Milagros, Fátima y Daniela cumplieron el sueño de papá: editar un libro que reúna su obra. Aquí, en uno de esos momentos que le robaban al fútbol.
Milagros, Fátima y Daniela cumplieron el sueño de papá: editar un libro que reúna su obra. Aquí, en uno de esos momentos que le robaban al fútbol.
Miguel Villegas

El mismo caminito de flores fucsias, rojas y naranjas. El mismo parque cerca de la Bolívar y la misma pileta. El mismo señor que abre la reja e indica “bajando a la derecha”. Los mismos helechos que caen de los techos de madera, el mismo café americano, los mismos sillones de mimbre. El mismo jardín donde corrían Fátima y Daniela esos días que Milagros Llamosas convertía en domingos sin ser domingos. Aquí, en el silencioso café del Museo Larco, en Pueblo Libre, la esposa de regresa para hablarle, todavía. Para verlo, para escucharlo. “Podría decirte que sí, que este es uno de nuestros lugares en el mundo. Llego y sigo sintiendo su paz”, dice ella ahora, 11 de la mañana, tres meses después de su partida. Aquí pasaron horas de alegría, que es lo que importa cuando tienes familia. Aquí se le ocurrió el libro que reúne su obra periodística. Aquí lo conversa con Somos, con la naturalidad de esos días en que pronto, tipo 2 de la tarde, se van a ir a almorzar juntos y hablar de las niñas y pensar en el futuro. Porque si algo tiene el café del Museo Larco, es ese clima: el lugar perfecto para creer que Daniel Peredo, el periodista deportivo más respetado y querido de los últimos 30 años, va a llegar en cualquier momento. 

El pasado
Se conocieron –no podía ser de otra forma– por el fútbol. Milagros trabajaba en el Área Social de Sporting Cristal y Daniel era el jefe de prensa. Dicho de otra forma: ella cuidaba el largo camino de los muchachos de las inferiores antes de Primera y él los esperaba en la puerta de la fama; antes que lleguen los micrófonos y los flashes. Es posible que las bases de su matrimonio se hayan sentado allí, mientras Peredo veía cómo su novia se colaba en la camioneta del club para ir a buscar a la estrella de diente de oro y aretito, que no había llegado de su barrio en la Mar Brava, en el Callao. Y mientras ella era testigo de cómo el periodista, con pasado en El Bocón, Once y Goles en acción, se quedaba fuera su tiempo a conversar con Paulo Autuori. A aprender. “Nuestra vida no ha sido dura por sus ausencias: creo que se trataba de respetar su pasión. Asumimos eso con las chicas. Y fue muy natural porque Daniel era tan feliz. No era Disney mi casa, porque como toda familia hay problemas: las vacaciones las tomábamos en función del fixture del campeonato. Pero nunca hubo un reclamo: lo vivimos juntos y eso es algo que nunca vamos a olvidar”, dice Milagros, con paz. 

Así era la vida: para el nacimiento de Daniela, la hija menor de la familia, mamá programó la cesárea calculando la fecha de regreso de la Copa América de Argentina. “Yo espero, pero vienes. Sola no voy a dar a luz”, le dijo. “Y le traes toda la ropita a la bebe”. Daniel Peredo llegó a las 4 de la mañana, trajo unas botas hermosas, una falda y una blusa azules pintadas y fueron felices. Era su cable a tierra. Peredo podía hablar de Jefferson y su mamacita, pero sabía cuidar a su nueva mamá. 

El presente
La memoria fotográfica de Milagros Llamosas le permite recordar su etapa en Cristal, las últimas vacaciones, los amigos anónimos, los viejos proyectos. También el día en que habló por última vez con Daniel Peredo. Era el 19 de febrero. “Estaba jugando al fútbol y me llamó para decirme que se sentía mal. Luego volvió a llamarme y me dijo: ‘Nos vemos mejor en la clínica’. Volé hasta San Felipe. Lo volví a llamar y ya no me contestó. Cuando entré, no lo encontré en emergencias y eso sí me preocupó. Sabía que algo no estaba bien. Yo siempre digo: él estaba supercuidado, tenía exámenes… esto estaba escrito”. La primera decisión luego de eso fue instintiva: llamó a una amiga para que recoja a sus hijas de las vacaciones útiles. Pidió que no las deje ver la TV ni escuchar radio. Preguntó cada minuto qué hacían, dónde estaban, qué comían. Esa noche no pudo: necesitaba llevar el luto interior. Cuando a la mañana siguiente fue a verlas, lloraron como las veces en que algo salía mal y ahí estaba papá. Pidiendo paz a Dios. 

