"Historia de un movimiento", por Pedro Suárez Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
"Historia de un movimiento", por Pedro Suárez Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
Pedro Suárez Vértiz

Durante años he tenido sentimientos encontrados con relación a los movimientos en contra de la agresión física y psicológica en perjuicio de la mujer. Me parecía que sus estudios eran incompletos, irreales y, por lo tanto, ilusos. Esto lo sostuve por mucho tiempo debido a una traumática experiencia personal.

Mi suegra, Silvia Turner, vivía con su novio, Óscar Rizo Patrón, que en paz descanse, en la mismísima plaza de Barranco. En una casona justo al lado de la biblioteca. Una noche, regresábamos todos a aquella casa cuando, de pronto, vimos un hombre aparentemente ebrio golpeando a puñetazo limpio en la cara a una mujer. No comprendíamos cómo ella no perdía el conocimiento. Le pegaba a dos manos. Brutal. Óscar, prácticamente mi suegro, tuvo que intervenir y sujetó al violento borracho para evitar que la matara.  

Cuando pensamos que la situación estaba controlada, la mujer, luego de recuperar el sentido, sin darnos cuenta, cogió una gran botella vacía de ron y se la partió en la cabeza a Óscar. Nadie entendió por qué. Procedimos de inmediato a llevarlo a emergencias, mientras la pareja se alejaba abrazada.

Aprendí la lección para siempre: prevenir la violencia del hombre contra la mujer está mucho más allá de lo educativo, cautelar o propagandístico. Esta ‘tara’ está en el ADN de nuestra sociedad. Está antes de lo cognitivo. Me divorcié del querer luchar contra este fenómeno, pues lo que viví en esa horrible noche me pareció suficientemente claro.

Pero mi sensibilidad y compromiso humano me han hecho retomar el intentar. La violencia contra la mujer es algo que siempre ha existido, pero las víctimas suelen callar por miedo a ser expuestas ante los agresores nuevamente. Celeste López, del diario La Vanguardia de Madrid, explica que “la vergüenza de reconocer todo lo que han llegado a tolerar y el deterioro psíquico que sufren las maltratadas las inhabilita para buscar salidas a su situación”. Esto resume el silencio de estas mujeres. 

No obstante, es justamente este silencio el que ha generado #NiUnaMenos, un movimiento feminista que tiene como fin detener la violencia contra ellas. “Un grito colectivo contra la violencia machista”, como se especifica en su página web oficial. 

Susana Chávez, defensora de los derechos humanos y poetisa mexicana, escribió en 1995 un poema con la frase “Ni una muerta más” para llamar la atención sobre los casos de feminicidios en Ciudad Juárez. Es por esto que a ella se le atribuye el origen de la autoría del nombre de la marcha. Lamentablemente, Chávez fue víctima de ese delito en el año 2011. Tenía 36 años. 

Las manifestaciones se iniciaron en Argentina, en el 2015. La primera fue por un feminicidio al que se le consideró la gota que derramó el vaso. Chiara Páez, una chica de 14 que estaba embarazada, fue asesinada por su novio en Santa Fe el 10 de mayo. En menos de un mes se organizó una marcha que tuvo más de 300 mil participantes. Esta se volvió a ejecutar el mismo día al año siguiente. En Perú, la primera marcha se hizo el 13 de agosto del 2016. Fue un llamado de atención para aquellas mujeres que viven con parejas que abusan de ellas. Hay quienes no se percatan de lo que pasa por amor o por miedo.

#NiUnaMenos es la mano extendida para que estas mujeres abran los ojos. Rocío Farfán, de la Mesa por la Igualdad de Género de Cipca, resumió: “La marcha no pretende victimizarnos. Queremos llamar la atención de las autoridades para los casos de violencia contra la mujer. No queremos que más muertes queden impunes ni que esto siga creciendo”. El Centro de Emergencia de la Mujer señala que al mes recibe más de 100 denuncias.

Los feminicidios son cosa seria y el tema no se puede dejar de lado. La sociedad peruana está tan acostumbrada a esta ‘tradicional’ violencia que esto, más el ‘gen’ social del abuso contra la mujer, vuelve todo peor. A luchar se ha dicho, a pesar del escollo más grande de todos: la ceguera femenina ante el abuso. 

Esta columna fue publicada el 02 de diciembre del 2017 en la revista Somos.

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