El conocimiento de un segundo idioma ha adquirido cada vez más importancia en el desarrollo académico y profesional, al punto de considerarse una habilidad esencial.
Pese a que una persona está en capacidad de aprender una lengua en cualquier punto de su vida, hay diferencias importantes ligadas al periodo en el que tiene lugar la enseñanza y el inicio temprano de este proceso brinda una serie de beneficios que el padre de un menor puede considerar sumamente valiosos de cara al futuro.
El punto de partida
La facilidad para entender un idioma está ligada a diversos factores, pero la forma en la que un estudiante aprende está fuertemente condicionada por el momento en el que tiene lugar la exposición a una nueva lengua.
Para Alex Sauter, gerente académico de servicios internacionales del ICPNA, un idioma como el inglés “se puede aprender a todas las edades”. A decir del especialista hay ciertas ventajas en estudiar un idioma después de la niñez, pero la primera infancia es la que ayuda a formar una base sólida” para su estudio.
“En el caso de un joven o adulto, ellos tienen habilidades cognitivas que van por el lado de comprender reglas, aprenden gramática, estructuras de idioma y memorizan palabras, van integrando la pronunciación, copian sonidos”, sostiene.
“Los niños tienen una forma distinta de aprender, pues ellos generan patrones lingüísticos en su mente, asimilan los sonidos, construyen conexiones neuronales como si fuera básicamente el aprendizaje de su lengua materna y ese es el punto que te marca la diferencia, donde ayuda enormemente aprender un idioma”, agrega el experto.

Patricia Orihuela, jefa del programa académico para niños de la misma institución, coincide con su colega en que no hay una edad específica en la que una persona puede aprender un idioma, pero que la exposición a un segundo idioma durante la primera infancia brinda un marco mucho más beneficioso para un aprendizaje más natural de este.
“(Los niños) desde que son pequeñitos, con la mamá, aprenden cualquier tipo de sonido por asociación, hacen conexiones. Cuando un niño aprende la lengua materna, la aprende de manera natural”, indica Orihuela.
Otro punto relevante en la práctica de un idioma que tiene impacto en la práctica oral de otro idioma es el grado de inhibición propio de la edad. Aunque no sea necesariamente aplicable a todos los casos, los especialistas consultados apuntan que la ausencia de contención de los niños pequeños es una ventaja a la hora de explorar un habla distinta.
“Como adulto normalmente tú tienes mayores temores ‘cómo lo diré’, ‘lo diré bien’, ‘se reirán de mí’, ‘no se reirán de mí’. Existe cierto proceso que al adulto lo frena ligeramente y ese tipo de divisiones, no existe en los niños, lo cual les permite avanzar con mucha más facilidad”, sostuvo Alex Sauter.
“Ellos no tienen vergüenza (de pronunciar mal), no piensan en gramática, porque los niños tienen mucho desarrollo de la habilidad auditiva, son esponjas. Entonces, con la habilidad auditiva súper desarrollada desde pequeñitos, aprenden de manera súper natural”, indica por su parte Patricia Orihuela.
“Sin embargo, también debes tener en cuenta que con los niños tienes que hacerlo de manera dinámica, tienes que jugar, no les puedes poner a ‘verb to be’, simplemente el niño va aprendiendo conforme tú le das le vas enseñando juegos”, añade.
Más consideraciones
Además de lo anterior, hay más factores que entran en juego y en opinión de Katherine Agüero, traductora, intérprete y docente en la Universidad Ricardo Palma, otro punto a tener en cuenta es el sistema de escritura que usa el idioma a estudiar.
“(Hay un esfuerzo adicional) para escribir todos los idiomas que no tengan el alfabeto que tenemos nosotros. Con el ruso ya empieza a cambiar y la diferencia es mayor con los de Medio Oriente. Los asiáticos ya se vuelven todo un desafío; sin embargo, esto no significa que para todos sean difíciles”, explica Agüero.
El alfabeto latino es el más usado en el mundo y es el que emplean lenguas como el español o el inglés. Pese a lo extendido de su uso, dos de los idiomas más hablados del mundo, el chino y el árabe, usan sistemas de escritura distintos. El chino emplea un sistema basado en logogramas, mientras que el alfabeto árabe es un consonantario o abyad.

“Si escuchas chino, por ejemplo, puede parecer difícil, pero si empiezas a ver el alfabeto y, digamos, te gusta el arte, al dibujar repetidas veces cada grafía, es probable que memorices los sonidos y sus significados. Además de hablar de conceptos, nos referimos a técnicas de aprendizaje muy personalizadas y, a su vez, desafiantes. El alfabeto, en este caso, representa una dificultad mas no necesariamente es una limitante”, agrega Katherine Agüero.
La especialista en traducción e interpretación también menciona que la cercanía y la facilidad natural que tienen algunas personas para determinados idiomas por sobre otros, son aspectos importantes para tener en cuenta al momento del estudio de un nuevo idioma.