(Foto: Alfredo Chocano)
(Foto: Alfredo Chocano)
Eduardo Lavado G.

A lo largo de la vida, uno va construyendo su propia imagen ante los demás. A veces lo hacemos de manera consciente y otras no. Aunque celebra 20, Gian Marco lleva muchos años más en la escena pública. Y ese carisma que muchos le celebran también puede volverse un estereotipo que no deja ver que hay mucho más en este querido cantautor.

- Primer prejuicio alrededor tuyo: Gian Marco tenía el destino trazado. Siendo hijo de Joe Danova y Regina Alcóver, dos de las figuras más carismáticas de los 70, no le quedaba otra que ser artista.
​Pero la cosa no siempre estuvo clara. Me crié en un teatro con mi
mamá. Ahí hacía mis tareas, era mi mundo natural, pero no pensaba
en ser actor, a pesar de que en el 81 hice una obra con ella (Papito piernas largas). Hasta marino he querido ser. Yo realmente asumo mi responsabilidad como músico en un tercer disco. Entre la arena y la luna del 94 (Parte de este juego, No puedo amarte). Ese disco me cambia el chip. Hasta entonces era de todo.

- Actor, cantante, modelo, animador de TV…
​Cualquier cosa. Hice una telenovela (Velo negro, velo blanco), teatro con Cattone, comerciales de TV, animé Campaneando. A donde me llamaban, iba. Pero creo que lo que me ayudó a decidirme y a no ser mucho más plástico fue el haber comenzado a cantar en el Canta Rana de Barranco allá por el 86. Allí aprendí viendo a Andrés Soto, a Chaqueta Piaggio, a Miki González, escuchando a Ribeyro en el Juanito. Conocí la noche, la vida. Eso me sirvió para formarme. De hecho, cantaba entonces temas de protesta, de Víctor Jara, de Milanés, de León Gieco.

- Sin embargo, tu carrera musical terminó transitando por un camino totalmente distinto...
​Fue mi papá quien me dijo: “¿Quieres ser un cantante para todos o para un segmento?”. Si quieres llegar a la gente, entonces canta Domitila. Para mí eso era un sacrilegio después de cantar Unicornio azul o La masa de Silvio Rodríguez. Pero al final le hice caso y esa fue la canción que comenzó todo. 

- Pero te centraste entonces en las canciones románticas, y eso generó otro prejuicio alrededor de ti. Gian Marco es solo un baladista para chicas enamoradizas.
​Debo confesar que yo también soy muy enamoradizo. Me templaba
hasta de la mosca, era algo natural en mí. ¿Si me molestaba que me llamaran baladista? Para nada. Baladistas son Elmo Rivero, el ‘Mono’ Altamirano, mi papá, Montaner, Franco de Vita. Creo que la gente le tiene miedo al amor. Y los rudos que solo celebran el metal o el punk le tienen miedo a caer en las redes de esa cosa fresa que se llama
cariño y melancolía. Vallejo era un baladista complejo. Un tipo que cuando hablaba en su poesía, tenía una pena interna muy fuerte. Los poetas para mí son baladistas.

- No te preocupa hablar de amor.
​Prende la radio y la vas a ver llena de amor, sea en folclor, cumbia, salsa. Dime una sola estación que pase canciones de protesta. Hasta
Daniel F toca hoy baladas con su guitarra. Eso significa ser músico,
atreverse, crecer.

- Otro estereotipo. Gian Marco está siempre feliz, siempre sonriente,
a todo el mundo le cae bien. Es odiosamente buena gente…
​El Facebook me ha ayudado a humanizarme bastante. Sobre todo ante las nuevas generaciones. En las redes sociales trato de liberarme, de decir lo que pienso. Mucha gente me dice que no me meta en temas polémicos o que no le responda a los que me critican, pero siento esa necesidad. Sé que es un espacio complejo, que se presta a muchos malentendidos, pero no se acaba el mundo si te mentan a la madre en las redes.

