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El coronavirus no existe. Lo que existe es un plan de dominación global que usa el miedo para lograr sus objetivos. Los gobiernos sometidos y la prensa sicaria ocultan que la gente que -supuestamente- está muriendo es en realidad parte de una gran simulación funeraria. Los entierros se realizan con túneles, degradando moralmente la tecnología heroica de Chavín de Huántar. Los falsos fallecidos escapan y vuelven a morir al día siguiente. Lo de los crematorios es una fachada, son pollerías que por lo bajo hacen delivery. Por eso las cifras no cuadran ni nunca lo harán. El plan es claro. Entronizar a Bill Gates, ese nerd eugenésico, como líder mundial. Eso hará realidad la profecía totalitaria anunciada en “1984” la visionaria novela de George Orwell. Abran los ojos. Hay una película aparentemente inocua que en realidad camufla el credo del sátrapa: La venganza de los Nerds. Este film se estrenó en el año 1984. No es una casualidad.
CONTENIDO PARA SUSCRIPTORES: Ovnis, fantasmas y Anthony Choy, por Jaime Bedoya
Las mascarillas no sirven ningún propósito sanitario. Fungen de bozal censor con que el quieren limitar las libertades de las personas, condenándolas al mismo tiempo al mal aliento, factor determinante del aislamiento social. También propician la destrucción de las familias. Al extender la expectativa de vida de los adultos mayores agudizan las contradicciones consanguíneas irresueltas, prolongándolas como condena doméstica que la cuarentena hace insufrible. Peor si el mal aliento impera entre cuatro paredes. Su otro propósito es dejarnos sin besos. Esto es una vendetta personal: Gates odia a su archienemigo tecnológico, el concupiscente Jeff Bezos.
La vacuna es un embuste. Su verdadero fin es servir de transporte a nano robots parasitarios que ingresan al organismo a través del sistema sanguíneo. Una vez dentro se instalan en el órgano de su preferencia. Hay de los introvertidos que suelen elegir el píloro, los más inquietos buscan el hígado. Es decir, se dedican al teletrabajo desde nuestras entrañas. Así instalan modem y cámaras, lo que les permite ver Netflix desde nuestro colon (la cuenta la pagamos nosotros) y transmitir en vivo la vida privada de nuestro organismo a los cuarteles generales de Bill Gates. El señor Gates y su cómplice conyugal Melinda Gates llevan años impulsando la invención de un excusado inteligente bajo la coartada de ahorrar agua. La realidad es que los nano robots reportan en vivo a los globalistas, mediante red G5 que nos mantiene enfermos y con caspa, cada vez que las necesidades fisiológicas nos gobiernan. Se enteran a qué hora aliviamos el vientre, la intermitencia entre pujas y a qué huele. Lo primero que se agotó en la pandemia fue el papel higiénico. Solo un ingenuo vería una coincidencia.
CONTENIDO PARA SUSCRIPTORES: Buscando a la Karen peruana, por Jaime Bedoya
La mecánica perversa de las teorías de la conspiración es que no necesitan estar sustentadas en hechos reales para viralizarse. Necesitan de personas. Esto hace intrascendente si lo que postulan sea veraz o una fantasía alucinada. Da lo mismo. Basta que alguien lo crea y lo difunda. El famoso rigor anecdótico del “a mi me parece”. Por eso las redes sociales – hábitat en el que la comprobación de información no sobrevive- son su cauce perfecto.
Justamente en las redes se especula que la pandemia sería el anuncio de la inminente llegada del apocalipsis. Hablando en sus propios términos habría otra señal del fin de los tiempos mucho más plausible. En medio de la muerte generalizada y el desprecio a la ciencia a favor del pensamiento medieval, Miguel Bosé se ha convertido en un líder de opinión científica.
Amante bandido, no destruya el buen recuerdo de su música. Disfrute el silencio. //
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