Escucha la noticia

00:0000:00
Inflamación silenciosa: la alarma del cuerpo que no hace bulla (pero sí nos pasa la factura)
×
🎧 Escucha esta noticia para estar siempre
informado
×
⚡ Entérate de lo más importante en segundos
Resumen de la noticia por IA
Inflamación silenciosa: la alarma del cuerpo que no hace bulla (pero sí nos pasa la factura)

Inflamación silenciosa: la alarma del cuerpo que no hace bulla (pero sí nos pasa la factura)

Resumen generado por Inteligencia Artificial
La IA puede cometer errores u omisiones. Recomendamos leer la información completa. ¿Encontraste un error? Repórtalo aquí
×
estrella

Función exclusiva para usuarios registrados y suscriptores.

Cuando hablamos de inflamación no necesitas tener fiebre o estar rojo como un tomate para sentirla. Existe algo llamado inflamación crónica de bajo grado. O, como me gusta llamarla, la inflamación silenciosa que te sabotea sin tanto escándalo. Y aunque no suene tan dramático como una enfermedad con nombre complicado, puede estar afectando tu digestión, tu energía, tus hormonas y tu estado de ánimo mucho más de lo que imaginas. Aquí te lo explico fácil.

LEE TAMBIÉN | No, no es solo el postre: 5 razones por las que tu glucosa está por las nubes

¿Qué es exactamente la inflamación silenciosa? Piénsalo como una pequeña llama encendida dentro de tu cuerpo. No es un incendio, pero tampoco está apagada. Es una inflamación constante, de bajo nivel, que puede mantenerse activa por semanas, meses o incluso años. Y, aunque no la veas, puede estar alterando uno o varios de tus sistemas. De hecho, se ha relacionado con enfermedades crónicas como resistencia a la insulina, síndrome metabólico, problemas digestivos, ansiedad, trastornos hormonales, enfermedades cardiovasculares y hasta deterioro cognitivo. Y lo más loco: muchas veces empieza con síntomas que parecen “normales”. Entonces, ¿cuáles son esas señales de que podrías estar inflamándote, sin saberlo? Toma nota de ellas.

Newsletter exclusivo para suscriptores

Nora Sugobono
  • Fatiga persistente, incluso después de dormir.
  • Hinchazón abdominal diaria.
  • Dolores articulares “sin razón”.
  • Niebla mental o dificultad para concentrarte.
  • Retención de líquidos.
  • Cambios de humor, ansiedad o bajones emocionales.
  • Problemas digestivos crónicos (estreñimiento, diarrea, acidez).
El ejercicio promueve la liberación de moléculas antiinflamatorias, ayuda a reducir la grasa visceral y mejora la calidad del sueño. (Foto: iStock)
El ejercicio promueve la liberación de moléculas antiinflamatorias, ayuda a reducir la grasa visceral y mejora la calidad del sueño. (Foto: iStock)
/ FG Trade

El cuerpo sabe; si hay alguno de estos síntomas, entonces te está pidiendo ayuda. Para saber qué genera esta inflamación silenciosa, debemos partir por saber que es multifactorial. Esto quiere decir que muchos de los factores que la causan tienen que ver con hábitos diarios. Algunos de los principales culpables son:

  • Dieta ultraprocesada: exceso de azúcar añadida, aceites refinados, una alimentación de baja calidad nutricional, y, sí, el consumo de alcohol en exceso.
  • Estrés crónico: y este de aquí también suele ser silencioso, así que ojo al piojo.
  • Falta de sueño reparador: aunque no lo creas, no darle a tu cuerpo la cantidad y calidad de sueño altera tus hormonas y salud metabólica.
  • Microbiota desequilibrada (disbiosis): un intestino inflamado es un cuerpo inflamado.
  • Sedentarismo (o sobreentrenamiento): no moverse o moverse en exceso también desequilibra.
Si no se controla, la inflamación silenciosa puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, entre otros. (Foto: iStock)
Si no se controla, la inflamación silenciosa puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, entre otros. (Foto: iStock)
/ Kobus Louw

Recuerda: la inflamación silenciosa no tiene megáfono, pero sí consecuencias. Por suerte, también tiene solución. Y eso empieza contigo y las rutinas que elijas en tu día a día.

Ahora que ya sabes las razones, busquemos la solución. Tranquilidad, no tienes que hacer un détox de clorofila ni mudarte al bosque (aunque eso sería bonito). La idea no es eliminar todo, sino construir hábitos antiinflamatorios sostenibles. Puedes empezar por alimentar tu intestino con más fibra, más diversidad vegetal y más fermentados. Reduce los ultraprocesados sin obsesionarte, y agrega más colores a tu plato: frutas, verduras, grasas buenas y proteína real.

Del mismo modo, duerme como prioridad, no como lujo. Que sean entre siete y ocho horas reales, sin pantallas ni excusas. Aprende a manejar el estrés (o al menos respira profundo más seguido) y, sobre todo, mueve tu cuerpo con amor, no como castigo. Pequeños cambios pueden ocasionar grandes resultados. //

Contenido Sugerido

Contenido GEC