La cabeza de Daniel estaba llena de imágenes, frases, historias, momentos que recitaba con tal precisión que no hacía falta meterse a Google para confirmarlos.
La cabeza de Daniel estaba llena de imágenes, frases, historias, momentos que recitaba con tal precisión que no hacía falta meterse a Google para confirmarlos.
Pedro Ortiz Bisso

A Daniel le decían Cabezón. Y sí, tenía una cabeza grande, pero no era un cabezota, uno de esos testarudos que andan por el mundo vendiéndose como los mejores, derramando su soberbia en busca de admiración. 

La cabeza de Daniel estaba llena de imágenes, frases, historias, momentos que recitaba con tal precisión que no hacía falta meterse a Google para confirmarlos. Su memoria guardaba alineaciones completas de equipos ignotos, goles en sepia que recuperaban su color con sus frases rotundas. Y como era un tipo con la sonrisa a flor, relataba con gracia anécdotas curiosas, insospechadas, siempre jocosísimas, recogidas entre los infinitos amigos que hizo en las canchas y fuera de ellas. 

“Peredo Total” es una recopilación de algunas de esas joyas irrepetibles que no solo sirven para refrescar el disco duro que llevamos en la cabeza, sino también para reconocer que en el Perú es posible ser popular y no envanecerse, ser admirado y no sentirse superior. Y hacer del periodismo deportivo, tan vapuleado por errores propios y ajenos, un oficio decente, del cual es posible enorgullecerse. Peredo siempre tuvo buena cabeza.

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