- Pero siempre has cuidado tu entorno privado, no se sabe mucho más de ti…
Yo no tengo por qué salir a la televisión a contar mi vida. El problema es que hoy al público no le basta ver al artista, sino que quiere algo más real, quiere ver su vida, su reality. Y no se tragan imágenes ‘light’ como la mía. Quieren saber algo más de mí.

- Como cuando se habló de que estabas muy enfermo.
​Lo que ocurrió en el 2006 es que se me presentó un cuadro grave de insuficiencia renal, no cáncer, como muchos dijeron. Estuve dos semanas internado por primera vez en mi vida. Mis riñones estaban muy mal.

- ¿Sentiste miedo de que fuera a pasar lo que ocurrió con tu padre?
Después de pasar dos años y medio en Neoplásicas con mi padre, no podía dejar de pensar en eso. Dejar a mis hijos como me pasó a mí. “No, por favor, ahorita no”, pedía. Me fui a la mierda en una. Pero nadie se enteró. Mi mierda me la como solito. Como en el 2010, que
cumplí 40. Terminé una gira y me puse a llorar. Ya no quería cantar más, quería mi casa, mis hijos, mi familia. Entré en un break emocional muy fuerte en el que Claudia, mi esposa, fue una pieza clave para poder salir adelante.

- Y apostó por ti cuando dejaste toda la popularidad aquí para irte a tocar puertas en Miami, donde no eras nadie. ¿Cómo se procesa eso?
​Era una sed sana de éxito y de trascender mi propia frontera. Quería conocer al rey Midas de ese momento, que era Emilio Estefan. Logré que me contratara como cantautor y conocí de cerca la industria. Era como estar en Disney por la cantidad de artistas con los que me codeaba.

- Pero al volver al Perú se generó otro prejuicio: no la hiciste allá.
Para quienes piensan así, les digo algo. No la hice porque no quise. En el mejor momento de mi carrera, luego de ser nominado al Grammy por mi sexto disco, A tiempo (Se me olvidó, Lamento). Y tras ganarlo en el 2005, la Sony me da mi carta de renuncia. Nunca pude explicar por qué. Todo estaba bien. Le escribía canciones a Marc Anthony, a Gloria Estefan. Si yo quería enfrentarme al mundo de la industria musical, ya lo había hecho. Y me di cuenta de que no servía para eso. Para estar lejos de mi casa, sin una vida real. Emilio me pidió que me quede en Miami, pero estaba decidido.

- ¿Fue difícil volver?
​En el vuelo de regreso coincidí con Cienciano, que venía de ganarle a Boca en la Recopa. Había mucha gente en el aeropuerto y cuando salí, todos empezaron a aplaudirme, sin saber que yo estaba regresando con todas mis cajas a Lima. Fue una metáfora muy loca. Porque luego iban a decir que había fracasado y otras cosas. Pero yo tenía claro a qué venía. A abrir la escuela de música, que ya funciona, a seguir mi
carrera desde mi país. Afuera soy la antítesis de lo mediático que soy acá. En México, me conocen como un autor cuyas canciones suenan en radio cantadas por otros. Pero el 26 de julio voy a hacer un concierto allá que va a ser como regresar al Canta Rana, pero magnificado y cantando mis canciones. Yo estoy feliz. Y no me esfuerzo mucho porque la gente lo entienda.

- ¿El concierto por tus 20 años abre o cierra etapas?
​Es una celebración. Un compartir con todos que hice realidad un sueño. Mi sed escénica de cantar nunca va a acabar. Me encantaría
hacer música para cine, quiero ganarme un Oscar, como pasó con Jorge Drexler. Un día soñé llenar estadios, cantar en el Madison Square Garden. Ya lo logré. ¿Por qué el Oscar no puede ser
realidad?

- ¿Qué viene ahora?
Quiero ser productor, sacar gente nueva. Quiero encontrar a alguien
que valga la pena como artista, con un proyecto de vida. No uno que solo quiera cinco minutos de fama.

Esta entrevista fue publicada el 14 de julio del 2012 en la revista Somos

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