Resulta inevitable que cuando en un documental vinculado al crimen se intenta contar la versión del responsable de lo ocurrido uno se detenga a revisar si hay o no un intento por humanizarlo, destacando los momentos duros de su vida antes de tomar una decisión tan cuestionable como arrebatarle la existencia a otro ser.
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La situación se torna algo más compleja cuando el responsable de este terrible delito es alguien vinculado a la víctima. Eso es lo que muestra “Elize Matsunaga: érase una vez un crimen”, serie documental estrenada recientemente en Netflix, la cual, pese a carecer de mayor promoción fuera de Brasil, viene captando la atención de miles en Latinoamérica.
Una mujer (Elize Matsunaga) mata de un disparo a su esposo, el próspero empresario Marcos Matsunaga en mayo del año 2012. Desesperada al no saber qué hacer con su cadáver, decide descuartizarlo, meterlo en tres maletas y llevarlo a un bosque fuera de Sao Paulo para esparcirlo al interior de bolsas de plástico. Todo lo hace sola, en una noche luego de una fuerte discusión por la última infidelidad del hombre que le juró amor eterno.
Alrededor de la víctima no solo hay una personalidad particular. Él se perfilaba como la cabeza familiar de Yoki, una mega compañía brasileña que estaba a punto de ser vendida a otra marca del extranjero. El negocio millonario motivó que, como primera línea de investigación –y ante las iniciales mentiras de Elize—se baraje la idea de un secuestro con posterior asesinato.
Pocos días después de reportada la desaparición de Marco, según cuenta esta docuserie, un humilde poblador encuentra bolsas con restos humanos. Los primeros informes llegan a detectar, gracias a la marca que Matsunaga tenía en una de sus manos, que se trataba de él. Aquí empieza una búsqueda implacable –fundamentada tal vez en que el fallecido era una persona con poder—en los detalles de sus últimas horas de vida. Así se llega al registro de las cámaras del edificio familiar donde vivían, a la postal de Elize llevando apuradamente tres maletas de gran tamaño, y al testimonio de un personaje clave.
Pero no estamos solo ante un relato pormenorizado de los hechos alrededor del crimen de un adinerado empresario brasileño. Esta docuserie de cuatro capítulos profundiza además en el pasado de cada uno de sus protagonistas. Así conoceremos a una Elize muy humilde, proveniente de Paraná, que terminó cayendo en la prostitución para poder pagar sus estudios universitarios, pero sobre todo a una chica que sufrió abuso sexual por parte de su propio padre. Del otro lado, Marcos Matsunaga era un tipo de origen asiático que, sin mayores problemas familiares, no pudo evitar caer ante la debilidad de contratar asiduamente damas de compañía. Así conocería a Elize y mantuvo una relación extramatrimonial con ella durante tres años. Hasta que finalmente se casaron y todo llegaría a parecer solo felicidad.
El vínculo familiar que muestra esta docuserie parecía un cuento de hadas. Viajes a bellos destinos, complicidad de ambos en momentos de ocio, pero sobre todo fascinación por ostentar extravagancias y bienes. Cazadores de animales ambos, poseedores de un arsenal casi militar en una de las habitaciones de casa, en las imágenes podremos ver cómo Marcos y Elize eran tal para cual.
En la versión de Elize, la negación de Marco por aceptar su infidelidad motivó una furia que la llevó a cometer el atroz crimen. Aunque, evidentemente, la docuserie muestra todas las aristas posibles en este caso. Es evidente un notable intento por mostrar versiones de todo tipo. Desde el jefe policial de la investigación, hasta el perito que analizó los restos de Marcos (y aseguró en su informe que este fue descuartizado aún vivo), pasando por los abogados de ambas partes (cada uno más efusivo y hablador que el otro), pasando por los familiares directos de los protagonistas, y hasta por un muy buen amigo de Marcos que cae más de una vez en excesos de corte fanfarronesca.
Sería un error hablar de “Elize Matsunaga: erase una vez un crimen” obviando el papel de la prensa y los programas de actualidad en la televisión brasileña. Reporteros y conductores se turnan apariciones en imágenes de archivo para brindar cada uno una explicación distinta sobre las motivaciones del asesinato y posterior descuartizamiento. Una periodista de investigación que viaja hasta Paraná y descubre un hecho escabroso en la vida de Elize, y otro reportero que se pregunta escandalizado por qué nadie investigó a los doctores que vivían frente al edificio de Marcos. El sensacionalismo en su punto más alto y a la vista de todos gracias a la señal abierta.
Aunque finalmente todo esto queda de lado cuando, cuatro años después y bajo una presión mediática y social de altísimo nivel, el juez dicta 19 años, 11 meses y un día de cárcel para Elize Matsunaga. Menos de lo que el fiscal acusador pidió y más de lo que el abogado de la protagonista esperaba. Aunque este último considera que logró una derrota parcial pues el tribunal desestimó dos cargos graves sobre su defendida. Lo cierto es que, la parte judicial ocupa un espacio bastante menor en una propuesta audiovisual más enfocada en los detalles personales y hasta en las imágenes del asesinado engañando a su esposa con otra a poco de ser descuartizado.
Porque es un pormenorizado intento por desentrañar la historia detrás de un crimen que conmocionó Brasil, y porque brinda casi el mismo espacio a ambos protagonistas y su entorno, esta docuserie es un acierto que merece la pena ver de forma completa. Más allá de que detrás se esconda el dolor de una familia y la orfandad de una niña (la hija de Marcos y Elize) que fue privada de su imagen paterna violentamente, y de la materna por el implacable brazo de la ley.
LA FICHA:
Sinopsis: Elize Matsunaga le disparó a su adinerado marido y luego lo descuartizó. Una docuserie sobre el caso que estremeció a Brasil, con la primera entrevista a la asesina.
Plataforma: Netflix
Temporada: 1 (4capítulos)
Duración: 1 hora por capítulo (aproximadamente)
Clasificación: +16.