

“Jurassic World: Rebirth”, la séptima entrega de la saga iniciada por Steven Spielberg en 1993, pretende reiniciar la franquicia con un enfoque más clásico y respetuoso de sus raíces. Bajo la dirección de Gareth Edwards y con el guion de David Koepp —autor del libreto original de “Jurassic Park”—, esta nueva aventura busca desmarcarse de la trilogía anterior, tan espectacular como criticada, para ofrecer algo más contenido, humano y visualmente creíble. Y aunque consigue refrescar ciertos aspectos, también deja la sensación de que el verdadero salto evolutivo de la saga aún no ha ocurrido.
En Saltr Intro de El Comercio ya hemos podido ver “Jurassic World. Rebirth” y aquí te contamos qué nos pareció.
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Un mundo que ha olvidado a los dinosaurios
Desde su secuencia inicial, “Rebirth” plantea un universo en el que la humanidad empieza a borrar el recuerdo de los dinosaurios. Una metáfora visual —un cartel de T-Rex siendo blanqueado— que no solo funciona dentro del argumento, sino que también representa la intención de limpiar la pizarra de las entregas previas. Ya no hay personajes recurrentes, ni rastro del linaje de los Grady o Sattler. Todo es nuevo: protagonistas, contexto, tono y hasta ubicación. Pero, a pesar del nuevo envoltorio, el corazón de la película late al ritmo de la partitura de John Williams adaptado por Alexandre Desplat, como queriendo recordarnos de dónde venimos.
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Tensión sí, horror no
Uno de los mayores reproches que se le puede hacer a “Rebirth” es su falta de ferocidad. La película cuenta con varios momentos de tensión efectiva, en especial en sus escenas acuáticas o nocturnas, pero se queda corta en cuanto al horror visceral que hizo memorable a “Jurassic Park”. No hay muertes impactantes ni ese escalofrío que solía recorrer la sala cuando un velociraptor entraba en escena. El ADN de la saga está presente, pero diluido: como si se tratara de una versión más amigable, más apta para el consumo masivo, pero menos arriesgada.

El equipo humano: una mezcla dispareja
En el centro de la historia está Zora Bennett (Scarlett Johansson), una operativa especial sin miedo y sin vínculos emocionales. Le acompaña Duncan Kincaid (Mahershala Ali), un mercenario endurecido por una tragedia personal, y Henry Loomis (Jonathan Bailey), un paleontólogo idealista que ve en esta misión la oportunidad de su vida. A ellos se les suma el villano de turno: Martin Krebs (Rupert Friend), un ejecutivo de Big Pharma cuyo plan de recolectar ADN de los tres dinosaurios más grandes promete salvar vidas humanas —y llenar sus bolsillos.
El guion intenta equilibrar estos personajes con la introducción de la familia Delgado, quienes, tras un ataque marino, se convierten en testigos y víctimas colaterales de la misión. Aquí la película trata de añadir humanidad y empatía, aunque el desarrollo emocional es desigual. Mahershala Ali logra sobresalir por encima del resto, aportando gravedad y carisma incluso en escenas menos inspiradas.
Tres bestias, tres aventuras
El hilo conductor de la película —la búsqueda del ADN de tres gigantes: Mosasaurus (agua), Titanosaurus (tierra) y Quetzalcoatlus (aire)— proporciona variedad de escenarios y un ritmo episódico que recuerda a una cacería por niveles. La secuencia acuática, con reminiscencias claras a “Jaws”, es de las más logradas, gracias a la tensión que genera la criatura sin mostrarla completamente. El encuentro con los Titanosaurus, en cambio, ofrece una pausa contemplativa, un homenaje a la majestuosidad extinta. Por último, la batalla por el huevo de Quetzalcoatlus es la más floja del trío: demasiado artificiosa y con un entorno que huele más a set que a selva.
El monstruo oculto
La verdadera amenaza no es ninguno de los tres dinosaurios principales, sino un híbrido mutante, el Distortus Rex, fruto de experimentos anteriores. Su aparición es breve, pero impactante. A diferencia de los depredadores más clásicos, esta criatura recuerda al Rancor de “El retorno del Jedi” y simboliza el temor primario al monstruo que no debería existir. Aquí, Edwards logra un equilibrio entre el espectáculo y el suspenso, aunque uno desearía haberlo visto más tiempo en pantalla.

Efectos visuales: menos es más
Una de las sorpresas más gratas de “Rebirth” es el uso medido y efectivo del CGI. En lugar de la sobrecarga digital de películas anteriores, Edwards opta por una mezcla de efectos prácticos y digitales que devuelven cierta verosimilitud a los dinosaurios. Muchas escenas fueron filmadas en locaciones reales y con cámara en celuloide, lo que contribuye a una estética más orgánica. Cuando el Mosasaurus emerge del océano o un T-Rex cruza el río, el impacto visual es mayor porque hay cuidado detrás de cada plano.
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Humor y humanidad en dosis controladas
La película no es una comedia, pero sabe relajarse con momentos bien medidos de humor. Uno de los más efectivos es protagonizado por Xavier (David Iacono), un novio torpe y perezoso que, contra todo pronóstico, logra redimirse. Otro punto destacable es la aparición de un pequeño dinosaurio herbívoro apodado “Dolores”, que aporta ternura sin caer en el ridículo. Su vínculo con la niña Bella (Audrina Miranda) plantea una visión alternativa de la saga: tal vez los dinosaurios no solo son una amenaza, sino también una oportunidad para convivir.

Una nostalgia que pesa
Koepp y Edwards insertan guiños constantes al pasado: un retrovisor roto, un cartel derrumbado que lee “When Dinosaurs Ruled the Earth”, incluso el uso de bengalas. Estos detalles no son gratuitos, pero sí insisten tanto en la nostalgia que a veces impiden que “Rebirth” construya su propia identidad. Hay respeto, sin duda, pero falta osadía. La película quiere homenajear sin ofender, y en ese intento evita arriesgar.
¿Un nuevo comienzo... o un bucle?
“Jurassic World: Rebirth” cumple como entretenimiento. Tiene una buena factura técnica, personajes funcionales y escenas que rescatan el espíritu de aventura perdido en entregas anteriores. Pero no termina de justificar su existencia más allá de ser una corrección de rumbo. No avanza la mitología, ni ofrece una idea revolucionaria. Es, en el mejor de los casos, un regreso al punto de partida. Y aunque eso tiene su valor, también evidencia que la saga sigue atrapada entre la reverencia al pasado y el miedo al futuro.
La película ya está disponible en tod
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