falda escolar
falda escolar
Nora Sugobono

Una mañana de invierno limeño, muy temprano, una niña de 13 años está sentada en el piso helado de un pasillo mientras espera que empiecen las clases. Por ahí pasaba una monja quien -al verla, apoyada sobre la loseta- le suelta una frase que sigue sonando tan perturbadora como memorable, 20 años más tarde. "Levántate: por ahí entran el frío y el demonio". A esa edad no se sabe con certeza cuál viene a ser peor. Ambos se temen por igual, solo por si acaso.

En primer grado de primaria -el mío es un testimonio basado en mi experiencia en un colegio católico, solo de mujeres- el uniforme de Educación Física incluía (¿por qué?) una faldita blanca. Intento recordar cuál era su utilidad en términos prácticos, pero me resulta imposible. Sí sé que, por algún motivo, debíamos tenerla puesta hasta el momento previo a empezar la actividad. La llevábamos encima de la pantaloneta y, a veces, ni siquiera la retirábamos. Al tiempo se decidió eliminar esta prenda del uniforme, así que en adelante solo usábamos buzo cuando llegaba el día destinado a realizar 2 horas de ejercicio. Era el mejor de toda la semana: era cuando nos sentíamos libres y, especialmente, capaces de hacerlo todo. Uno aprende a asumir algunas cosas como naturales, incuestionables. No había pensado en esa faldita en unos 27 años.

Alberto de Belaunde ha planteado revisar un gran pendiente en torno a la educación de las mujeres: que el uso de falda escolar no sea obligatorio.
Alberto de Belaunde ha planteado revisar un gran pendiente en torno a la educación de las mujeres: que el uso de falda escolar no sea obligatorio.

Tampoco había pensado en las veces -no muchas, pero fueron las suficientes- en las que una coordinadora de disciplina me hizo arrodillarme, junto a algunas compañeras de clase, para confirmar que el largo de mi falda llegaba al piso. “Por atrás se levanta un poco; corrígelo”. Si estaba por encima de las rodillas, la basta se descocía delante de todas. Algunas chicas lo solucionaban con la engrampadora; otras la dejaban así en señal de rebeldía. Nunca llevé mallas o shorts debajo porque me incomodaba usar dos prendas juntas, así que la falda era lo único que me cubría. Lamenté no hacerlo todas las veces que tropecé, o caí, o subí a un micro, o que el viento me jugó en contra delante de algún profesor. No había pensado en nada de esto tampoco, pero lo vengo haciendo desde la semana pasada.

ha planteado revisar un gran pendiente en torno a la educación de las mujeres: hacer que el uso de la falda escolar no sea obligatorio. Abarca aspectos que no tienen que ver ni con modas ni con tradiciones: esto tiene que ver, más bien, con limitar a las niñas a moverse con libertad o hacer que se sientan expuestas o en condiciones de desigualdad frente a sus compañeros varones. La idea es que cada una elija qué quiere usar para asistir a clases; así de sencillo. Se apruebe o no (de Belaunde pide una directiva del MINEDU a las escuelas sobre el uso voluntario de la falda), lo que más ruido me genera es cómo se cuestiona la capacidad de elección de las mujeres sobre aquello que es más conveniente para ellas y que, además, involucra a sus propios cuerpos. ¿Al ser menores de edad no están en capacidad de tomar esta clase de decisiones? Todo debe hacerse con la supervisión de padres y educadores, evidentemente. Podemos empezar con, al menos, preguntarles. arrojó que el 63% de mujeres habría estado más cómoda usando buzo en su época escolar.

El domingo pasado, en la alfombra roja de los premios Oscar, el actor Billy Porter se presentó con un ‘vestido-tuxedo’: una creación donde se unen falda y terno que ha llamado la atención de millones de usuarios en redes sociales por lo frontal de su mensaje: la ropa desconoce de géneros. Hace años que las mujeres vienen usando pantalones para asistir a esta clase de ceremonias y, de hecho, son cada vez más. Solo en la edición 2019 las actrices Melissa McCarthy, Amy Poehler y Elsie Fisher eligieron prescindir del vestido. Todavía hay a quienes les impacta que una mujer escoja comodidad (posibilidad) por encima de convencionalismos.

Lamentablemente -al menos en el Perú- a veces son las propias mujeres quienes más lo hacen.

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