Gabriela Delgado

“Ya no oigo, estoy viejo”, es una expresión que hemos escuchado más de una vez en algún momento de nuestra vida. Quizás a nuestros padres, a nuestra hermana, a un amigo, o ha salido de nosotros mismos. Lo peor es que lo asumimos así, creemos que es parte del paso de los años y en la mayoría de casos no hacemos nada para remediarlo. La verdad es que es importante saber que la pérdida auditiva no es propia de la gente mayor sino también de adultos, jóvenes y niños y, sobre todo, entender el impacto psicológico y social que puede tener esta merma en la persona.