¿Función usurpada?, por Juan Paredes Castro
¿Función usurpada?, por Juan Paredes Castro
Redacción EC

JUAN PAREDES CASTRO ()
Editor central de Política

Contra su habitual estilo de permanecer más bien en la sombra, el publicista argentino-brasileño se ha convertido en un opinante visible y ruidoso en la vida política del país, principalmente en las redes sociales.

Un ciudadano del mundo como él, afincado desde hace meses en Lima, no sabemos si como turista o asesor electoral formal del Partido Nacionalista, tiene sin duda plena libertad para pensar y expresarse libremente en un país democrático que conoce muy bien, en el que tiene muy buenos amigos y por cuyo futuro político seguramente se preocupa con la mejor de las intenciones.

Valga esto último para recordar el rol decisivo que jugó su asesoría electoral en la segunda vuelta del 2011 para que su entonces pupilo Ollanta Humala asumiera su compromiso con la hoja de ruta (respeto al sistema democrático y al modelo económico vigentes) y consiguientemente ganara la elección presidencial.

Lo que sorprende ahora en Favre no es su condición de asesor gubernamental o electoral ni su abandono del trabajo entre bambalinas ni su presencia polémica en las redes sociales. No es la primera ni la segunda vez que ello ocurre en los últimos tiempos. Ya lo tuvimos protagonizando el salvataje político y electoral de Susana Villarán durante el proceso de la revocación municipal.

Digamos que Luis Favre, con todas sus letras y con todos sus antecedentes, es una figura familiar en la política peruana.

Lo insólito de las últimas 48 horas es que Favre parece haber pasado a ocupar de facto la función de portavoz autorizado del gobierno, después del presidente de la República.

No otra cosa se desprende, como conclusión, del intenso trabajo de refutación y esclarecimiento puesto a su cargo, en el Twitter, sobre la compra de los binoculares por el Ministerio del Interior. Nadie salió al frente de la denuncia de El Comercio desde las primeras horas, dispuesto a decir lo que fuere, como él; nadie le puso a sus palabras la sangre caliente oficialista de respuesta, como él; nadie jugó los dados del desmentido que no era un desmentido, como él; nadie, en suma, dio la cara ni terminó hablando prácticamente a nombre del gobierno, de la mañana a la noche, como él.

La pregunta que todos nos hacemos es qué ha pasado con el primer ministro, César Villanueva, cuya primera función constitucional, la de ser el portavoz autorizado del gobierno, después del presidente de la República, de pronto resulta súbitamente sustraída, usurpada. Y no es la primera dama, Nadine Heredia, quien lo hace, con la experiencia de haber puesto más de una vez algunos puntos sobre las íes en algunas definiciones gubernamentales, precisamente desde esa función de portavoz, que cada cierto tiempo queda, más que vacante, en el aire.

La vocería del gobierno no puede quedar así nomás vacía, en el limbo, para que la ocupe el primero que pase delante de ella, como lo ha hecho ayer Favre, durante varias horas.

La vocería del gobierno, aunque guarde oficial discreción y hasta silencio, merece el mayor de los respetos.