(Ilustración: Jhafet Pianchachi/ El Comercio)
(Ilustración: Jhafet Pianchachi/ El Comercio)
Fernando Vivas

Tras la espectacular carrera de caballos y parada de borricos que fue la campaña ppkausa del 2011, Pedro Pablo Kuczynski y su staff se convencieron de que, para el 2016, necesitaban un partido propio sí o sí. Ya habían intentado hacerse de uno ajeno y adaptarlo a sus fines, la Coordinadora Nacional de Independientes (CNI) e incluso la rebautizaron como Todos por el Perú, pero no llegaron a un acuerdo final con sus fundadores. Por eso, se aliaron en un ‘sancochado’ con el PPC, Acuña y Yehude Simon.

Tras ser derrotados en primera vuelta, empezó, en serio, la construcción del partido. Se pusieron a buscar firmas y armar comités en cada región, pero la cosa pintaba muy difícil. Entonces, vieron que Salvador Heresi, cuya ambición era la Alcaldía de Lima y no la presidencia, les llevaba la delantera con un buen número de firmas recaudadas. Así que se fusionaron, con el compromiso de que apoyara a Salvador para Lima y este se sometiera al liderazgo nacional de PPK.

El pacto se agrió cuando PPK decidió no apoyar públicamente a Heresi, con el cálculo de que vincular su imagen a un probable perdedor, le quitaba viada presidenciable. Heresi se repuso de la derrota municipal y en la campaña del 2016 obtuvo el puesto 4 en la lista por Lima y la condición de vocero no oficial, pero sí oficioso. Al sentirse nuevamente relegado por PPK y por Gilbert Violeta, cabeza del partido en nombre de un PPK que no es afecto a careos con las bases, Salvador hizo públicos reclamos en plena segunda vuelta. PPK apaciguó al correligionario forzado y, una vez elegido, el partido se fortaleció en la esperanza de los cuadros y operadores de todas las sangres que podía aportar al gobierno.

El presidente y la tecnocracia que lo rodea no han recibido con los brazos abiertos ese aporte humano. Cuando el presidente y el primer ministro Fernando Zavala dicen que no les gusta la política lo dicen en serio y eso significaría que el partido está de más. Y la sigla PPK se siente ofendida por el PPK de carne y hueso. Violeta, Heresi y los otros dirigentes están más hermanados que nunca, pero en el sentimiento de postergación. Hasta se ha hablado de rupturas y licenciamientos respecto al poder que ayudaron a construir. El martes pasado, PPK llamó a los 6 congresistas del partido (Violeta, Heresi, ambos por Lima; Jorge Meléndez, por Loreto; Alberto Oliva, por Ica; Janet Sánchez, por el Callao; y Clemente Flores, por Lambayeque) para apaciguarlos. Los resquemores subsisten. Para el capítulo que sigue he conversado con Violeta, Heresi y otros actores de este ‘no hinchen por mí, ppkausas’.

—Portátil tercerizada—
El partido hizo varios intentos para que el gobierno considerara sus cuadros. Pocos fueron los elegidos. Alfredo Thorne y Fiorella Molinelli eran militantes, aunque más asociados al núcleo de campaña que a la vida partidaria. Otros pocos se colocaron en cargos de segunda línea (acaban de tener una baja, la funcionaria de Vivienda, Gianina Manrique, involucrada en turbiedades), mientras otros, como Jorge Villacorta, conocido ex peruposibilista y luego entusiasta ppkausa, hacían público que ya no se les quería. Incluso, me cuentan, en medio de comentarios irónicos sobre la conflictividad social que desborda a las atribuladas Marilú Martens y Patricia García, que se han perdido de contar con buenos negociadores como Melquiades Monzón y Tino Santander. Este último ya pasó a la oposición crítica.

El partido hizo vanos esfuerzos, algunos con reclamos en voz alta en pleno Palacio, para que PPK pida a sus ministros tener más consideración con sus cuadros, ya sea contratándolos o atendiendo los proyectos de alcaldes llevados por los congresistas provincianos.

Ppkausas indignados con los que hablé califican de ‘acción directa del gobierno contra el partido’ lo ocurrido cuando Keiko Fujimori pidió dialogar con PPK y planteó que cada uno fuera acompañado con un representante de su partido. Los ppkausas pensaron que era una buena ocasión de decir al país: ¡Hey, aquí no solo hay un hombre, hay un partido! Pues resulta que, en el chat de los congresistas oficialistas, un ppkausa propuso que Violeta debía acompañar al presidente, pero no fue secundado por la mayoría no partidarizada. Es más, Carlos Bruce, me cuentan, llegó a decir que el partido prácticamente no existía.

Al celo ante el estrellato de los oficialistas no partidarizados (Bruce, Aráoz, Sheput, Guido Lombardi, Gino Costa) se sumó la decisión de PPK de hacerse acompañar a la reunión con Keiko por Martín Vizcarra, que no es militante.

Para echar más ají a las heridas, hubo otras decisiones presidenciales, como la designación de la ex militante Molinelli o el planear la fusión del Midis con el Mimp, que no fueron conversadas con los partidarizados. Es más, ni siquiera se recurre ya al partido como provisión de bases de apoyo en eventos, pues para eso algunos ministerios cuentan con los servicios de la portátil express de Rudy García, que ofrece bases bullangueras a Meche Aráoz, Martín Vizcarra, Molinelli y a quien las pida. “¡Hasta quieren tercerizar el partido!”, dijo un dirigente ppkausa que ya se confiesa harto de la tecnocracia.

La suma de tanto malhumor llevó a los partidarizados a ausentarse de los eventos del gobierno. Ni siquiera fueron a aplaudir a su líder el 28 de julio.

Uno de ellos dijo, con suma gravedad, que si seguían así las cosas, le pedirían al presidente que los licencie. Y luego, contó, irónico, que había más ex candidatos naranjas trabajando en entes del Estado que ppkausas. Otro, más contemporizador, contó –como adelanté más arriba– que el martes pasado se reunieron con PPK para limar asperezas. Y el líder fundador les prometió buscar mecanismos para que quienes llevan su nombre no lo hagan en vano y no se sientan la última rueda del coche.

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