Día del Padre: lo que voy a enseñarle a mi hija para cuando sea grande, por Beto Villar. FOTO: Dadines Perú.
Día del Padre: lo que voy a enseñarle a mi hija para cuando sea grande, por Beto Villar. FOTO: Dadines Perú.

Casi 20 años después de haber egresado de la facultad, Beto Villar es periodista de TV, corrector de estilo y editor. Está casado con la fotógrafa Paola Flores. Es autor del blog sobre padres Papá Crónico, cerebro detrás del canal de libros para niños en Youtube Pequeñas Letras. Trabaja en la TV y tiene una impecable hoja en Linkedin, donde todavía no aparece el proyecto más emocionante de su vida, más por falta de tiempo que de amor: , el proyecto para niños que ha inventado con su familia, inspirada en Catita, su preciosa hija, y en que le fascine más una biblioteca que una juguetería. Convocado por Somos, le escribió esta carta a su pequeña, en estos tiempos violentos, de machismo y de necesaria lucha por el empoderamiento de la mujer.

Hay noches oscuras y días con viajes largos o tiempos muertos en los que pienso profundamente en la vida de mi hija. Por ahora, es simple: Catalina ríe, se deslumbra, lee todo lo que tenga al frente, juega con dos o tres juguetes. Tiene cinco años. Dentro y fuera de casa, mamá y yo nos esforzamos por darle una buena educación, por comportarnos a su altura, a la altura que toda niña o niño merecen.

Después, seguramente, su vida se tornará compleja. Dura, cuesta arriba y quizá ya no estén los hombros de papá para cargarte, Catalina. Y lo digo porque en esta ecuación, tú -lamentablemente- eres la cifra que incomoda. Eres mujer. Y hoy, y para el futuro, la mirada que tengo, lo confieso, es pesimista. No por ti, sino por las grandes barreras que nos separan de la soñada igualdad.

Vivimos tiempos de lucha por conseguirlo, sin embargo. Desde distintos flancos. En casa, por ejemplo, tu madre y yo compartimos frente a ti las tareas. Lo hacemos sinceramente. No mentimos. Nos turnamos para que la maquinaria de una vida en familia funcione sin problemas. Tú, por cierto, eres el eje, pero también el motor que nos inspira. Fuera de casa, en mi trabajo, pequeña, intento que las voces que más me escriben sean escuchadas. Recibo siempre mensajes que me hablan de injusticias, de agresiones sin castigo, de mujeres a las que les toca vivir la peor pesadilla a causa de enfermos que -erróneamente- creyeron ser más que ellas. Algunas no pueden decirlo ante cámaras porque están muertas y son sus deudos quienes lo hacen por ellas. Es duro, pero intento escuchar sus voces y por su memoria intento contar una historia que duela tanto como les dolió a ellas.

(El periodismo es así: duele y ahora aún más).

Pequeña Catalina, son tiempos difíciles, pero desde hace un tiempo nos estamos poniendo de pie, algunos hombres reconocemos nuestros grandes errores, los años de atraso que nos han llevado a sentirnos más, las taras de las que a veces -irónicamente- disfrutamos, esas que vienen de atrás, del pasado, del , de la estúpida idea de sentirnos poderosos cuando lo cierto es que no lo somos. Que es solo nuestra ignorancia pisoteando la verdadera belleza. Tu verdadera belleza, pequeñita.

Hay noches oscuras y días con viajes largos o tiempos muertos en los que pienso profundamente en tu vida, Catalina. No me mata la idea de que crezcas: me da miedo. Me da miedo imaginarte saliendo de noche de la universidad o caminando sola a comprar café, enfrentando, con horror y con dolor, el peso de la inequidad. No tengo que ir muy lejos para ver cómo, incluso, hay padres que saludan las complejas estupideces del machismo. Gente que tiene mi edad: 37 o 38 o hasta menos. Una tristeza. Mucha rabia. Demasiado pesimismo.

Lo que yo quiero dejarte -porque dejaré de estar aquí el día en que no me necesites más- es un camino con menos piedras. Quiero ver cómo descubres tu propia fuerza interior, cómo haces crecer esa energía que te permitirá nunca sentirte menos que nadie; cómo, con tu buen corazón, con tu noble corazón, aprendes a compartir tu fuerza y tu amor con todos. Desde lejos, porque yo siempre te observo, veo que eres sabia. Y papá y mamá queremos que siempre brilles, que brilles tanto y lo hagas de forma tan natural que nunca nadie pueda decirte que no es bueno para una mujer brillar.

Haz que se coman sus palabras, Catalina. Que se coman cada una de sus palabras.

No es fácil estar aquí, pequeña, definitivamente no es el mundo que hubiésemos elegido, pero algo nos mantiene siempre bregando. Sí, lo adivinaste: tú.

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