(Foto: Archivo El Comercio)
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Diana Seminario

La última vez que un Papa visitó el Perú fue en mayo de 1988. Juan Pablo II llegó a Lima para la clausura del Congreso Eucarístico Mariano de los países bolivarianos. Celebró una misa en Plaza San Miguel y tuvo un encuentro con los jóvenes en el Campo de Marte. Todavía estaba fresca en nuestras retinas y corazones su visita de 1985, cuando el Papa ‘charapa’ se conmovió en Villa El Salvador y fue hasta Ayacucho a indignarse por el terror desatado por Sendero Luminoso. “El mal nunca es camino para el bien”, exclamó indignado, y la respuesta a coro era: “Paz sí, violencia no”.

Muchos años han pasado, y nuestro país ha cambiado, aunque en esencia somos lo mismo. El papa Francisco estará entre nosotros del 18 al 21 de enero, y si bien los carro-bomba ya no estallan en las calles, ni las torres de alta tensión son derribadas por terroristas, nuestros problemas son distintos, pero no por ello menos graves.

Sendero Luminoso ya no acaba con la vida de jóvenes en Lima, ahora sus verdugos son viles delincuentes amparados en el rubro de “empresarios” que esclavizan la vida de chicos que solo buscan llevarse a su casa ‘20 luquitas’ por día. Injusticia, en un país que se jacta de que el crecimiento económico ha sacado de la pobreza a miles de peruanos en los últimos 25 años, pero que es indiferente ante la muerte de quienes no tuvieron ninguna otra oportunidad.
Del 18 al 21 de enero del 2018, Francisco estará en Lima, Trujillo y Puerto Maldonado. Y aunque insistan en decirnos que hay una “tendencia a la baja” en la delincuencia y las megaoperaciones de capturas a peligrosas bandas se transmitan vía microondas, al peruano de a pie lo siguen asaltando apuntándolo con una pistola, o lo matan para robarle un celular. En Trujillo no es muy distinto, aunque la extorsión hace lo suyo, y en Madre de Dios, el tráfico de niñas para ser explotadas sexualmente es un crimen impune.

El Papa además encontrará un país polarizado políticamente, dividido, crispado, donde si no estás de un lado, eres catalogado inmediatamente enemigo del otro. Donde ‘indulto’ parece ser una mala palabra, pues apenas se pronuncia las más diversas amenazas brotan de quienes se hacen llamar “la decencia” de un país. El hombre de la misericordia encontrará un país donde parece que las palabras ‘perdón’ y ‘reconciliación’ no tuvieran cabida.

Resulta tan actual esta frase dicha el año pasado en Asís: “Demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, porque, incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y las de los demás”.

Sin duda su presencia marcará un antes y un después en nuestro país, y en eso coincidieron la semana pasada el cardenal Juan Luis Cipriani y el presidente Pedro Pablo Kuczynski cuando se anunció la visita.

“El Papa trae ese mensaje de reconciliación. Los invoco para que juntos podamos preparar bien esta presencia, que va a significar sin duda un antes y un después en la historia de nuestro país” fueron las palabras de Cipriani.

A ver si nos preparamos para tan importante visita, y no solo limpiamos y ordenamos la casa para recibir a tan ilustre huésped. ¿Será que el Papa nos hará el milagro?