María José Osorio

La noche del Óscar estuvo cargada de una emotividad particular. Halle Berry, la primera y última actriz de color en llevarse la estatuilla de mejor actriz principal hace 21 años, anunció que Michelle Yeoh era la ganadora en esa misma categoría. La gente rompió en aplausos emocionados, la ovación de pie no demoró y no era para menos: se acababa de convertir en la primera mujer de ascendencia asiática en lograr esta hazaña.

Una emocionada Michelle subió al escenario y empezó así su discurso de agradecimiento: “Para todos los niños y niñas pequeños que se ven como yo y me están viendo esta noche, este es un faro de esperanza y posibilidades. Esta es la prueba de que... sueña en grande y los sueños se hacen realidad”, dijo con la voz quebrada. A miles de kilómetros de distancia, en Kuala Lumpur, su madre, una mujer de 84 años, festejaba rodeada de familia y amigos, con la sonrisa no solo de una madre orgullosa, sino de alguien que entiende el momento histórico del que su hija es parte.

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El debate sobre la necesidad de mayor y mejor representación en el cine y la televisión lleva en la palestra ya un buen par de años. La representación importa porque cuando se retrata a personas de diferentes orígenes de una manera matizada y compleja, se desafían los estereotipos simplistas y, a menudo, dañinos que pueden perpetuar los medios. Antes de “Todo, en todas partes, al mismo tiempo” tuvimos a la grandiosa y entretenida “Crazy Rich Asians”, una comedia romántica donde los personajes se mueven en un mundo de muchísima opulencia y elevado estatus social, algo visto muy poco con protagonistas asiáticos. De manera similar, la serie de Netflix “Master of None” brinda una representación matizada de las experiencias de los inmigrantes de segunda generación en Estados Unidos, donde el personaje principal es un actor de ascendencia india que vive en Nueva York y su mejor amiga es una escritora muy ‘cool’, afroamericana y lesbiana.

La serie trata sobre los dolores de crecimiento que trae la adultez, no sobre la migración (aunque nuestras realidades están influenciadas por nuestros orígenes), porque la representación también pasa por darle otra cara a la cotidianidad y universalidad.

La representación, además, brinda un sentido de visibilidad y reconocimiento para las comunidades que han sido marginadas o subrepresentadas. Cuando las personas se ven a sí mismas en la pantalla, puede ser una poderosa validación de sus experiencias e identidades. Esto es especialmente importante para grupos como las personas LGBTQ+, que históricamente han sido invisibles o retratados negativamente en los medios. El éxito reciente de programas como “Pose”, que presentan poderosos personajes LGBTQ+ en papeles principales, revelan el interés por historias diversas; pero también se evidencia que estas historias no son un “nicho”, sino son sumamente universales.

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Por supuesto, la representación tiene sus detractores. Algunas personas critican que el cine se está volviendo demasiado “políticamente correcto”. Esta semana, se lanzó el tráiler de la nueva versión de “La sirenita”, donde la protagonista es una mujer afroamericana y las redes están inundadas de comentarios indignados acerca de cómo están “arruinando” la historia original, como si el color de piel de alguien pudiera arruinar un personaje, o acaso hubiese una etnicidad correcta para una criatura mitológica que, además, comenzó como un dibujo animado. Los argumentos en contra de la representación muchas veces son solo racismo internalizado.

La representación en el cine y la televisión no se trata solo de la cantidad de diversos personajes en la pantalla; también se trata de la calidad de la representación y esto, más allá de los actores, depende en gran medida de los escritores, directores y productores detrás de estos proyectos. Poco se gana poniendo caras más diversas si quienes cuentan las historias son los mismos de siempre. Darle un sitio en la mesa a diversas voces no solo enriquece los procesos creativos; nos abre la cabeza y nos ayuda a generar empatía. Como dijo Yeoh en su discurso, se le da el mensaje a los niños y niñas que hay espacio para ellos, que sus historias importan y que los sueños no solo están reservados para unos cuantos. //

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