A su lado izquierdo y con los brazos cruzados debía salir Tomás Pechito Farfán, con la 14. Al otro lado, con esos bigotitos herencia de la Fania, Daniel Reyes, un defensor altote, líder, molde del que luego saldría breves cracks como Sandro Baylón o Miguel Araujo. El 7 el 19, es decir, Alfredo Tomassini y el Potrillo Luis Escobar están abajo, de cuclillas, la mano del Tanque en la pierna de oro del humilde delantero de Alianza Lima, Luis Ciudad, el hombre que una tarde de finales de los 80, mientras escuchaba la cantidad de dinero que el argentino Walter Perazzo iba a ganar tras su pase de San Lorenzo a Boca, le dijo, como si se tratara de algunas monedas y no del sueldo que podía cambiarle la vida:
—Muy chévere, hermanito. Pero yo al fútbol no juego por plata, juego porque me gusta.
De todas las formas en que los hinchas de Alianza Lima recuerdan a esos futbolistas —y los que no lo son, pero admiraban a ese equipo de lenta cadencia de 1987—, esta es quizá la que mayor orgullo les despierta, la que más genuino placer los infla: ese equipo jugaba, ganaba o perdía, pero siempre jugaba al fútbol.
‘Caíco’ González Ganoza, el hombre que debía salir al lado de Pacho y de Casanova en la foto, en la última foto que el once titular de Alianza Lima se tomó en Pucallpa antes de la tragedia del Fokker, fue el privilegiado testigo que vio ese juego, esa inteligencia, ese fútbol, desde la cómoda posición de arquero titular. Dos años antes, fue el responsable principal de que a Paolo Guerrero le gustara el fútbol.
LEE: Jugamos como Nunca – Edición Especial: Maradona, Gareca y Perú: D10S es ahora un espíritu
MIRA: Claudio Adao, el hombre que dormía con Pelé en el Santos y hace 30 años fue el goleador del Boys
***
Símbolo de ese Alianza 87, José González Ganoza era más que un arquero de selección. Y ocultaba más de un secreto. Encargado de llevar la imagen del Señor de los Milagros al vestuario de Matute -que tantas veces hemos visto en la TV-, usaba ese pacto divino para encomendarse a los cielos por su grave problema de visión nocturna. De hecho, la leyenda dice que en Matute cuidaban no programar partidos pasadas las 6 p.m., y así no exponer al gigante jorobado que en esos tiempos llevaba como mascota a José Paolo Guerrero. Pese a esta ventaja, ‘Caíco’ tapó 14 temporadas ininterrumpidas en Alianza, fue al Mundial de España y mantuvo su arco invicto 738 minutos en 1976. ¿Y por qué le decían ‘Caíco’? Hace unos años, Juan González le contó a El Comercio el secreto, muy lejano de cualquier evento místico y más bien, un simple problema casero, de esos que hoy se resuelven con costosas terapias: “Es que tenemos un hermano mayor que se llama Carlos –el papá de ‘Mágico’ González, ex lateral íntimo– y cuando José era niño –quien tenía un frenillo pronunciado– no podía decirle Carlitos. Entonces solo le decía ‘Caíco’”. Así nació el alias. Listo. Hasta hoy, en estampitas y corazones.
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/TE7A6GULC5GSFCXMVCO7J7XU7Y.jpg)
***
Se trata de la última imagen del equipo formado de Alianza 1987 en la horrible cancha de Pucallpa, donde llueve como si Dios llorara. Es la postal de todos los homenajes: letrero de San Luis en la tribuna de palos secos, Alfredo Tomassini sentado en la esquina izquierda, un niño de mascota al centro y ‘Caíco’, el legendario ‘Caíco’, fuera de la toma, de perfil, yéndose. Hay quienes han atribuido misticismo a la imagen, un mensaje entre líneas: Caíco se estaba yendo y no lo sabía. “La foto salió en el diario El Nacional —recuerda Jorge Esteves, uno de los periodistas deportivos más respetados del medio, director fundador de El Bocón—. Incluso recuerdo que en un programa de radio, La mañana de El Veco, hablaban sobre ella. Era una época que se vivía en otra velocidad, sin Internet ni redes sociales”. Esteves no conoce este episodio por rumores: fue el encargado de la familia de ir a la morgue del Callao a reconocer si alguno de los cadáveres que llegaban era el de su hermano, Rodolfo Lazo Alfaro, el kinesiólogo de Alianza. Fue uno de los 10 cuerpos que el mar de Ventanilla se llevó. “No podría recordar el nombre del fotógrafo, solo que era un corresponsal de Pucallpa”, dice. La foto no salió ni siquiera al día siguiente del partido —8 de diciembre de 1987— sino dos días después.
