La posibilidad de excarcelación de Fujimori transita un mejor tiempo que el de la presidencia de Ollanta Humala.
 (Composición: El Comercio)
La posibilidad de excarcelación de Fujimori transita un mejor tiempo que el de la presidencia de Ollanta Humala. (Composición: El Comercio)
Juan Paredes Castro

Las marchas y contramarchas alrededor del indulto humanitario a tienen dos efectos poco perceptibles por la opinión pública.

De un lado, hace que el encarcelado ex presidente se sienta más prisionero que nunca. De otro, hace que quienes hoy apuestan por esa posibilidad, desde lo más alto del poder político, el presidente y el congresista Kenji Fujimori, se sientan también más prisioneros que nunca respecto de lo que persiguen.

Digamos que Kuczynski y Kenji Fujimori se han convertido, en este intrincado compromiso, en rehenes de sus propios deseos con una fuerte ola política en contra y sin mayor respaldo por debajo de ellos. El primero no tiene una comisión de gracias encargada precisamente de los indultos presidenciales debidamente alineada con el objetivo central. El segundo choca con la posición de su hermana Keiko Fujimori, lideresa de Fuerza Popular, cuya promesa de campaña fue no usar su poder político en favor del indulto a su padre, sino lograr su liberación por la vía de la justicia.

Así y todo, la posibilidad de excarcelación de Fujimori transita un mejor tiempo que el de la presidencia de Ollanta Humala, cuando este invitó cínicamente a la familia del condenado a solicitar el indulto humanitario y a rellenar un grueso expediente sobre su estado crítico de salud, para luego negarlo. Se lavó las manos con el informe negativo de la Comisión de Gracias nombrada por el ministro de Justicia de entonces, Daniel Figallo, para que precisamente tirara al tacho de basura la opinión de 12 médicos del Estado.

Fue más que un juego político de Humala con fines de distracción política. Fue una burla cruel y grotesca al encarcelado y a su familia. “Mejor que vaya [a la Diroes] y lo apuñale a Fujimori”, llegó a decir su abogado César Nakazaki (junio del 2013). Nakazaki es hoy, ¡oh ironía!, defensor de Humala en la prisión preventiva que este cumple en la Diroes. No sabemos si Nakazaki querrá ser, a la postre, rehén de conciencia de Humala y Nadine Heredia en el tramo de sus acusaciones y condenas penales.

Lo dicho por Kuczynski hace 48 horas en el Foro Iberoamericano de Buenos Aires vuelve a pintar de esperanzador e incierto el tema del indulto al ex mandatario. “Fujimori nos hizo entrar a APEC y ahora está en la cárcel, está enfermo y vamos a ver, pues, qué hacemos. Y eso será noticia en algún momento, pero no podemos seguir siempre en lo mismo. Tiene que haber un cambio, hay que romper esquemas, buscar nuevas ideas”, indicó. Esta declaración, quizás pensada en inglés y expresada en español, encierra una primera parte sentimental y ambigua y una segunda templada y decidida. Un claroscuro que finalmente no anuncia nada concreto.

Retornamos así al comienzo de un Kuczynski rehén de sus deseos y de sus palabras a favor de indultar a Fujimori. Pero, por lo visto, aún no rehén de una decisión presidencial. Quizás porque sabe que no quiere ser rehén de las consecuencias del indulto. ¡Esa es la cuestión!

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