El Congreso se convierte en un espacio de preocupación para el Ejecutivo, que se sentía victorioso con la fragmentación de los resultados de enero. (Foto: Congreso)
El Congreso se convierte en un espacio de preocupación para el Ejecutivo, que se sentía victorioso con la fragmentación de los resultados de enero. (Foto: Congreso)
José Carlos Requena

Cuando el estado de emergencia actual haya concluido, el domingo 12 próximo, el Perú se encontrará a menos de un año de las elecciones generales. La política peruana recorrerá ese camino marcado por la pandemia global del , un elemento exógeno e impredecible que empieza a mostrar aspectos que configuran un mundo nuevo.

Para empezar, se tiene, después de mucho tiempo, un Ejecutivo con gran solidez en la opinión pública. Ello se grafica en las encuestas de Ipsos: 87% de aprobación popular; aprobación a las medidas contra el COVID-19 que supera el 90% (22/3/2020).

La fortaleza, sin embargo, contrasta con la orfandad en la esfera parlamentaria, como lo muestra la apabullante votación (107 contra 4) que alcanzó la propuesta que libera el retiro parcial de los fondos de las . Como se recuerda, el Ejecutivo se había expresado en contra de dicha iniciativa.

El , precisamente, se convierte en un espacio de preocupación para el Ejecutivo, que se sentía victorioso con la fragmentación de los resultados de enero. A contracorriente de la baja representatividad que significa haber sido elegido por solo cuatro de cada 10 electores, el Parlamento ha mostrado una proactividad que ha superado la contención social.

Como si fuera poco, el tono que se empieza a gestar en el sentir popular, que tiene al gran empresariado como piñata, hace pensar que el énfasis del debate que marcará la campaña exigirá grandes esfuerzos de madurez de la clase política, que tiene la obligación de guiar el ánimo ciudadano. Pero la hostilidad exacerbada hacia los políticos y el desinterés por la política en su conjunto hacen que esta esperanza tenga poco espacio.

Juan Carlos Tafur avizora un escenario en el que una derecha autoritaria, como la que encarna (o un ‘urrestizado’ George Forsyth), puede ser un extremo de la polarización que encuentre a un centrista, heredero del presidente , al otro lado (“La República”, 29/3/2020).

Pero la política peruana ha mostrado en reiteradas ocasiones su sólida volatilidad. Lo único totalmente claro es que, parafraseando a Manuel Castells, no es el fin del mundo político, pero sí el fin de aquel en el que “habíamos vivido hasta ahora” (“La Vanguardia”, 4/4/2020).

La incertidumbre persistirá. Solo se despejará en un año, cuando el país acuda a las urnas. Al final de cuentas, es el elector el que opta. Y, a tono con la canción de Luis Enrique de la que esta columna ha tomado su título, “puede ser mejor o puede ser peor”