Ese hombre del que Jorge Esteves no recuerda el nombre se llama Nemesio Guerra Ramírez, quien en aquellos años finales de los 80 era corresponsal del desaparecido diario El Nacional.
Él tuvo la sensibilidad para pararse frente a ellos, esperarlos un segundo y apretar el botón.
MIRA: Josepmir Ballón: breve elogio al nuevo futbolista de Alianza
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/RDMQ3BW7P5GN3OFUFKGGQSACWI.jpg)
***
Carlos Lara Porras, periodista deportivo, entrevistó hace unos años a Luis Fachín (+), histórico reportero pucallpino que narró para radio Ovación el partido donde Alianza Lima venció por 1-0 a Deportivo Pucallpa con gol de Pacho Bustamante. En esa época se utilizaban modelos Canon o Nikon con rollos de 36 fotos, sea blanco y negro o sea para fotos a color. Luego había que ir a una casa de revelado, cruzar los dedos para esperar que la foto no salga movida, desenfocada y vaya al triturador de papel. “En esos tiempos —reflexiona el reportero gráfico Rolly Reyna, que cubrió para El Comercio el mundial Rusia 2018— el ojo, la mano, y la precisión del fotógrafo lo distinguía, le daba status”. Para el caso, Guerra Ramírez tenía dos cámaras: una para fotos a color, otras para b/n. “Cuando tuvo que hacer una foto a color, ‘Caíco’ González Ganoza estaba apurado y se movió. Por eso sale caminando”, dice Fachín.
Terminado el 1-0 ante el Deportivo Pucallpa, Fachín repitió el ejercicio que ya era una costumbre en los tiempos sin Gmail ni WeTransfer: encargar los rollos con fotos del partido para uno de sus más entusiastas jefes en Lima, Pocho Rospigliosi. Esta vez, le pidió el favor a Marcos Calderón (+), el técnico de Alianza Lima, quien abrió su bolso Puma y los guardó. Nunca llegaron a Lima. Lo menos que podríamos decir es que fallecieron 43 personas: ese día murió un poco el Perú. Días después, cuando el país todavía no se recuperaba del golpe y la tragedia se seguía minuto a minuto en radio Ovación, Fachín recibió un llamado de Pocho, quien le pidió conseguir con urgencia imágenes de ese partido, que ya había entrado a la inmortalidad.
Reportero y narrador deportivo de experiencia, que conocía nombres, apellidos, chapas y direcciones de todos los periodistas pucallpinos, casi de memoria, fue a la casa de Nemesio Guerra Ramírez y le compró todas las fotos que tenía. Alguna vez, Fachín le contó a un diario local que se las vendió en cien intis de la época. Enviadas a Lima, aparecieron en la revista Sí, en Caretas, además del diario El Nacional, donde Guerra Ramírez trabajaba como corresponsal. Y así las conocimos todos.
Reza un viejo adagio en las salas de redacción: las fotos de los equipos posados son las primeras que se toman y las últimas que se publican. O quizá nunca. Igual, un viejo fotógrafo siempre la hace, por ese afán de capturar un breve segundo de la realidad.
En este caso, Nemesio Guerra Ramírez tenía claritos todos los conceptos de sus cursos elementales de fotografía. Y así, él también pasó a la historia.
ESTA ES LA FOTO PUBLICADA EN LA REVISTA SÍ
:quality(75)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/elcomercio/4TH3CRLWMVEBRNMCQAYSQTI7SI.jpg)
VIDEO RECOMENDADO
Percy Rojas: así lucha por su recuperación el futbolista valiente
:quality(75)/cdn.jwplayer.com/v2/media/zNIWbdcZ/poster.jpg)