Tantas veces Toledo, la columna de Diana Seminario
Tantas veces Toledo, la columna de Diana Seminario
Diana Seminario

Han pasado 17 años desde que irrumpió como la esperanza para derrotar a Alberto Fujimori. Los candidatos eran demolidos uno a uno por la prensa chicha, Montesinos perseguía a todo aquel que fuera una amenaza para el plan de perpetuarse ilegalmente en el poder. Mientras se concentraban en los grandes, ‘Pachacútec’ –como lo bautizaron las plazas– arremetía.

Tantas eran las argucias de entonces, que Toledo no participó en la segunda vuelta y Fujimori corrió solo. El 28 de julio mientras el ‘Chino’ se ponía la banda, la Marcha de los Cuatros Suyos tomaba las calles. “Y va a caer y va a caer, la dictadura va a caer”, era el grito general. Tras la difusión del primer ‘vladivideo’, la historia cambió. Fujimori fugó, el Congreso lo vacó y Valentín Paniagua se convirtió en el presidente de transición y convocó a elecciones para abril del 2001. Era la hora del candidato de Cabana.

El “sano y sagrado” se enfrentaba a Lourdes Flores y a quien para muchos era una candidatura imposible: Alan García, quien regresó tras 9 años de vivir en Colombia y Francia, y cuando los delitos que pesaban sobre él prescribieron.

El sueño terminó –lo digo a título personal– en marzo del 2001 con la portada de “Caretas” titulada “Sexo y política”, que anunciaba el reportaje “El día perdido” de Jimmy Torres, que relataba que la denuncia de secuestro presentada por Toledo en 1998 no habría sido otra cosa que un montaje para tapar una juerga interminable. Fuimos al hotel Cesar’s, comando de campaña de Toledo, con la seguridad de que el candidato tendría una respuesta clara. Tras una larga espera apareció, leyó un comunicado y se marchó, dejándonos a los periodistas con muchas dudas. Delante de nosotros, dos conocidos y estimados colegas fungieron de defensores de Toledo. La decepción era irreversible para unos, para otros no. Era el “mal menor”.

Luego vendría la revelación de que en plena campaña se hicieron varias transferencias bancarias a la cuenta en Estados Unidos de Coqui Toledo, sobrino del ex presidente. La defensa del candidato no tardó en bautizar estos desvíos de fondos como “Cuenta de contingencia contra la dictadura”. Siempre había una respuesta para quienes querían creer.

Para entonces ya se sabía de Zaraí, a quien Toledo negó “categóricamente”, pero que se vio obligado a reconocer siendo presidente.

Su gobierno no estuvo exento de escándalos, como descubrir que para inscribir a Perú Posible se usaron firmas falsas, o que su abogado y director del Consejo Nacional de Inteligencia (CNI) César Almeyda terminara preso por presunto tráfico de influencias, con el agregado de que este fundó la ‘offshore’ Blue Bay, con la que también se involucró a Eliane Karp. Esto fue el 2004, el mismo año en que se iniciaron los tratos sucios con Odebrecht.

Como queda claro, la historia no empieza con Ecoteva, diríamos que más bien termina. Por eso, ni sorpresa ni decepción tras conocerse el soborno de US$20 millones.

Los oscuros tratos con Odebrecht solo confirman lo que por años muchos se negaron a ver por meros intereses políticos. “Ese cholo es un pendejo” era la frase de quienes sonreían avalando a Toledo Manrique. La fiesta terminó.

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