Fue al día siguiente, cuando el IPD le propuso abrir las puertas del Estadio Nacional para que Peredo lo visite por última vez, que las tres, Milagros, Fátima y Daniela, cerraron el primer círculo. 

— Tengo miedo, mami. Todo va a seguir igual, ¿no? —le preguntó Daniela, la más pequeña.

— Claro que sí, claro que sí. Va a cambiar la forma en que está, pero papá siempre va a estar con nosotros.

La vuelta olímpica de la carroza fúnebre, la ventana abierta, nos permitió ver en ellas el verdadero rostro de la valentía. “Lo que pasó ese día es algo que yo tengo que agradecer toda mi vida”. Era el 21 de febrero del 2018 y el calor popular competía con el calor natural: no se sabía dónde la temperatura marcaba más de 30 grados, si en la tribuna o en la sombra. Por televisión nacional, además: la familia de Daniel Peredo tenía la cara del orgullo. 

— Mira cuánto lo quieren a tu papá, hija. Él es único. Nadie nunca lo va a reemplazar para nosotras.

Ese día también nació el libro. 

El libro y el futuro
La última página de Peredo total (Debate, 2018), la primera antología autorizada de su obra periodística, es, posiblemente, la más emotiva. La escribió Milagros, después de largas charlas con los editores, con la intención de devolver el cariño gratuito –el mejor de todos– que inspiró Daniel Peredo hasta en los que no miraban fútbol. “Este libro tiene una historia bonita que quiero compartir. Como Daniel me decía: ‘Hay que contar historias’. Nace dentro de mi proceso inicial de duelo, de sentir la necesidad de preservar a Daniel, de no perderlo de alguna manera”. Ocurrió a pocos días de su partida, cuando Milagros Llamosas leyó un post del escritor Jeremías Gamboa, le escribió por interno y luego todo fluyó. “Cada persona que ha formado parte de este proceso me supo leer. Sentí con ellos una conexión que viene de Daniel”. Gamboa la puso en contacto con Jerónimo Pimentel, editor de Penguin Random House, quien la escuchó, y llegaron a la conclusión de que, hoy, lo más importante es cuidar el legado valiosísimo de Peredo en todas las formas posibles. Y esa también es una lucha. “Quiero que lo edite Carlos Salas, su amigo, que escribió el único texto que hizo llorar a Daniel”, pidió Milagros. Pasaron tres meses.  

Cuando la portada de Peredo total llegó a la bandeja de correos de Milagros Llamosas, lo primero que ella hizo fue buscar a sus hijas y abrazarse, una encima de la otra, como esos días en que papá prendía la computadora para corregir un texto, mirar un partido, revisar su agenda. Como si el tiempo que ha pasado nunca pasó sin él. 

Feliz día, papá
El próximo domingo es el . Esa mañana, también, es el cumpleaños de Daniel. El primer Día del Padre en casa de los Peredo Llamosas que va a celebrarse como siempre: apenas despierte. Pero ese no es problema: Daniel Peredo está en el vuelo de ida a Europa de la selección para jugar el Mundial; está en la bandera que van a llevar a Rusia los hinchas; está en todas las librerías del país.

El día en que Carlos Salas me pidió sumarme al equipo de trabajo detrás de Peredo total, solo se me ocurrió una línea que definiera al periodista honesto, al hombre que nunca supo decirme que no. Escribí: “Daniel Peredo era, hasta para quienes no lo conocieron, una enciclopedia. Nada mejor que un libro que reúne toda su obra periodística para recordar y aprender quién fue”. Ahora ellas, Milagros, Fátima y Daniela, tienen una puerta más para poder escucharlo millones de veces. También nosotros. 

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