
A las diez de la mañana en Ancón, una pesada capa de nubes desanima a los bañistas que, en algún lugar del distrito, deben mirar al cielo mientras esperan un clima más apropiado para meterse un chapuzón veraniego. La tranquilidad de las aguas de este balneario ubicado al norte de Lima, con olas tan diminutas que apenas rozan la rodilla, contrasta con la actividad frenética que se desarrolla en el muelle. Allá, los pescadores entran y salen, llegan en sus chalanas a dejar el fruto de su trabajo o se embarcan mar adentro en busca de cojinovas, lisas o los enormes pericos, peces feos pero muy apreciados porque dan el mejor cebiche. Parece mentira que hace tres años, solo había tristeza acá debido al derrame de petróleo de la empresa Repsol, una catástrofe que puso en pausa su modo de vida. La pesca ha retornado a Ancón, pero eso no significa que en muchas de sus playas no haya cosas por remediar.

A fines del siglo XIX, Ancón era el refugio predilecto de las élites limeñas, un balneario aristocrático donde la brisa salada se mezclaba con vestidos largos, sombreros elegantes y ropas de baño chistosas. Inicialmente, era solo una tierra de pescadores hasta que en 1870, durante el gobierno del presidente José Balta, se gestionó un préstamo para construir el ferrocarril, que incluyó una estación en Ancón. La finalidad era facilitar la exportación de caña de azúcar y algodón, pero los ingenieros encargados de los rieles se enamoraron de las aguas mansas de Ancón y solicitaron al presidente que les concediera terrenos. Así llegaron las primeras casonas. Muchas de esas están en pie y pueden apreciarse al recorrer la zona monumental. Cada construcción lleva inscrita en su fachada la fecha de construcción. Entre las más famosas se encuentran la casa que perteneció al escritor Ricardo Palma y otra que fue el escenario de las conversaciones para el Tratado de Ancón, que puso fin a la Guerra del Pacífico.

La segunda época de esplendor del balneario surgió entre los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, con la construcción de los primeros edificios en el malecón, como el Neptuno, hermoso, redondo, que llegó a ganar premios de arquitectura y marcó el inicio de una nueva etapa de bonanza para el balneario. Era el comienzo del Ancón idílico del siglo XX, con su paseo inspirado en el de Copacabana y los famosos anconeteros, que paseaban a los visitantes en triciclos. En este contexto, y gracias a la iniciativa de vecinos ilustres, nació el Festival de la Canción de Ancón, inspirado en los grandes eventos europeos como el Festival de San Remo. Durante algunos años, este festival convirtió al balneario en un importante polo cultural.



Presente y futuro de Ancón
Al mediodía, la llegada del sol le ha cambiado por completo el rostro a la playa. En un santiamén se llena de bañistas, familias completas, que ya se apoderaron de la zona de arena para un momento de relax. Frente al mar encontramos el restaurante de Lidia Villajuán, Bahía de Ancón, que hace 40 años vende el mejor pan con pejerrey de la zona.

También conocemos a Abelino ‘Mayumi’ Ramírez (63), pescador varias veces ganador del premio al pescador del año. Ha sido reconocido, además, como ciudadano ilustre de Ancón, el 2010. Durante el derrame de petróleo, Abelino decidió detener su actividad pesquera para dedicarse al turismo náutico.
“Simplemente, no podía darme el lujo de pescar y vender un producto que podría estar contaminado”, cuenta. Esto lo llevó a buscar alternativas para mantener a su familia mientras aguardaba la recuperación del ecosistema marino. “El mar ha cambiado. Antes salíamos y siempre había buena pesca. Pero ahora no hay la abundancia que teníamos antes”.
Dejamos a Abelino en el muelle y toca visitar al alcalde de Ancón, Samuel Daza, que nos recibe en su oficina frente al mar y nos cuenta los varios retos que enfrenta el distrito, tanto en la actualidad como de cara al futuro.

“La gente se ha quedado con la idea antigua de Ancón, pero ahora Ancón es la playa más inclusiva del Perú. Acá vienen de Puente Piedra, Carabayllo, Comas, Los Olivos, Independencia, Ventanilla... Cada fin de semana, recibimos 50 mil personas que nos dejan más de 30 toneladas de basura”, dice y aprovecha para pedir una ayuda a la Municipalidad de Lima y al Ejecutivo para gestionar semejante carga de desechos con un presupuesto reducido.
El futuro de Ancón es desafiante. La reciente inauguración del megapuerto de Chancay podría traer tanto problemas como oportunidades al distrito, dependiendo de cómo se gestione su impacto. Gracias al megapuerto, se han reactivado varios proyectos que estaban dormidos, como el Parque Industrial de Ancón, que está en fase de adjudicación.
Otros planes importantes incluyen la regeneración urbana y las iniciativas de vivienda social que, según la alcaldía, seguirían paralizadas de no ser por el interés generado por el puerto de Chancay. Y ante el posible incremento de visitantes, se está gestionando la construcción de un hospital, así como la necesaria ampliación del malecón, una obra que podría descongestionar el flujo de turistas en este querido, aunque golpeado, balneario. El desafío final para Ancón será equilibrar desarrollo con la preservación de su encanto y su valioso legado histórico. //
El proyecto Parque Industrial Ancón se ubicaría en esta zona descampada de 1.300 hectáreas, con un valor aproximado de 700 millones de dólares. Junto con los programas de vivienda social, podrían ayudar a remediar el problema de las invasiones y el tráfico de terrenos. “Nosotros somos un distrito de 300 kilómetros cuadrados, donde solo el 20% está habitado. El 80% restante está vacío”, dice el alcalde. La formalización es tributación.
