La ingratitud de los elegidos, por Juan Paredes Castro
La ingratitud de los elegidos, por Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

Como el pastor que busca poner orden en su rebaño, cuando tiene más posibilidades de perderlo que de recuperarlo, no logró esta semana que la sensatez retornará a su bancada parlamentaria, en la que Carlos Bruce, Salvador Heresi, Juan Sheput y Gilbert Violeta ya no parecen representar nada que se parezca a la organización política que llevó al poder a Peruanos por el Kambio.

reapareció de pronto con aires destemplados, pidiéndole cuentas al gobernante de turno por la confianza y facultades concedidas, como si fuesen favores de su partido y no responsabilidades de su mayoría parlamentaria, y encima olvidando el compromiso de esta mayoría con una reforma política pendiente que no necesita permiso de nadie para dar sus primeros frutos.

Entretanto, , jugando a la anti-Blancanieves del cuento, pretende reinar sobre los enanitos viejos (en términos electorales) del Frente Amplio, recordándoles en todo momento (con cifras de votación a la mano) que no tendrán otra candidata presidencial de talla como ella, que habla español, francés y quechua y que puede construir el nuevo caballo de Troya del antisistema o del neochavismo para tomar el poder en el 2021. Llegado el momento, quizás ella ya no necesite tampoco de los enanitos como decidió no necesitarlos Humala al comienzo de su régimen, cuando abandonó la gran transformación.

Kuczynski, Fujimori y Mendoza, depositarios de las mayores votaciones de las últimas elecciones, reflejan, hoy en día, junto con los miembros de sus respectivas bancadas, la más grande ingratitud con los electores, los suyos, que hace mucho tiempo esperan una pronta y efectiva reforma política y electoral que ponga fin precisamente a los barrios de broncas de los partidos y nos devuelva el civilizado sentido de una democracia que sentimos que la perdemos día a día.

Los truculentos comportamientos políticos de los últimos tiempos son demostraciones de la ingratitud de los elegidos con quienes les dieron sus votos, confiados, una vez más, en que pudieran ofrecer un mejor espectáculo de su conducta que la triste y ridícula que vemos hasta el cansancio.

Ahí está la agenda de reforma política, esperando que quienes tienen la sartén por el mango, los parlamentarios, la ejecuten, incluso contra sus deseos de que todo siga igual, como ha sido hasta hoy.

La suerte de nuestro crecimiento económico se hipoteca cada vez más a la suerte de nuestro desastre político. Necesitamos romper con esta endémica maldición.

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