Martín Vizcarra (Foto: Sepres)
Martín Vizcarra (Foto: Sepres)
José Carlos Requena

En poco más de dos años el Perú acudirá a las urnas. Si bien no puede descartarse del todo la eventualidad de un recorte de mandato, parece poco probable que una desorientada oposición logre hacer colapsar a un mandatario que, a pesar de sus debilidades, ostenta un respaldo ciudadano importante (56% según El Comercio-Ipsos).

Hasta diciembre del 2020, cuando la campaña electoral presidencial debe empezar a calentarse, quedan poco más de 20 meses. En adelante, los esfuerzos de la clase política y la atención ciudadana estarán centrados en elegir al sucesor del presidente Martín Vizcarra y en renovar completamente el Parlamento.

Los balances sobre el primer año del gobierno de Vizcarra no han sido del todo halagüeños. El propio presidente resalta que los resultados, sin ser malos, pueden ser mejores. “A pesar de todas las dificultades, el Perú no se detuvo. Seguimos con un rumbo de crecimiento y estoy seguro de que con la ayuda de todos, este año lo vamos a hacer mejor”, dijo en un breve mensaje difundido a través de su cuenta de Twitter.

No debe atribuirse a Vizcarra el complicado panorama que enfrenta, un cúmulo de inercia y desidia que heredó. Roberto Abusada lo resumía en estas páginas. Al referirse al nuevo titular de la PCM Salvador del Solar, Abusada indicaba que el primer ministro “debe asimilar rápidamente […] el hecho de estar al frente de un gobierno que en este siglo ha devenido en disfuncional” (21/3/2019).

En lo que va de su gestión, Vizcarra luce dos documentos relevantes. Por el lado de la actividad económica, se presentó a finales de enero la Política Nacional de Competitividad y Productividad, responsabilidad que recayó, principalmente, en el MEF.

Otro tanto sucede con el informe de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, elaborado por un grupo de profesionales con autonomía del Ejecutivo. Sus recomendaciones –que van desde reformas constitucionales (bicameralidad) hasta cambios legales de aspectos procedimentales (eliminación de la ley seca)– tendrán que evaluarse primero en el Ejecutivo y luego en el Parlamento. Pero sin duda constituyen “una referencia, no el punto de llegada”, como lo ha expresado el comisionado Martín Tanaka (El Comercio, 23/3/2019).

Con el correr de los meses, Vizcarra va adquiriendo la precariedad que caracterizó a sus predecesores. Sin bancada ni partido, sin operadores políticos ni una idea clara del rumbo que quiere darle a su gestión, el presidente tendrá que optar por algún recurso para poder, en el caso óptimo, forjar un legado o, en el peor escenario, sobrevivir.

Toledo superó la popularidad anémica y enfrentó una oposición fiera con una coalición parlamentaria mínima y con ministros diestros. A García le bastaron los poderes fácticos y una alianza parlamentaria sólida, que lo acompañó los cinco años de su gestión. Tras la estampida y la desorientación de sus meses intermedios, Humala encontró estabilidad con un primer ministro severo y locuaz como Pedro Cateriano. Kuczynski no sobrevivió. ¿De qué recurso echará mano Vizcarra?