Cuando el enemigo puede estar más cerca de lo que imaginas, por Luciana Olivares. (FotoIlustración: Nadia Santos)
Cuando el enemigo puede estar más cerca de lo que imaginas, por Luciana Olivares. (FotoIlustración: Nadia Santos)
Luciana Olivares

A lo largo de mi vida había escuchado la palabra ‘sabotaje’ en una de esas películas de acción donde nunca falta el ruso malvado o en alguna charla de autoayuda. Pero tengo que confesar que nunca la había entendido de manera tan gráfica hasta hace unos días, mirando uno de mis programas favoritos: Ru Paul Drag Race, un reality creado por el genial Ru Paul y que ya viene ganando tres premios Emmy.

Como su nombre lo dice, este show es una competencia entre drag queens quienes, a través de diversas pruebas y retos, buscan convertirse en la reina del show. Pero no nos confundamos con la palabra ‘reina’; a diferencia de un certamen de belleza, el traje de baño o de noche es lo menos relevante y la ropa es en realidad la excusa para entender la personalidad y talento de cada concursante.

En Ru Paul Drag Race, las respuestas correctas y acartonadas te quitan puntos, la comedia y el no tener miedo de hacer el ridículo es aplaudido y la vulnerabilidad es ovacionada. Justamente, en uno de estos desafíos me volví a reencontrar con la palabra ‘sabotaje’. Mama Ru (como la llaman sus chicas) le pidió a cada drag interpretar a dos personajes: su yo ganador, es decir, la mejor versión de sí misma; y su saboteadora, es decir, esa enemiga que todos llevamos dentro. El ejercicio final era desfilar con ambos personajes y revelar –y con suerte, enfrentar– a su saboteadora.

El acto reflejo de alguna de las concursantes fue esbozar un ‘ying y yang’ controlado y cliché de su personalidad. Como cuando te preguntan en una entrevista de trabajo cuál es tu debilidad y respondes que eres muy perfeccionista. Si no es fácil reconocer nuestros verdaderos puntos flacos, menos aún es enfrentarnos a nuestro saboteador o saboteadora, así esa vocecilla insufrible aparezca en nuestra mente de cuando en cuando. Pero volvamos al concurso.

Miz Cracker, una de las competidoras más prolijas y talentosas, tenía problemas con el ejercicio. Antes de la presentación, le contaba a Ru Paul sobre su infancia, la extrema pobreza en la que vivió y cómo su mamá la enviaba al colegio con la lonchera vacía, porque “así no hubiera comida, era importante guardar las apariencias”. Su saboteadora sin duda era aquella voz que le recordaba sus épocas de miseria y la hacía sentir una impostora en el mundo de los exitosos; pero no solo le hablaba al oído cada vez que enfrentaba una pasarela, sino que se reía burlonamente, desestabilizando su autoestima. El momento llegó y todas las drag debían pasar por la pasarela. Era el turno de Miz Cracker y de su ya descubierta saboteadora.

Todo andaba bien con su mejor versión de sí misma hasta que apareció su saboteadora, una versión censurada y casi caricaturesca producto –asumo– del miedo a exponer su dolor. Era como ver de nuevo la lonchera que le preparaba su mamá para guardar las apariencias, pero en versión persona. Miz Cracker fue eliminada de la competencia esa noche por sabotaje. Por más irónico que suene, su saboteadora ganó al no presentarse: le había tendido una trampa y ella cayó.

Este ejercicio en un programa de televisión me pareció revelador y absolutamente gráfico para entender quién es nuestro principal enemigo en los planes y metas que queremos realizar en la vida. Y aquí no culpes a la noche, la playa, la luna o las ratas porque el principal responsable no es otra persona que tu yo saboteador. 

Aquel que te hace dejar siempre los proyectos inconclusos bajo la excusa de la flojera o la falta de tiempo. Que te pincha el globo antes que siquiera comiences a inflarlo y cuestiona tu talento. Que no te deja atreverte a ser feliz porque siempre está como pájaro de mal agüero haciéndote desconfiar de todos pero sobre todo de ti mismo. Que se burla de tu atrevimiento, entonces te obliga a encasillarte en tu metro cuadrado.

Según el diccionario, ‘sabotaje’ es la acción deliberada dirigida a debilitar a un enemigo mediante la subversión, la obstrucción, la interrupción o la destrucción y eso es exactamente lo que ocasiona nuestro yo saboteador.

Hoy quiero proponerte que, en vez de seguir avanzando por la vida con este enemigo encubierto que te va tirando bombas silenciosas, lo invites a que se siente contigo, míralo bien y enfréntalo. No va a ser fácil mirar como si fuera al espejo lo que más te duele y asusta pero eso te permitirá aprender a controlarlo y, quién sabe, capitalizarlo. Porque así no caminemos por una pasarela como Miz Cracker, todos los días enfrentamos otra pasarela llamada vida y nadie debería animarnos a vivirla sentados y aplaudiendo a otros desde abajo o escondidos desde un backstage. //

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