Ideologías de la corrupción, la columna de Jaime de Althaus
Ideologías de la corrupción, la columna de Jaime de Althaus
Jaime de Althaus

El repudiable acto de corrupción del omnipotente ha relanzado las clásicas fobias antimercado, funcionales al statu quo corrupto. Así, el defensor del Pueblo diagnostica que el sector Salud se encuentra en una crisis agravada por un modelo de tercerización de servicios sin reglas claras, y el inefable contralor se suma al coro proclamando la auditoría de todos los convenios firmados por el en los últimos tres años.

Cuando la verdad es que el Seguro Integral de Salud (SIS) compra servicios a privados por solo 80 millones (de un total de 1.600 millones), y solo se terceriza cuando no hay capacidad en los establecimientos públicos. El problema no está en la tercerización ni en los convenios. Está en los establecimientos públicos, en su gestión intrínsecamente ineficiente y corrupta, que lleva a comprar servicios fuera.

Una de las frases célebres del Dr. Moreno fue: “Por ejemplo, el hospital Loayza no tiene densitómetro. Está malogrado. Que siga malogrado…”. Así podrá llevar a los pacientes a una clínica privada donde atienden los propios médicos del Loayza, según explicó. Pero es conocido que en los propios hospitales funcionan clínicas privadas de los médicos, donde atienden por las tardes en vista de que solo trabajan 4 horas efectivas matinales. Allí tendría que entrar el contralor.

La solución es concesionar los hospitales, para que tengan una administración seria, exigente, por resultados, que asegure que no haya densitómetros malogrados. Naturalmente, algunos dirigentes se oponen. Hay siete iniciativas privadas en ese sentido hace dos años y no se les dan trámite.

El problema no es el SIS, que funciona mucho mejor que Essalud. El SIS sí opera casi como un seguro: no maneja establecimientos; es un fondo que celebra convenios con hospitales por cantidad de gente atendida y paga contra productos entregados: si la entidad cumple, se le da el siguiente tramo. Falta perfeccionarlo, pero ha sido un avance.

El problema es que el número de afiliados fue ampliado demagógicamente sin exigir copago a los que pueden. El SIS tiene ahora 17 millones de afiliados, el doble que Essalud. Pero con la crisis fiscal post boom, colapsó. No está pagando. Inicialmente estuvo diseñado para atender solo a los pobres. Pero los pobres son ahora solo el 21% de la población y el SIS atiende al 52% de ella. Los no pobres deben pagar una parte de la atención (copago) y contribuir, pero ya se les regaló gratuidad.

Porque, además, hay otro problema: el SIS, siendo gratuito, subsidia la informalidad, mientras la formalidad está gravada con el pago de Essalud, pensiones, sobrerregulaciones, costos de despido altos o imposibles, etc. Pero el SIS se clava su propio puñal, porque a más informalidad, menos recaudación para pagar el SIS. Santiago Levy propone que los aportes a Essalud y pensiones salgan de la tributación general, no de la planilla, y leyes laborales más inclusivas. ¿Un sueño?

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