De túnel en túnel, con Guzmán y el JNE; por Juan Paredes Castro
De túnel en túnel, con Guzmán y el JNE; por Juan Paredes Castro
Juan Paredes Castro

De pronto hemos terminado metidos en el túnel político del candidato presidencial Julio Guzmán y en el túnel jurídico del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), con casi ninguna salida aceptable en uno y otro caso.

El JNE no sabrá qué hacer, desde el próximo martes, con la candidatura de Guzmán, si rechazarla o pasarla por agua tibia, como ha hecho el Jurado Electoral Especial (JEE) de Lima Centro. Guzmán, por su parte, tampoco sabe qué gestión presidencial ofrecerle al país, después de tanta improvisación acumulada en su partido, en su proceso de inscripción y en su campaña a salto de mata.

Estamos en una competencia por los poderes presidencial y parlamentario en medio de un horizonte de tinieblas, de reglas de juego enmarañadas, de autoridades electorales expertas y mediocres, diligentes y gelatinosas, y de protagonistas que buscan vencer según cómo rueda la cabeza del adversario más próximo y que evitan perder inclusive abandonando el proceso para no arriesgar un pobrísimo resultado.

Todos los que tenemos la cabeza en su sitio y el hígado también quisiéramos que Julio Guzmán siguiera en la carrera presidencial, siempre y cuando nos demuestre que se lo merece, por dos razones:

El derecho a participar en política incluye la obligación de respetar las reglas de juego democráticas comunes a todos los contendores. Aquí, el derecho y la obligación no están divorciados. Forman parte de un todo. Y si el partido de Guzmán, Todos por el Perú, está en falta grave, es lógico y normal que el JNE y el JEE de Lima Centro, con todas sus torpezas, hayan puesto su candidatura al extremo de la respiración artificial.

Son los errores y descuidos propios de su partido los que han llevado la candidatura de Guzmán al estado de suspenso que vive, agravado por el enredo jurídico de quienes debieran ser impecables en la aplicación e interpretación de las leyes electorales. Ahora nadie sabe exactamente lo que según el JEE tendría que subsanar Guzmán, que a su vez el JNE considere insubsanable; y hasta qué punto es para el JEE inadmisible lo que para el JNE resulte improcedente.

Lo que queda claro para todos es que la candidatura de Guzmán convulsiona en los brazos del JNE y del JEE, mientras la credibilidad jurídica de estos se desmorona en sus propias intrincadas resoluciones. Es parte de un sistema político caduco y enrevesado y de una “democracia interna” en los partidos que tiende más al desbarajuste corrosivo que a un aprendizaje de salvación.

Entre su voto singular y su silencio, el presidente del JNE, Francisco Távara, ayuda poco o nada a ver algunas luces al otro lado de los patéticos túneles descritos.

Finalmente, antes de rescatar a Guzmán de sus obligaciones incumplidas y pretender convertirlo en una víctima de la tramitología electoral, sus seguidores deberían rescatarlo de sus poses arrogantes y destempladas, recordándole que la intención de voto que hoy lo favorece es tan migratoria y camaleónica como sus posiciones y declaraciones.

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