Oscar García

A las diez de la mañana en Ancón, una pesada capa de nubes desanima a los bañistas que, en algún lugar del distrito, deben mirar al cielo mientras esperan un clima más apropiado para meterse un chapuzón veraniego. La tranquilidad de las aguas de este balneario ubicado al norte de Lima, con olas tan diminutas que apenas rozan la rodilla, contrasta con la actividad frenética que se desarrolla en el muelle. Allá, los pescadores entran y salen, llegan en sus chalanas a dejar el fruto de su trabajo o se embarcan mar adentro en busca de cojinovas, lisas o los enormes pericos, peces feos pero muy apreciados porque dan el mejor cebiche. Parece mentira que hace tres años, solo había tristeza acá debido al derrame de petróleo de la empresa Repsol, una catástrofe que puso en pausa su modo de vida. La pesca ha retornado a Ancón, pero eso no significa que en muchas de sus playas no haya cosas por remediar.

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