Mincetur: Chinchero tendrá vuelos de 6 países de América Latina
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Diana Seminario

Los desastres naturales en el Perú son cíclicos, la también. Los primeros son inevitables, pero sus consecuencias pueden controlarse. Para los estragos de la corrupción no hay reconstrucción que valga ni estado de emergencia que la prevenga, siempre termina de desbordarse y salirse de todo cauce.

La semana pasada, ambas calamidades llegaron juntas, sin ninguna prevención y con un número incalculable de damnificados.

No encontramos palabras para describir lo que se siente cuando vemos lo sucedido a través de la televisión y los diarios: ciudades inundadas, carreteras cortadas, familias desesperadas porque pierden lo poco que tienen. En el norte, la historia es conocida, la vivieron en 1983, y también durante el casi olvidado Niño de 1972. Se repitió en 1998. Hoy, 19 años después, la naturaleza vuelve a sacarnos la lengua, las autoridades ponen cara de “los vamos a ayudar”, se toman una foto en el lugar de los hechos, hacen el ademán de escuchar a los damnificados, se suben al avión, se sacan las botas; y a otra cosa mariposa.

“No estábamos preparados como país para este tipo de cosas. Estamos desplegando el máximo esfuerzo”. Esta es la resignada frase del presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala. Como si con afirmar que no estamos preparados (que eso ya lo sabemos), vamos a aliviar la penosa situación.

Ante tremendo conformismo vale la pena preguntarle al jefe del Gabinete: ¿Qué pasó con la declaratoria de emergencia en 14 departamentos del Perú ante un fenómeno de El Niño inminente? Esta medida se tomó en setiembre del 2015, porque las lluvias se esperaban el verano pasado. ¿Y los trabajos de prevención? ¿No se hicieron? Los decretos de “emergencia” tienen como objetivo derivar dinero, comprar sin licitación, casi un ejecutar sin control, ¡porque estamos en emergencia!

La suspicacia es válida, otra vez la corrupción vino a hacer de las suyas y nos dejó expuestos a los vaivenes del clima. ¿Lo que se debió prever para el 2016 ya no vale para el 2017? Las mismas escenas, la rabia de siempre.

Chiclayo y Piura son dos de las ciudades del norte más afectadas por las lluvias. Ciudades prósperas, agroexportadoras en crecimiento, focos turísticos por excelencia, gente querida, gastronomía privilegiada; ahora golpeadas no solo por el clima, sino por la desidia de sucesivos gobiernos. ¿Alguien dijo país en desarrollo?

Desgraciadamente, en unos cinco o diez años volveremos a ver las mismas imágenes, porque, así como no estamos preparados para desastres naturales, tampoco lo estamos para enfrentar el huaico de la corrupción confirmada en los últimos días.

El desastre pasará, y seguramente nos enfocaremos en otras noticias y la vida continuará, hasta que el huaico vuelva a caer. Cuando se activaron las alarmas de la grosera sobrevaloración de la carretera Interoceánica, nadie quiso oír. Ahora vemos en qué acabó la historia. Las nubes negras de ahora tienen un nombre: consorcio Kuntur Wasi, veremos si esta tormenta deja damnificados. “Es que no estábamos preparados como país”.

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