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Niño Costero

La noche del 27 de marzo de este año, Rafael Ballón Adrianzén –uno de los héroes de la inundación en Piura– sintió miedo. Porque un niño casi pierde la vida mientras intentaba salvarlo, por la corriente furiosa del río Piura que lo desafiaba y por las macanches venenosas que revoloteaban en ese río desbordado. “El miedo te hace prever más las cosas”, dice mientras muestra dos arpones con los que realiza pesca submarina en el norte peruano. Han pasado casi nueve meses desde aquel fatídico día y el buzo profesional, de 25 años, suelta una frase lapidaria: “Se viene el verano y ojalá no pase lo mismo”.

Lo mismo sería que llueva de forma extraordinaria en la región y el río Piura alcance un caudal de 3.600 m3/s, se desborde e inunde las ciudades de Piura y Castilla y los pueblos del Bajo Piura. Que esas lluvias torrenciales –según el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN)– maten a 17 personas, dejen 91.835 damnificados, 310.570 afectados, 39 heridos y 4 desaparecidos. Que 5.724 viviendas colapsen y otras 8.469 terminen inhabitables. Y que 711 instituciones educativas y 195 centros de salud también resulten afectados en la región Piura.

En la sala de la casa de Ballón hay un ancla de acero que le regaló un amigo, aletas de termoplástico y microfibra de buzo, dos arpones con ligas y tres sillones con una mesa de centro. Se ha mudado recientemente, porque antes vivía con sus padres, en el centro de Piura. “Las pistas están rotas y la polvareda es insoportable, igual que en Miraflores”, dice mientras muestra una foto donde aparece envuelto en su traje de buzo y levantando un mero de 12 kilos.

Dos meses antes de la inundación, el joven buzo fundó su escuela de buceo y natación: Buceo Apnea Piura, amparado en su título de instructor del Instituto Europeo de Apnea de Alicante, España. La apnea es una disciplina deportiva que consiste en retener voluntariamente el aire bajo el agua. Y Ballón obtuvo el año pasado el récord nacional en este deporte, con 5 minutos 10 segundos.

Hace unos meses le presentó a una ONG el proyecto ‘Los hijos del río’, que busca enseñarles natación y primeros auxilios –cada mes, de forma renovable– a 15 niños damnificados de Pedregal Grande, en el Bajo Piura. “Porque no sabemos cuándo ocurrirá otro Niño, y debemos estar preparados. Mucha gente murió ahogada porque no recibió los primeros auxilios a tiempo”, dice. “Lamentablemente, la ONG estaba dejando Piura y no se concretó el proyecto. Pero si alguna empresa se anima sería genial. Necesitamos S/ 2 mil para empezar”.

A cinco minutos de la casa de Ballón está el Agrupamiento de Artillería Inclán de Piura, que dirige el general EP Carlos Escudero Sotomayor, otro de los héroes discretos de aquel 27 de marzo. En la víspera estuvo desde las 11 de la noche vigilando el río Piura, en el puente Bolognesi. Corría el rumor de que a la medianoche se desbordaría. Pero no ocurrió, y a la 1 a.m. se marchó a descansar. Unas horas más tarde lo despertaron los ruidos insistentes de su celular: el río había irrumpido con fuerza en las ciudades de Piura y Castilla.

Al frente de su tropa de soldados, el general trabajó toda la mañana colocando sacos con arena en el puente Cáceres, que une Piura y Castilla. “La emergencia era en todos lados, distribuimos el personal y en la tarde me llamaron para decirme que Catacaos estaba inundado. Como no tenía gente, saqué unos botes [tipo zodiac] y fui personalmente con unos cuantos soldados”, dice. Ese día rescató a Giana, una bebé de 45 días de nacida, y a toda su familia. En los siguientes días completó más de 3 mil rescates en Pedregal Grande y Pedregal Chico.

La suya fue una labor titánica: rescató gente, llevó más de 5 mil toneladas de ayuda humanitaria a las zonas devastadas y a los campamentos de refugiados. Y, como después de la inundación se incrementó el dengue en Piura, el general dirigió a sus soldados para que fumiguen las viviendas. “No hemos parado y seremos los primeros en acudir si se presenta otra emergencia similar”, dice, y coincide con el buzo Ballón, quien añade que, si ocurriera otro Niño, llamaría a sus amigos nadadores. Porque lo de ambos es un genuino espíritu solidario. 

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