe lo que fue el poder en las sombras de Vladimiro Montesinos. PPK sabe lo que es pasar, con eficiencia y transparencia, por la PCM. Y ambos no tienen que ignorar lo que ha sido la PCM durante la presidencia de Ollanta Humala: el despacho a media luz de Nadine Heredia. Una PCM salvada, por momentos, en sus barnices democráticos, por Salomón Lerner y Óscar Valdés, primero; y César Villanueva, Ana Jara y Pedro Cateriano, después.

El problema es que cuando la PCM es apartada de sus funciones reales y más gravemente aun cuando es veladamente secuestrada, hasta los viceministros pasan a constituir poderes oscuros, con los cuales el jefe del Estado despacha antes que con sus ministros. Se abre así, entre la intromisión civil y la intromisión militar, un abanico de poderes oscuros, como los que rodearon y aún rodean el Caso Óscar López Meneses, ex operador de Montesinos, de cuyo descomunal resguardo policial en su domicilio, descubierto por Willax TV, solo conocemos el silencio.

Quien sea el primer ministro o primera ministra de Keiko Fujimori o de Pedro Pablo Kuczynski, estará llamado o llamada a reivindicar un cargo muy venido a menos en los últimos tiempos, y a hacer más real, transparente y eficaz la presidencia, para que esta, con todos los poderes que concentra, no tenga esa condición de ficticia, es decir, de estar colgada de la pared.

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