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Sin dudas, el punto de partida es pasear por la Plaza de Armas. El escenario cambia al ocultarse el sol, se torna romántico y místico.
Rosario Castro Pacheco

Sin dudas, el punto de partida es pasear por la Plaza de Armas. El escenario cambia al ocultarse el sol, se torna romántico y místico. Siéntese en una de las bancas de la plaza o en las gradas al pie de los imponentes muros de piedra de la catedral y conéctese con esa fusión de la arquitectura andina e hispana que caracteriza al casco histórico.

Si sale en busca de una cena en un ambiente tranquilo, diríjase al restaurante Uchu Peruvian Steakhouse, ubicado justo a espaldas de la catedral, en la calle Palacios. Un lomo fino de alpaca de 200 gr con papas nativas (S/ 59) y una cusqueña (S/ 12), cerveza local por excelencia, completarán la experiencia.

Si prefiere ir por unas copas, tome la calle Plateros, a media cuadra de la Plaza de Armas. Llegará a La República del Pisco. En este restobar se ofrecen conciertos en vivo y una amplia carta de cocteles con nuestro licor bandera. Allí se pueden degustar un cebiche de trucha o unas minihamburguesas de alpaca con el clásico coctel Machu Picchu (pisco, menta, granadina y zumo de naranja).

Otro restobar indispensable en la ruta nocturna –y que también cuenta con tocadas en vivo– es Limbus Resto Bar, en el barrio de San Blas. Su terraza regala panorámicas de la ciudad y su diversa carta ofrece cocteles clásicos como el negroni (S/ 25), el aperol spritz (S/ 35) o el pisco punch (S/ 25).

¿Y la fiesta? Una opción es Mamá África, al ritmo del reggaetón, electrónica y pop. En el club, además, se imparten lecciones de bachata, salsa y cumbia, y se realizan shows en vivo de percusionistas que tocan el bongo brasileño, la guitarra española y los tambores africanos. Un plan perfecto para cerrar con una buena jarana el itinerario nocturno de Cusco. //

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