Verónika y su partido aparte, la columna de Héctor Villalobos
Verónika y su partido aparte, la columna de Héctor Villalobos
Héctor Villalobos

La izquierda peruana, tan llena de organizaciones que confluyen y se dispersan para luego volver a confluir; tan de todos y de todas; tan presta a llorar a Castro y tan parca a la hora de criticar a Maduro; tan generosa para apoyar candidatos en segunda vuelta y tan desprendida para marcar distancia de ellos cuando son presidentes ( 1990, 2011 y 2016, por citar algunos ejemplos), tiene una nueva marca política para los próximos años (¿meses?): el movimiento Nuevo Perú.

La agrupación en ciernes, nacida de los temores de de perder el liderazgo del resquebrajado Frente Amplio y de los deseos válidos de un sector de esa agrupación que busca presentar una candidatura presidencial libre del corset de la inscripción electoral de Tierra y Libertad, enfrenta un gran obstáculo que pone en riesgo el sueño del partido propio: la falta de firmas y el tiempo cada vez más corto para conseguirlas.

Para participar en unas elecciones con una organización propia no basta, como algunos tratan de hacer creer, con comprar un kit electoral y anunciarlo a los medios. El proceso es mucho más complicado: se requiere recolectar más de 733 mil firmas. No es una tarea sencilla y muchos prospectos de partidos se han quedado a la mitad de camino en el intento. Si no logran el objetivo, las intenciones electorales de  podrían terminar alojadas en un vientre de alquiler cuyo líder/propietario tenga al menos algunas afinidades ideológicas con ella. Es decir, dejar de jugar con la pelota de Arana y pedírsela prestada a otro.

Otro factor que podría terminar afectando las aspiraciones de ese sector es la innata vocación de los movimientos izquierdistas por la autopulverización. La aparición de un liderazgo paralelo al de Mendoza en una organización que recién se encuentra en la etapa de recolección firmas no está descartada, tomando en cuenta que aún falta mucho tiempo para el próximo proceso electoral.

En tanto, mientras la ex candidata presidencial continúa tratando de sacar adelante su proyecto, al remendado Frente Amplio le esperan cuatro años y medio de convivencia en el Congreso. Divididos en dos facciones negadas, aranistas y mendocistas no tienen reparos en hacer públicas sus muestras de “cariño” cada cierto tiempo, lo que hace muy difícil tomar en serio los alardes de unidad que tanto pregonan.

Sin ir muy lejos, hace un par de días la congresista Marisa Glave señaló que el movimiento Nuevo Perú nace para “democratizar” el Frente Amplio. Esta afirmación abre varias interrogantes: ¿Verónika Mendoza postuló a la presidencia por un partido que no es democrático? ¿O es que en algún momento este fue democrático pero luego se transformó en una dictadura? Y si es así, ¿qué hacen Glave y sus colegas disconformes integrando la bancada de una agrupación antidemocrática?

La respuesta de los aranistas no debe tardar en llegar y será, seguramente, nada conciliadora. Mientras tanto, desde la comodidad de su tribuna, Gregorio Santos observa sonriente.

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