Un experimento creativo, por Pedro Suárez-Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
Un experimento creativo, por Pedro Suárez-Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
Pedro Suárez Vértiz

Cuando a Pitágoras se le preguntó qué era un amigo, respondió: “un amigo es otro yo”. Esta oración en latín es Amicus est alter ego. Pero hoy el concepto va más allá. La RAE lo define como: “Persona en quien otra tiene absoluta confianza, o que puede hacer sus veces sin restricción alguna”. Hay que hacer hincapié en ‘confianza absoluta’. Un álter ego es un individuo con quien uno logra identificarse, con quien se llega a encontrar un vínculo único y a quien no dudarías en delegar tus responsabilidades.  

Grandes músicos del género popular tienen los suyos, y no es ningún secreto. Aquellas personalidades que gozan de un masivo interés, que persiguen verdades y misterios de sus ídolos suelen diversificar su personalidad para causar más fascinación. Todos han visto a David Bowie maquillado con una especie de trueno rojo a lo largo del rostro, pues ese es el álter ego de Bowie, Ziggy Stardust. Lo que impulsó la fama de este extravagante invento fue que Bowie era admirado como una de las máximas figuras de la cultura Glam de los años 70.  

Ziggy Stardust nació con el quinto álbum de David Bowie en 1972, llamado The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Definitivamente uno de los álter ego más notables en la historia de la música. El columnista de la revista Rolling Stone, Alan Light resume: “La trama de Bowie, vagamente, era que la humanidad estaba en sus últimos cinco años de existencia, y Ziggy fue enviado a entregar un mensaje de esperanza. Es una figura salvaje y hedonista, pero comunica paz y amor. Él es la estrella de rock definitiva. Y al final, es destruido por sus propios excesos y por sus fanáticos”.  

Hank Williams, el ícono de la música country en Estados Unidos –allá por los años 40 e inicios de los 50– también contaba con su ‘otro yo’. Este caso es psicológicamente opuesto al de Bowie. Mientras Ziggy Stardust encarnaba complementariamente todo aquello que Bowie no solía pensar ni hacer, el álter ego de Williams tenía un valor antagónico. Se sabía que Hank Williams tenía problemas con las drogas. Pero terminó creando un seudónimo llamado ‘Luke the Drifter’, con el cual publicaba canciones que hablaban sobre cosas moralmente correctas. Lo trágico del caso es que Hank finalmente muere a temprana edad, 29 años, en el asiento de atrás de un Cadillac.  

Los Beatles también contaron con sus álter egos, pero no de manera individual. Se representaron a ellos mismos en uniformes militares de diferentes colores en la portada de uno de los mejores álbumes de rock de todos los tiempos, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Es el disco en el cual los nuevos Beatles exhiben a los antiguos Beatles en la carátula, demostrando que la inmersión en el rock psicodélico decretó esta extraña sustitución de personajes.  

Al crear a sus ‘neo personas’, Los Beatles no solo marcaron un antes y un después en su estilo musical, sino que le dieron vida a cuatro militares de la época Eduardiana que hasta hoy son reconocidos mundialmente como los símbolos máximos de la evolución del rock n’ roll. Según Mic Anderson, editor de la Enciclopedia Británica: “Paul McCartney a menudo ha atribuido el éxito histórico del álbum a la suposición de este álter ego. Ya que liberó a todos los miembros del deber de continuar con lo mismo, y eso les permitió crear algo completamente nuevo y original”. 

En la actualidad la creación de un álter ego es una efectiva táctica de márketing, pues el lenguaje vía imágenes y símbolos siempre perdura, más que cualquier otro mensaje. Por ello los casos de Eminem como ‘Slim Shady’, Prince como ‘Camille’, Nicki Minaj como ‘Zolanski’, entre otros. Salvando distancias, la banda Gorillaz también cuenta con una interesante representación en caricaturas de ellos mismos. Desde carátulas de álbumes hasta videoclips. Incluso en sus conciertos cuentan con hologramas de estas caricaturas, dando la sensación de ser ellos quienes están tocando.  

Así que músicos, el álter ego es un artificio que abre muchísimas puertas creativas. A practicarlo. 

Esta columna fue publicada el 30 de junio del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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