(Ilustración: Rolando Pinillos)
(Ilustración: Rolando Pinillos)
/ Rolando Pinillos
María Alejandra Campos

Se me ocurren pocas cosas más tediosas que esta campaña electoral. Es importante, importantísimo, contar con una representación parlamentaria decente para que el Perú pueda avanzar, pero cuánto cuesta prestarle atención a esta obra sin protagonistas. Es como si el encargado del cásting solo hubiese convocado a actores para los papeles de árbol y roca y el de la escenografía hubiese optado por un minimalismo gris para acompañarlos.

La gran estrella de la campaña es –y seguirá siendo por varias semanas– el voto blanco y viciado, y el ausentismo electoral. Y aunque no es el más sexy de los temas para discutir antes de una votación, vale la pena revisar algunos puntos que serán relevantes para el resultado final.

Lo primero es cuánta gente va a votar. En la última elección presidencial del 2016, el 18,1% de los electores hábiles prefirió quedarse en su casa. Eso es 4,2 millones de peruanos, una barbaridad de gente. Pero lo más preocupante del caso es que el porcentaje de ausentes ha ido aumentando a lo largo del tiempo. En el 2006 fue 11% y en el 2011, 16%. Con lo cual, haciendo una proyección simple y tomando en cuenta que estas elecciones generan bastante menos interés que unas presidenciales, podemos esperar que más del 20% de electores hábiles no participen en los comicios de enero.

Lo segundo es la evolución del blanco o viciado (B/V). Actualmente, la encuesta de El Comercio-Ipsos muestra a un 51% de indecisos. Es decir, aquellos que aún no saben por quién votar, o que piensan hacerlo B/V. Tal vez por asociación con la elección presidencial, se tiene la idea de que el B/V se va reduciendo a medida que se acerca la fecha de la votación, pero puede ocurrir que este se mantenga estable en el tiempo.

En el 2016, según información de la web de la ONPE, el 35% de electores votó en blanco o vició su voto para elegir congresistas. Ese es el mismo porcentaje que sumaban en las encuestas los B/V y los indecisos desde al menos tres meses antes de la elección. Por ejemplo, en enero del 2016, Ipsos daba 31% para este segmento, 35% en febrero y 35% en marzo.

El último simulacro de votación que publicó Ipsos fue un poco más optimista y registró 30% de blanco o viciado a una semana de la elección. Ello podría significar que un porcentaje de los que finalmente se ausentan sí tenían su voto pensado cuando fueron encuestados. Por lo tanto, la proporción de blancos y nulos sería finalmente un poco mayor que la registrada por las encuestas.

En el 2011, en cambio, el porcentaje de B/V sí disminuye significativamente. A tres semanas de la elección, 35% declaraba a Ipsos que iba a votar B/V o que no sabía por quién votar. Finalmente, la ONPE registró solo un 23% de B/V en las elecciones parlamentarias de ese año. Buena parte de esa variación se debió al vertiginoso ascenso en las preferencias del entonces partido de Ollanta Humala, Gana Perú. Sin embargo, al carecer de candidatos presidenciales, nada parece augurar que un escenario similar se repita en la jornada del 26 de enero del 2020.

En resumen, si el ausentismo supera el 20% y el porcentaje de B/V no varía significativamente con lo que ya registran las encuestas –pongamos un optimista 40%–, el próximo Congreso podría ser elegido con los votos de tan solo la mitad de la población.

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