Salvado de la circunstancia de renuncia o vacancia, Kuczynski no dejaría de enfrentar acusaciones que revistan carácter penal. (Foto: Presidencia Perú)
Salvado de la circunstancia de renuncia o vacancia, Kuczynski no dejaría de enfrentar acusaciones que revistan carácter penal. (Foto: Presidencia Perú)
Juan Paredes Castro

El mayor dilema de hoy en el Perú no es el del presidente , dado a escoger entre dejar el cargo y enfrentar la justicia como ciudadano común o mantenerse en el cargo con la misma justicia pisándole los talones todo el tiempo hasta el final de su mandato.

Salvado de la circunstancia de renuncia o vacancia, Kuczynski no dejaría de enfrentar acusaciones que revistan carácter penal y que podrían reactivarse judicialmente el 28 de julio del 2021 por la tarde, una vez cesadas sus inmunidades.

El mayor dilema de hoy en el Perú tampoco lo es el de , dado a escoger, en una eventual sucesión presidencial, entre asumir el activo y pasivo políticos de la administración Kuczynski, incluida la tensa relación con la mayoría congresal fujimorista, o imprimir un cambio total en el Gobierno y llevarse mejor con esa misma mayoría congresal fujimorista que irónicamente le habría servido para entonces en bandeja su acceso al poder.

El mayor dilema es de los desilusionados ciudadanos peruanos, dados a escoger, dentro de un sistema electoral absolutamente disfuncional, entre el ritual democrático de delegar cada cinco años plenos poderes presidenciales y parlamentarios, que operan impunemente como cheques en blanco, o la promesa siempre incumplida de cambios institucionales que hagan compatibles al Gobierno y al Congreso con las demandas de paz, seguridad, justicia y bienestar de la gente.

Este último mayor dilema toca las fibras más sensibles de quienes no estamos debidamente representados en el poder y de quienes debiendo ser parte de un sistema político garante de nuestros derechos nos sentimos convidados de piedra de ese poder que no conoce balances ni controles ni rendición de cuentas reales.

Somos lo que da nombre a un libro de Alberto Vergara: “Ciudadanos sin República”. Esto es, depositarios pasivos, ad infinitum, de estos o aquellos derechos, pero al mismo tiempo inútiles custodios del sueño de reformas institucionales y de reglas de juego políticas que nos permitirían funcionar como una República.

Bajo estos dilemas traumáticos, Kuczynski, de continuar en el cargo, solo podrá hacerlo con la prótesis de una Presidencia de Consejo de Ministros que recupere en ella la confianza perdida en el jefe del Estado. Se trataría de una PCM con el poder de asumir enteramente el gobierno del día a día. Ello supone un adiós al entorno “de lujo” y su reemplazo por un equipo y estilo que vele por la sobrevivencia presidencial en cuidados intensivos.

Vizcarra, en el caso de tener que reemplazar a Kuczynski, habrá de tirar de la carreta de su predecesor, que finalmente es la carreta del país, pero con el aliento de quien tiene las manos libres para formar un Gabinete de ancha base, reflejo de aquello que no vemos hace tiempo: convocatoria meritocrática, diálogo franco y plural, concertación, enfoques claros de lo que hay que hacer y voluntad política reformista de verdad.

Que el debate inteligente supere largamente el cruce de cuchillos largos. Que alguna vez valga la pena esperar del Congreso una dosis de sensatez.

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