Esta semana se conoció la decisión del JNE de permitir a los parlamentarios del Congreso disuelto participar de la competencia para obtener nuevamente una curul en enero del 2020. (Foto: Difusión)
Esta semana se conoció la decisión del JNE de permitir a los parlamentarios del Congreso disuelto participar de la competencia para obtener nuevamente una curul en enero del 2020. (Foto: Difusión)
María Alejandra Campos

A medida que se acerca la fecha final para inscribir las listas para las , renace la sensación de estar entrando en el mismo menú cucarachento que nos dejó mal del estómago la última vez.

Una rápida mirada a la carta publicada hasta ahora hace prever que los platos no serán ni más contundentes ni más pulcros que antes. Y que una indigestión inminente se ciñe sobre el verano peruano.

Ante esta perspectiva, la reacción será la de siempre. Taparse la nariz y apurar el bocado, que de todas formas hay que votar, porque si no, nos cae multa.

–Adiós, Susel–

Esta semana arrancó con dos noticias sumamente relevantes para el escenario electoral. La primera fue la decisión del JNE de permitir a los parlamentarios del disuelto participar de la competencia para obtener nuevamente una curul en enero del 2020. La segunda, la renuncia de Susel Paredes a la lista de Somos Perú.

Ambos hechos son síntomas de un mismo problema. Estas elecciones no van a traer un Congreso de mejor calidad que el anterior, sino sencillamente uno con menos músculo para golpear al Poder Ejecutivo.

Muchas caras conocidas desfilan ya por los sets de televisión, las estaciones de radio y las páginas políticas de los diarios. Susel era acaso una de las pocas que generaba expectativa en el microsistema de las redes sociales. Sin embargo, se topó con el problema de fondo: no encontró un partido lo suficientemente limpio con el cual postular. La otrora organización de Alberto Andrade, ahora comandada por el conservador Manuel Masías, no parecía ser coherente con los ideales de igualdad que Paredes proclama.

Un reportaje en “Panorama” le dio la excusa que necesitaba para alejarse del partido sin generar mayores cuestionamientos. Lo que no encontró la funcionaria de la Municipalidad de La Victoria fue una alternativa en la cual recaer que no significase un costo político para su candidatura.

–Una reforma, por favor–

Y es que el quid de la cuestión no son los candidatos de turno, sino el sistema de partidos caduco que los acoge. Según el Latinobarómetro del 2018, 0% de peruanos confía mucho en los partidos políticos y 57% no confía para nada en ellos.

La próxima elección nos va a dejar un Parlamento tan o más fragmentado que los anteriores –aunque sin una fuerza mayoritaria– que no tendrá un correlato en el gobierno, con lo cual su capacidad para impulsar reformas complejas y de alto impacto será muy reducida, por no decir inexistente. Con esto, el único tema relevante que se perfila para el período 2020-2021 es el de retomar la reforma política abandonada por el Congreso disuelto y el Ejecutivo.

Fortalecer la representación política debería ser la principal meta de los próximos padres y madres de la patria. Aunque, claro, esperar ese nivel de consenso y madurez de un minicongreso con poca experiencia y mucha dispersión de agendas tal vez sea mucho pedir.

Me disculparán el pesimismo. Esperemos que me equivoque y que la chanfainita parlamentaria nos traiga una grata sorpresa.

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