Hemos actuado con velocidad y firmeza en parte porque, dada nuestra debilidad estatal, de no hacerlo nuestros escenarios eran muy malos. (Foto: Presidencia)
Hemos actuado con velocidad y firmeza en parte porque, dada nuestra debilidad estatal, de no hacerlo nuestros escenarios eran muy malos. (Foto: Presidencia)
Eduardo  Dargent

¿Qué factores explican las grandes diferencias en la calidad de respuesta de los países frente al ? Aunque es pronto para una respuesta definitiva, la politóloga Sofia Fenner nos presenta agudas reflexiones para responder dicha pregunta (“State, Regime, Government, and Society in Response: Establishing Baseline Expectations”, Duck of Minerva). Plantea cuatro variables relevantes para explicar las diferencias.

Primero, el régimen político, que separa entre democracias y autoritarismos (una distinción que reconoce simplista pero útil). Segundo, la capacidad estatal, entendida como la infraestructura para implementar políticas públicas. Incluye infraestructura física, calidad de las burocracias, tamaño y penetración de la red de salud, entre otros aspectos. Tercero, la calidad del liderazgo entendida como la velocidad para adoptar decisiones y dirigir la respuesta estatal. Finalmente, la aquiescencia y colaboración de la sociedad ante estas medidas.

Se puede criticar la propuesta por tratar como independientes a variables con puntos de contacto o podemos señalar otros factores relevantes. Pero en general el ejercicio es valioso y permite llegar a conclusiones interesantes.

Una es que más que el régimen político, lo que viene resultando más relevante para la respuesta exitosa es la capacidad estatal. Importan más las capacidades de los estados para prevenir, detectar a tiempo a los infectados, aislarlos y curar a los enfermos que la forma de ejercer el poder. Obviamente esta capacidad está relacionada con la riqueza de un país, pero como enseñan las graves limitaciones sanitarias de Estados Unidos, es más que simplemente riqueza. Otra, que la relevancia del liderazgo se hace evidente al ver países con alta capacidad que fallan de manera grosera.

¿Qué nos dice este análisis sobre el Perú? A pesar de nuestra debilidad estatal, especialmente una red de salud precaria, somos un caso que viene superando las expectativas. Y esta diferencia se explica en buena parte por el liderazgo del Gobierno, al que podemos criticar por tal o cual aspecto, pero que en general ha actuado bien.

El artículo, sin embargo, sirve para recordarnos lo que nos costará mantener esos buenos resultados. Hemos actuado con velocidad y firmeza en parte porque, dada nuestra debilidad estatal, de no hacerlo nuestros escenarios eran muy malos. El ministro de Salud, , tiene claro este panorama y explica la estrategia adoptada en una reciente entrevista (“El martillo y el baile”, IDL-Reporteros). Incapaces de aplicar pruebas masivas para controlar la expansión y teniendo en cuenta la excesiva carga que tendría nuestro débil sistema de salud, tuvimos que golpear como martillo con medidas duras iniciales. En la siguiente fase podemos ir soltando restricciones, pero bailando con la situación, avanzando y retrocediendo.

Y obviamente hay que actuar con urgencia para compensar nuestra debilidad en áreas claves: muestreo y laboratorios. La solidez macroeconómica nos ayuda a enfrentar el problema y debe ser reconocida. Pero nuestras debilidades históricas en servicios sociales, en parte agravada por anteojeras ideológicas neoliberales más recientes, nos hacen vulnerables. Cuando esta noche aplauda al personal sanitario por su sacrificio, recuerde que su alto riesgo actual se explica en parte por nuestro pasado desinterés en la salud.

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